LA PINZA

EL día que se conmemoraba el sesenta y cuatro aniversario de la solemne Declaración de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 2012, mantuvimos dos largas conversaciones para este libro, en Córdoba. La fecha no pasó desapercibida para ninguno de los dos, siendo como son los derechos humanos un continuo referente en su discurso.

Por la mañana abordamos dos de los asuntos de los que tanto se habló de manera interesada, tan aireados por la prensa española en los años noventa: la «pinza» (Anguita sonríe) y el sorpasso.

En las vicisitudes por las que atraviesa el proyecto de Izquierda Unida podemos ir enumerando: las dos almas del PCE. La caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. El hecho de que la socialdemocracia se postulara como heredera del papel protagonista del «discurso rojo». O el tema de Fukuyama, cuando anuncia el fin de la historia…

Todos estos acontecimientos incidieron en Izquierda Unida con una gran impronta. Influyen objetivamente, e inciden, además, cuando otros utilizan estos acontecimientos cual arma arrojadiza contra IU.

Una de las consecuencias de todos estos asuntos se manifiesta de dos maneras: una es la campaña de la pinza, y otra es la utilización que se hizo de una propuesta que fue aprobada en un Consejo Político Federal de IU, que es lo que se llamó el sorpasso.

Vamos con la pinza.

—Tenemos que recordar que en el año 1994 IU tiene un éxito electoral muy fuerte en las autonómicas de Andalucía (un 19,14 por ciento de los votos, 20 escaños de un total de 109) con el mayor número de diputados (hasta entonces habíamos obtenido 19 diputados en 1986, y ahora 20 con Rejón como coordinador general de IU-CA). El PSOE perdió entonces la mayoría absoluta. Qué ocurre. Ocurre que se negocia quién va a ocupar la presidencia del Parlamento, y se le pide al PSOE de Andalucía que ceda la presidencia del Parlamento, ya que no tienen mayoría absoluta. Luis Carlos Rejón anuncia que se puede gobernar desde el Parlamento. Es un anuncio arriesgado, pero lo dice. En principio el PSOE se muestra reacio a entender esto. Entonces hay un voto entre el PP e IU que eligen a Diego Valderas (IU) como presidente del Parlamento Andaluz.

—Así arrancó una legislatura convulsa que vivió la prórroga de dos Presupuestos por el voto de PP e IU. En 1995, el desacuerdo entre la federación de IU y el PSOE concedió a los conservadores el gobierno de Asturias y la alcaldía de Málaga. IU también se adjudicó la presidencia de la Asamblea extremeña gracias al apoyo del PP.

—Quizá hubo gestos no muy afortunados, como algunas fotografías de Luis Carlos Rejón, entonces líder andaluz de IU, con Javier Arenas, pero no hubo pinza. Me di cuenta de la campaña del PSOE. Para combatirla, en Madrid imprimimos folletos donde contábamos las coincidencias de PP y PSOE y las escasísimas de IU y PP, todas relativas a la transparencia. Aquí conviene aclarar que eso mismo, exactamente lo mismo, hizo dos años después el PSC-PSOE con CiU en Cataluña. CiU había ganado sin mayoría absoluta, y todas las demás fuerzas políticas, incluidos el PP e Iniciativa per Catalunya, votaron para presidente de la Cámara a uno del PSOE, a Joan Raventós. Y no se formó ningún escándalo. En Andalucía la prensa magnifica la votación conjunta entre el PP e IU, dando a entender que hubo un pacto entre ambas formaciones. Nada de nada. Inventar lo que no hay y darle pábulo: es lo que hizo el PSOE con el apoyo mediático del grupo Prisa. De repente, con el asunto de la supuesta pinza parecía que debíamos olvidar todos los escándalos del PSOE: primero la financiación ilegal con Filesa, Malesa, Time Sport; después las diferentes corrupciones, entre otras las del director general de la Guardia Civil, con Barrionuevo y el terrorismo de Estado, o los fondos reservados… Mil y un escándalos, con dimisiones de ministros y presidentes de comunidades autónomas, como Urralburu y Otano en Navarra… Es decir, era un tiempo en el que el PSOE era un tumor purulento, la corrupción por antonomasia.

—Claro, nosotros salimos al Parlamento y fuimos durísimos al denunciar aquellos hechos, sobre todo lo que al terrorismo de Estado se refiere, con los GAL. Y el PP también. En eso también coincidimos. Pero coincidimos en denunciar unos datos objetivos, lo cual no significó jamás un pacto o un acuerdo. Jamás lo pudieron demostrar. Eso sí, utilizaron cosas de tipo anecdótico: que si en casa de Pedro J. Ramírez ha habido una cena en la que estuvieron Aznar y Anguita, o que si la periodista Esther Esteban escribió un libro llamado La pinza. Llegados a este extremo, con tanto ruido mediático, pedí a los periodistas que me dijeran cuál era el pacto que llevamos a cabo con el Partido Popular.

Para desmontar todo esto, a día de hoy, con tranquilidad Julio Anguita me muestra la prueba de un documento donde Aznar pidió a IU el apoyo en una moción de censura contra el PSOE, obteniendo una rotunda negativa.

—Pero la idea de la pinza ya había arraigado, y estaba siendo utilizada como una manera de intentar inmovilizar a IU con un mecanismo muy fácil, que se inserta en las mentes perezosas. Es como aquella película de El bueno, el feo y el malo. El bueno era el PSOE, el malo es el PP y los de IU somos los traidores. Jamás hubo un acuerdo. La pinza jamás existió. Por lo tanto, jamás pudieron demostrarlo. La falacia de la pinza se desmontaba por sí misma. En Madrid publicamos un folleto, que redacté yo, que titulamos «Propaganda y hechos», donde se informaba de todas las votaciones conjuntas entre el PSOE y el PP, entre el PSOE e IU y entre IU y el PP. Se registraba únicamente una entre nosotros y el PP para el asunto del control democrático. De aquel folleto repartimos unos tres millones de ejemplares a la entrada y salida de las estaciones del metro de Madrid. Lo desmontamos de tal manera que en la Comunidad de Madrid pasamos de 5 diputados a 6 en plena pinza.

—Pero en Andalucía las cosas fueron mucho peor.

—Hubo una debacle, es verdad. Yo tengo mis explicaciones. Creo que no se hizo una campaña como la de Madrid. En Andalucía los dirigentes confiaron en ruedas de prensa o también ellos estaban afectados por la campaña. El PSOE había descubierto un filón, poniendo en marcha esa estrategia ante el miedo y la inoperancia de los dirigentes de IU, tanto en Andalucía como a nivel Federal, muy presionados por la actitud sindical por parte de los dos grandes sindicatos, pero fundamentalmente por CCOO. Ellos dos tenían su visión que los fue uniendo cada vez más, la referencia política de ambos era el PSOE. Después de Marcelino cambiaron muchas cosas. Esta es grosso modo la campaña de la pinza, que siguió coleando mucho tiempo de una manera muy intensa. A mí jamás me lo han imputado directamente. Ni en una entrevista. Ni tan siquiera en un debate se han atrevido a imputármelo. Saben cuál va a ser la respuesta. Que el PSOE repase todos los acuerdos a los que ha llegado con el PP: en cuestiones de reforma del mercado laboral, en cuestiones de la nueva OTAN, en la reforma de recorte de derechos, en privatizaciones, etc., etc. Cuestiones ante las que muchos dirigentes de IU no decían nada, callaban y con ello daban pábulo a seguir insistiendo en lo de la pinza. Dirigentes ha habido que han llegado a pedir perdón por haber «pactado con el PSOE».