Decía Chesterton que los cuentos de hadas son bien ciertos, pero no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que podemos vencerlos. Hubo un texto que parecía fácilmente vencedor. Aquel que llevó Julio Anguita en 1982 al Comité Central del Partido Comunista de Andalucía. Un texto claro, sin pelos en la lengua, contundente. Un texto como una columna sólida en la que asentar el futuro.
—Con aquel texto escrito a mano intervine ante el Comité Central del partido, en la Andalucía de 1982, en la que pesaban en el ambiente los malos resultados obtenidos en las autonómicas (ocho diputados… Es curioso porque con el tiempo hemos tenido seis, y lo hemos pintado como un triunfo, pero bueno). Por entonces aparecían sistematizadas las crisis del partido, un partido muy endogámico, aquel partido que había sido el nervio de la lucha antifranquista por la libertad y la democracia, ahora encerrado en las sedes, que todo eso dije. Dije que había que buscar la manera de trabajar con los andaluces, trenzando alianzas en torno a un programa. Esa es la obsesión de mi vida: alianzas en torno a lo concreto. Esa intervención mía la escuchan, pero no me hacen ni caso. El texto sería leído, escuchado y rechazado. Aquel texto podría, dos años después, vencer al dragón del olvido.
De momento, el alcalde se volvió a casa con su propuesta bajo el brazo, esperando nuevos tiempos. En aquel documento, escrito a mano, aún puede leerse como un poema, unas grafías que son el resumen de una creación, muy pensada y meditada. «Un programa elaborado colectivamente». Colectivamente, entre todos y todas los que se pueda.
Se trataba de hacer un programa desde abajo, con la participación de la gente, creando un movimiento. El alcalde estaba convencido de que los tiempos le darían una nueva oportunidad.
En aquella intervención del año 1982 Julio Anguita enumera los males del PCE: agrupaciones que se autodisuelven de derecho cuando llevan meses (años) disueltas de hecho, sedes de partido transformadas en centros de reunión ajena a la política, bar o almacén de materiales de campañas electorales; pérdida de influencia entre los trabajadores, pérdida de influencia en sectores activos de una sociedad moderna, en la universidad y en los colegios profesionales…
Un partido dividido en «taifatos» o familias donde se da el clientelismo y el padrinazgo, un partido enfrentado a sus cargos públicos, a los trabajadores y a los sindicatos; un partido donde al que se va se le llama renegado y a los pocos que llegan convencidos; un partido en el que las críticas a las URSS no se han hecho como debían desde las posturas marxistas; un partido en franca pérdida electoral, que roza el testimonialismo, con camaradas enfrentados a la realidad de que el partido casi no existe.
El texto va más lejos. Pero lo importante de aquel momento es la necesidad de «un programa elaborado colectivamente».
Aquella música volvería a sonar ante el mismo auditorio dos años después, en 1984. Para entonces, Anguita había obtenido, en las nuevas elecciones municipales del año 83, la mayoría absoluta en la alcaldía de Córdoba, y había presidido el XI Congreso del PCE, a petición de Gerardo Iglesias, en diciembre del mismo año, convirtiéndose en un referente del partido. También había habido cambios en el PCA y Felipe Alcaraz era el nuevo secretario general.
—Pasa el año 1982. Pasa el año 1983… y ya a finales del año 1984 vuelvo a la carga. Esa «vieja» idea vuelve a la mesa de la discusión con el conocimiento que dan dos años del triunfo del PSOE y, sobre todo, cuando Alfonso Guerra había deslizado la idea de que el PSOE tenía que aprender del PRI mexicano y mantenerse durante décadas en el poder. En el año 1984 reescribí la idea. La misma idea. Se la dicto a mi secretaria del Ayuntamiento. Este documento se llama hoy «Documento Cero», y fue el que dio origen al debate. Era todavía un documento tosco, rudimentario, pero ahí está la idea. Se trataba de crear un programa de gobierno con la participación de la población, un bloque alternativo.
Con aquel documento, inspirado en el mismo que fue rechazado en 1982, volvió Anguita a presentarse ante el Comité Central del PCA.
Inténtalo de nuevo. Lo había escrito el dramaturgo y poeta Samuel Beckett, «Inténtalo de nuevo, falla de nuevo, falla mejor». Anguita sentía que la sociedad andaluza estaba demandando ser articulada, ser ilusionada, ser movida por algo más que una imagen.
El Documento Cero pretendía ser el relanzamiento del partido. Después de asegurar por escrito que la situación del PCE no era «en absoluto halagüeña: no se trata de una pérdida de militantes, es que apenas hay militancia, salvo que se llame militante a cualquiera que tenga un carné», hacía también una crítica del bipartidismo que desde entonces impera en el Estado español: «Me atrevería a calificar la situación actual de bipartidismo como de “neocanovista”, consistente en la presentación de dos matices distintos de una misma política».
Qué hacer, se preguntaba el «califa rojo» de Córdoba en 1984: «El Partido Comunista debe devolver a las masas, hechas teoría, las aspiraciones, las ideas y las iniciativas que las gentes, aun de manera confusa, puedan sentir. Una teoría que no sea simplemente una explicación, sino un impulso a la acción, a la práctica. Por esa razón no puede haber transformación sin participación».
De ahí la idea de elaborar un programa colectivamente. La fuerza de aquella propuesta le llevó a escribir, en el Documento Cero, que al hablar del partido no solo se refiere «a los que tienen carné y estamos organizados, sino también a una multitud de personas que podrían, si se les explicase bien, estar de acuerdo con nuestras propuestas políticas».
«Se trata de conseguir que el gobierno no aparezca como un fin, sino como un medio para obtener ese fin llamado programa. De ahí que tan importante como el programa sea la manera como ha sido elaborado, y también la manera como se piensa desarrollar. Con un tipo de proyecto así estamos llegando a un nivel de compromiso, de participación y de movilización que permita arrojar por la borda la enervante quincalla de esa operación fraudulenta que se llama política de imagen, que tanto daño le está haciendo a la noble tarea de la política».
Los diez folios que ocupan la propuesta del Documento Cero se fueron con él a Sevilla. Algunos miembros del partido en Sevilla dijeron: «Vamos a ver qué dice este loco». Pero la música sonó ahora con otra fuerza. Así empezó a tomar cuerpo una decisión política: que el alcalde de Córdoba sería el candidato a las siguientes elecciones autonómicas de Andalucía. Anguita aceptó la propuesta en nombre de todas aquellas ideas expresadas por escrito. Un nuevo reto estaba en marcha.