DOLORES IBÁRRURI

Es un mito del siglo XX. Cuando fui elegido secretario general del PCE a finales de febrero de 1988, despachaba con ella para informarla después de cada Comité Central; pero fueron cuatro o cinco veces, porque su enfermedad comenzó a agravarse. La vida de Pasionaria, la vida de Dolores Ibárruri, es una vida muy dura, a veces con altibajos, con sucesos personales y vitales dramáticos, pero Pasionaria ya no es Dolores Ibárruri. Pasionaria es la necesidad de un pueblo que precisa un símbolo. Eso ya la define por encima de sus avatares personales. Ella es un símbolo para los comunistas y para los que no son comunistas. Es patrimonio de todos.

Cuando estuve custodiando su féretro, en la guardia que me tocó, vi casos tremendos de gente que la saludaba puño en alto, que se santiguaba, otros que se ponían de rodillas y levantaban el puño. Fue una manifestación tan plural que lo dije en el discurso fúnebre cuando afirmé que Pasionaria ya no era nuestra, pues había trascendido a su partido. Es un mito y como tal necesario en la memoria de los combatientes. Es el estímulo, la visualización de un ejemplo. Ha trascendido, permítaseme decirlo así, a su condición humana.