PREGÓN DE CARNAVAL

«La gente quiere marcha porque es partidaria de la vida», fue una de las frases que Julio Anguita proclamó en su pregón de Carnaval, en 1984, cuando aún era el alcalde de Córdoba. El carnaval de Córdoba era un ejemplo de participación colectiva, que provenía de las experiencias, emociones y alegrías prohibidas, perseguidas, de los nunca desaparecidos carnavales de los años cincuenta, cuando a pesar de las prohibiciones del gobernador de turno las máscaras salían a la calle.

La gente quiere marcha porque sabe que la vida es para gozarla, para alegrarse, para estar vivos, para usar de todas la potencias. La gente quiere marcha porque amando la vida está haciendo como un tribunal que condenará el hambre, la marginación, la guerra, la violencia, la intolerancia, la imposición y la muerte.

La gente quiere hablar porque quiere participar, porque quiere hacer acto de presencia llenando calles y plazas con un «aquí estoy y así soy». La gente quiere hablar porque antes y ahora también solo escucha.

La gente quiere opinar porque muchas veces con su opinión dice de manera aguda y clara dónde está el fondo de los problemas. No usa palabras técnicas, sino que presenta con ingenio y habilidad lo que diariamente le atosiga.

La gente quiere dar una lección. Y nos la da. Sobre todo a los políticos. Las críticas que se hacen en Carnaval se hacen con humor, sin insultos, sin las palabras amargas y duras que nos cruzamos los que estamos ejerciendo responsabilidades públicas.

Carnaval es la gran ocasión para quitarse el disfraz. Y si no permitidme una pregunta: ¿no es cuando lleváis esta máscara o cantáis las letras del Carnaval cuando os sentís más vosotros diciendo lo que pensáis? El disfraz, la máscara, es la que todos los días lleváis.

Anguita por ejemplo va todos los días vestido de alcalde, se disfraza de autoridad, teniendo muchas veces que sonreír sin ganas y naturalmente a veces me asalta el deseo en medio de un acto solemne de decir con voz de falsete: «¿es qué no me conoces, es qué no me conoces?». Lo mismo que yo pensarán el juez, el envarado militar… y tantos otros.

Aquel su único pregón de Carnaval terminaba con nuevas liras en viejo romance, para regocijo de una ciudadanía que le había elegido por abrumadora mayoría:

Y como buen ciudadano que pregona el Carnaval

quiere también ser primero en poder participar.

Lo hago en viejo romance que es como mejor me va

para seguir adelante, pues siendo alcalde

en el lance puedo pregones lanzar.

Y hago este pregón ligero

para esos ciudadanos que se pasan de groseros

cuando la grúa municipal se les lleva el automóvil

por no saberlo aparcar,

y vociferan y gritan, y se acuerdan del alcalde

de la familia y del balde donde tomó la papilla…

y lo mismo que en Sevilla, en Portugal o en Levante

se creen que con su cante van a ablandar al gruista

y que de forma altruista vaya y la multa levante.

Pero al cumplir su deber el de la grúa prosigue

mientras el grosero sigue los insultos adelante.

Y al alcalde sin finura llama gánster.

Pues yo queridos amigos solo tengo que ver en cumplir con mi deber

denunciando al que delinque, como alcalde hago saber

que sin hacer caso a yuyos comunico a estos seruyos

que también tengo memoria y que sin pena ni gloria

también recuerdo a los suyos.