Aguantar. Julio Anguita concita hoy en torno a su figura la admiración y el respeto, pero cuántas veces fue tachado, en el pasado, de «mesiánico» o «iluminado» desde algunos medios de comunicación. De igual forma que se organizaban programas de televisión, en horario de máxima audiencia, centrados en su persona, en los que Anguita tenía que contrastar los mensajes de IU con un grupo de periodistas.
Hoy, entre quince y dieciocho años después, sus mensajes de entonces se han revalorizado. Sus palabras, sus reflexiones y análisis se recuerdan en el presente, porque las advertencias que hacía como portavoz de una corriente de pensamiento se han hecho realidad, se han encarnado en esta Europa donde la falta de futuro, especialmente para los más jóvenes, puede causar un terremoto antieuropeísta.
Aguantar, hasta que el tiempo te dé la razón. ¿Se puede aguantar tanto? Estos meses circula por internet un vídeo con una entrevista que Manuel Campo Vidal le hizo sobre Maastricht. Ese vídeo, de 1995, se puede escuchar hoy con el título «Estabais avisados».
«¿Cómo se sale de esta?», le pregunta el periodista Campo Vidal a Julio Anguita. «¿Salimos de Europa?».
«Hay que empezar a analizar de otra manera. Nosotros hemos sido Europa siempre. Nuestra terrible equivocación es que hemos ido de pedigüeños a Europa, cuando nosotros también teníamos cosas que aportar. Este año contempla la revisión del Tratado de Maastricht. Todos los países van a revisar si se están cumpliendo las condiciones de Maastricht. Es el momento en que España, si tiene valentía y explica a su pueblo las cosas, junto con otros astados de la periferia, planteen la alternativa a Maastricht».
«¿Y cuál es la alternativa a Maastricht?».
«Es desarrollar de otra manera el Acta Única Europea. Es decir, mercado único, de acuerdo, pero mercado único con armonización fiscal. Es decir, no se puede construir un mercado único cuando cada país tiene una política fiscal distinta. De esta manera, el capital español cuando quiera se va a Francia, o se va a otro país dependiendo de lo que le den. Segunda parte. La cohesión económica y social no son fondos de cohesión, no. La cohesión económica y social son políticas sociales justas. Simplemente con que se desarrolle el Acta Única estaríamos en una situación totalmente distinta».
«¿Usted cree viable ese movimiento cuando se revise Maastricht?».
«Creo que es viable. Tenemos dos caminos, o luchamos por eso, o nos ponemos a sollozar como un pueblo que ya no tiene ánimo. Lamentablemente la situación en la que estamos no admite sino esta disyuntiva. O pelear por construir otra Europa, buscando alianzas con los sindicatos europeos, alianzas con portugueses, italianos, griegos e irlandeses… o llorar poniendo la mano. El error de Felipe González fue pensar que su amistad privilegiada con Alemania le podía servir y proteger de los contenidos de la moneda única. Cuando cayó el Muro del Este, automáticamente Alemania se proyectó a su salida natural (hay que leer la historia); y Alemania tiene tentación de ampliar influencia hacia Polonia, hacia Croacia, hacia Eslovenia, y eso va conduciendo a un “IV Reich económico” que termina por serlo político».
«Se entiende», remachaba Campo Vidal en 1995.
No era hablar por hablar. Aquellas palabras eran el trabajo de muchos economistas que durante días se habían juntado desde la izquierda para pensar y repensar la Europa del futuro. La Europa de hoy. Una Europa que caminaba sin una fiscalidad común, sin una defensa común. Tan solo «unida» por una moneda.
Aguantar. Con un discurso distinto sobre Europa, que no manejaba ningún otro portavoz político de los que trataban de descalificar lo que Anguita exponía, calificándole de exagerado, incluso de apocalíptico. Aguantar con la elaboración colectiva como principio inclusivo de participación de la ciudadanía, la española y la europea.
