CALLE E INSTITUCIÓN

El año 86 fue para los parlamentarios de Convocatoria un periodo inolvidable. El PSOE consiguió mayoría absoluta, con 60 diputados; después estaba el PP con 28; luego Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía, con 598 889 votos y 19 diputados; y, por último, el Partido Andalucista, con 2.

Los órdenes del día estaban llenos de propuestas de IU-CA, pues tenía una gran capacidad de creación con las áreas de elaboración colectiva, de iniciativa, de lucha. Es esa imagen del parlamentario Luis Carlos Rejón agarrado y sujeto por otros diputados recibiendo en la calle el chorro de agua de la policía mientras Anguita estaba en la Cámara defendiendo con la palabra la lucha de sus compañeros diputados en la calle.

«Esa es la simbiosis que queríamos: la institución y la calle. Esa es la imagen que señala perfectamente lo que es la política creativa».

Anguita era uno de los ocho parlamentarios del PCA desde 1982. Así que aquella no era su primera experiencia parlamentaria. En aquella legislatura de 1982 había sido el parlamentario que defendió la reforma agraria en Andalucía, que fue un gran debate, ya que en Andalucía la reforma agraria había alcanzado categoría de mito.

En la investidura del candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía, en la figura del candidato del PSA-PSOE, José Rodríguez de la Borbolla, el portavoz Julio Anguita le reprochó que indicara que «la reforma agraria constituye un instrumento básico de modernización» a la vez que arremetía contra el siglo XIX.

«Pues bien —dijo Anguita en su intervención—, el latifundismo es siglo XIX, el liberalismo emprendedor de buenos empresarios que deben ser estimulados a invertir es siglo XIX, la ausencia de planificación es siglo XIX, el fin social de la propiedad, condición sine qua non para esa llamada reforma agraria, es del 15 de mayo de 1891, encíclica Rerum Novarum de León XII, puro siglo XIX… ¿Cómo pretender decir que quieren arrancar el siglo XIX cuando mantienen exactamente aquí toda una estructura del siglo XIX?».

Ese mismo año, el 27 de abril de 1986, tras un agitado periodo de entrevistas y negociaciones, antes de la celebración de las elecciones andaluzas, surgiría una nueva coalición electoral con la perspectiva temporal de las elecciones generales, pero con la pretensión, anunciada, de ofrecer a la ciudadanía del Estado un proyecto estratégico tendente a la renovación y recomposición de una izquierda dinámica y transformadora.

Izquierda Unida se constituyó con muchas dificultades, a pesar de la declaración de buenas intenciones formulada en el primer documento, «Bases para un acuerdo», al intentar trasladar mecánicamente la gran movilización social por la salida de la OTAN a un proyecto político cuya primera imagen resultó heterogénea y vulnerable.

La escasez de recursos económicos, el corto espacio de tiempo de que se dispuso para difundir el proyecto, la incapacidad para ofrecer una imagen real de la pluralidad, todo ello, unido a la utilización de los poderosos medios gubernamentales para desvirtuar el proyecto, impidió que se recogiese el voto potencial de amplios sectores de la sociedad.

Apenas dos meses después, el 22 de junio de 1986 se celebrarían las elecciones generales. Aquella convocatoria se hizo por dos razones fundamentales. Evitar un mayor desgaste del gobierno e impedir el proceso de unificación de la izquierda que representaba IU. Hubo que acelerar las conversaciones para concretar programas, elaborar las candidaturas… todo ello era harto problemático entre siete partidos con una historia y un espectro ideológico diverso.

Desde IU tuvieron que convencer —en tan poco tiempo— al electorado de que la presencia de humanistas y carlistas no desvirtuaba la autenticidad del proyecto originario entre partidos de clara identidad y talante de izquierda, a pesar de lo cual una parte de la sociedad percibió que Izquierda Unida era una simple estrategia de partidos para salvarse del peligro de la marginalidad extraparlamentaria y conseguir presencia en las instituciones parlamentarias.

En 1987 Convocatoria se iba asentando, cobrando fuerza y protagonismo en Andalucía. En ningún caso se presentaron como salvadores de una difícil situación en Andalucía, sino todo lo contrario. En una reunión celebrada en octubre de 1985, Julio Anguita había dado las gracias a todas las organizaciones que trabajaron codo con codo con el PCA. «No prometemos absolutamente nada. No entramos en confrontaciones a ver quién da más, porque en este momento de la historia nadie puede dar nada si el pueblo no se organiza, si no se compromete a transformar el medio en el que está viviendo».

Y otro mensaje que Anguita repetiría en alguna ocasión más. «Tenemos que pensar cómo funcionaría esta pieza en un Estado distinto. Es decir, Convocatoria por Andalucía —dijo en 1985— ha de tener claro que puede ser perfectamente exportable». Muchos pensaron ya entonces que no solo Convocatoria podía ser exportable al conjunto del Estado español, sino que también su presidente, Julio Anguita, era perfectamente «exportable» a Madrid.

La creación de Izquierda Unida añadiría a Convocatoria la marca electoral «Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía». El éxito andaluz llevaría a pensar, a nivel del Estado, que se asentaba la esperanza en la validez del proyecto más amplio de IU.

En Andalucía continuaron las movilizaciones, a la vez que desarrollaban el programa en el interior del Parlamento Andaluz. Hasta que llega 1988 y comienza a vivirse una nueva crisis en el PCE.

Una parte del entorno político y personal de Gerardo Iglesias quiere descabalgarle de la secretaría general del PCE, por extraño que parezca. Los medios de comunicación orquestan una campaña contra Gerardo Iglesias, que si va de juerga, que si es un vividor, con una gran presión mediática, hasta que finalmente Gerardo Iglesias renuncia.

El XII Congreso del PCE se llevaría a cabo en febrero de 1988. Marcaría un antes y un después en la vida de Julio Anguita, que había manifestado en 1985 que «antes muerto que ser secretario general del PCE». Una vez más no podría acabar la legislatura. Una vez más, el «Holandés Errante» no tocaría puerto, cerrando ese ciclo político en Andalucía.

El hasta entonces presidente de Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía iba a emprender un particular camino hacia Madrid y la secretaria general del PCE. Un camino que durante meses conllevaría la suma de un trabajo militante y una pesada soledad. Política, personal, una soledad sentimental, familiar. Unas palabras de Pablo Neruda pueden acercarse al momento con la precisión de la poesía: «¡Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,/ qué soledad errante hasta tu compañía!/ Siguen los trenes solos rodando con la lluvia./ No amanece aún la primavera».