Ahora resulta que eminentes economistas, como el profesor de Ciencias Políticas de Harvard James A. Robinson, dicen algo que también corrobora la idea de Anguita, cual es que «aquellos países que gozan de instituciones políticas inclusivas, que hacen partícipe al ciudadano de las decisiones, tienen más opciones de progresar». Y añade este economista referencial que «cuando todos los ciudadanos son tratados con justicia, cuando hay pluralismo y Estado de derecho, se generan “círculos virtuosos” que conducen a un mejor desarrollo». Quizá ya no haga falta que lo diga Julio Anguita, aunque ese y no otro es también su mensaje. Que es el proceso político el que crea la estructura económica de las sociedades.
Por tanto, la errónea decisión de impulsar una integración monetaria sin que fuera acompañada, entre otras, por una integración fiscal, nos iba a traer estos lodos. No era ni más ni menos que lo que decía Anguita. Pero hace falta que pasen los años. O hace falta que lo diga un profesor de Harvard. Incluso lo llega a decir el propio Felipe González en un artículo que escribió para El País el 20 de mayo del 2012.
—Aguantar, Julio. ¿En qué época de tu vida te has sentido más resistente?
—En mi etapa como secretario general del partido, en mi etapa de Madrid. Menos como alcalde, mucho menos, porque en mi primera alcaldía yo soy hijo del pacto de la izquierda, donde me votó el PSOE, me votó el PSA y formamos un gobierno de concentración entre todas las fuerzas políticas. Aun así, cuando se complicaron las relaciones con el PSOE, ellos me acusaron a través de la prensa de quedarme con dinero público, de haber malversado los fondos públicos, de haber canjeado edificios de manera sospechosa, de haberme quedado con un dinero que era irregular en su percepción. Todo eso apareció en la prensa. ¿Qué hacía el alcalde Anguita? Pasar una semana horrible, pero aguantar, aguantar e ir desenmascarando sus trampas. Claro, después se demostraba que era inocente, porque lo era, pero tenía la paciencia de aguantar las miradas de mis convecinos, las sonrisitas, los comentarios de prensa, «coño, este se ha quedado con dinero». Hasta que después se iniciaba la Comisión Municipal Permanente y «venga, pruebas». Todo desarbolado. Pero eso desgasta que no veas. Claro que… ese desgaste no es lo mismo que el desgaste que luego sufrí con el PCE y con Izquierda Unida, que estos fueron de mayor envergadura. Ante el discurso europeo, tuvimos enfrente también a la dirección de Comisiones Obreras. Qué decir de las acusaciones que nos hicieron por implicarnos en la solución dialogada del conflicto de Euskadi, que suscita la división en el seno de Izquierda Unida, votando una cosa y defendiendo la contraria. O con el problema del adversario político que metía las narices de continuo en nuestra organización, y después ya se ha visto de qué forma todos aquellos «compañeros» se pasaron al PSOE. Antes no podía decirlo, pero ahora están todos en el PSOE. Eso es un desgaste permanente, una resistencia total. He pasado días muy duros. Pero ahí estaba siempre el carácter que he heredado de mi madre. Bueno, a ver quién aguanta más. Sabiendo que al cabo de un mes, de seis meses, de un año…
»Ahora mismo podríamos mirar a lo que dijimos entre 1992 y 1995 sobre la Europa de Maastricht, por ejemplo. Me gustaría a mí ser diputado en 2013 y decirles a sus señorías: «¿Y ahora qué?, ¿os habéis dado cuenta por fin de lo que decíamos hace ya muchos años?». «¿Y ahora qué, niños de Nueva Izquierda? Por fin estáis en el pesebre del PSOE». «¿Y ahora qué, señores de Maastricht?». «¿Y ahora qué, Comisiones Obreras?». «¿Y ahora qué, gerifaltes de la OTAN?». ¿Y ahora qué? ¿Y ahora qué? Porque es ahora cuando esto se puede decir bien alto. Antes esperaba que esto pudiera ocurrir y que el tiempo nos diera la razón. Que todo aquello lo preparamos con Martín Seco, con Salvador Jové, con Manolo Monereo, Pedro Montes, Jesús Albarracín, con los economistas del grupo parlamentario, etc. Aguantar, sí. Claro que hubo que aguantar. Y resistir.