LENTA MARCHA PARA LA HISTORIA

En sus orígenes, el Partido Comunista en España se benefició de la escisión en el seno de la Federación de Juventudes Socialistas del PSOE el 15 de abril de 1920. Durante al menos diez años, aquel primer partido apenas sí agrupó a un millar de militantes, todos, como era natural, provenientes del socialismo que lideraba el PSOE.

Fue Santiago Carrillo el que en varias ocasiones habló de «recomponer la fractura histórica de 1921». ¿Qué quería decir? En un libro editado en Francia, fruto de una larga entrevista que le hicieron Debray y Gallo, el entonces secretario general del PCE dijo en 1974: «Creo que la escisión de 1921 fue un hecho comprensible en las circunstancias de la época… una necesidad histórica. Ahora bien, a pesar de todo, no creo que deba ser una separación para siempre… Sobrepasar la escisión de 1921 es una necesidad básica histórica, real».

Cuenta Anguita que fue la Revolución rusa la que dividió al Partido Socialista en España. El PSOE mandó entonces una delegación a Rusia encabezada por Fernando de los Ríos, y la delegación volvió dividida de aquel viaje. Una parte creía en 1921 que el camino a seguir lo estaba marcando la Revolución Soviética, mientras otros tenían sus dudas. Aquel debate tuvo su sitio en el seno del Partido Socialista, y significó, entre otras cosas, la marcha de Santiago Carrillo de las Juventudes Socialistas hacia el Partido Comunista en España. Esa fractura del año 1921 es la que Carrillo quería recomponer volviendo a la «casa del padre» cincuenta años más tarde.

—Después, viendo lo que ha hecho Santiago Carrillo, se ha entendido perfectamente su posición. Es curioso cómo los hechos se ven ya en su momento, pero tiene que venir la historia para decir «llevabais razón». Esto es dolorosísimo, porque después, cuando ves lo que está pasando es fácil. ¿Pero y antes?, ¿y el sufrimiento que ha habido? Hubo un momento en que Carrillo entendió que la revolución ha sido un fenómeno específicamente ruso, que lo del comunismo le ha podido servir en un momento importante, pero que en el fondo hay que volver a la socialdemocracia y así lo demostró con los últimos años de su vida. Carrillo quería volver a la casa nodriza, que él consideraba que era el PSOE.

—¿Qué significa ser comunista?

—Significa lo contrario de egoísta. No es que sean solo egoístas quienes no son comunistas, pero un comunista no puede ser avaricioso, deber ser lo más opuesto a ello si lo es de verdad. Una cosa es asumir la realidad, otra cosa es aceptarla y modificarla, y otra claudicar ante ella. Un marxista se toma tiempo, pero no se conforma. Los derechos humanos seguirán siendo válidos hasta que se cumplan. Y no importa el tiempo. En más de una ocasión hemos dicho, y lo suscribo plenamente, que «tenemos la eternidad entera». Nuestra vida es muy corta… y la marcha de la historia es muy lenta. La marcha de la historia es muy lenta. Sí, muy lenta. Teniendo en cuenta esa lentitud de la historia, ¿hay que darse por satisfechos con lo conseguido?

»El ser humano puede luchar por aquello en lo que cree, pero recoge los frutos que puede obtener. Aquí hemos tenido el final de una dictadura, la que llaman democracia y no lo es, el final de la violencia de ETA… Supongo que no nos satisface, que es insuficiente.

—La diferencia que hay entre un lodazal social y un proyecto de sociedad nueva es la permanente insatisfacción. El que se instala en la satisfacción se instala en el lodazal. Nunca se ha avanzado desde la satisfacción. Es más, como decía el filósofo Kolakowski, la izquierda siempre necesita más, es la crítica continua como actitud. La insatisfacción no es una mortificación, atención, ni un tormento, es insatisfecha porque siempre quiere más. Ese es un rasgo definitorio de la izquierda. La derecha es la instalación en lo que hay.

»Antes se decía que «el papel de la dirección del partido es decidir». Eso lo escuché por primera vez en la clandestinidad, cuando se acercaba la legalización del PCE, un año antes. Nos habíamos reunido en una especie de taller de hierros viejos, de Teresa Álvarez, una compañera que con el tiempo formó parte del equipo municipal de Córdoba, y se presentó Manuel Delicado, un dirigente mítico, sevillano, que venía de París. En un momento determinado yo le contesté a Manuel y me miraron con horror: atreverse a contestarle a Manuel Delicado, por favor. Pero Manuel Delicado había dicho: «Camaradas, el partido es el estado mayor y el estado mayor decide, que para eso sabe y estudia» (lo pronuncia imitando a Manuel Delicado, con tono paternalista y pausado).

»Cuando yo digo que el partido es el intelectual orgánico no quiero decir que sea el estado mayor, sino que es el motor del pensamiento, que no es lo mismo, pero su voto, el de la dirección, vale igual que el voto del último que ha llegado al partido. Esta diferencia es abisal. Es volver a los orígenes. Al final el PCE se equivoca, y su secretario general, porque aquí cada cual va haciendo dejación de sus funciones. La base en el dirigente medio, el dirigente medio en la dirección central, la dirección central en cada uno de sus distintos niveles, y todos se las dejan al secretario general, que es el que manda. Esta visión monárquica, teocrática casi del poder, ha contaminado a los partidos comunistas pero también a los otros, nadie se escapa. Ya pasó en la Unión Soviética. ¿Por qué? ¿Es necesariamente así? No. Yo digo que ser comunista es muy difícil. Muy difícil. Puedes jugarte la vida en una revolución, pero construir este modelo es muy difícil. Difícil porque tienes que ser más laico, porque visiblemente no tienes que hacer ostentación de tu militancia.

—Es que tú no hablas nunca de comunismo», te dicen.

—Ni me oiréis hablar. Yo hablo de derechos humanos, y desafío a que me digas si el fiel cumplimiento de la solemne Declaración de Derechos Humanos no implica una sociedad distinta.

—Sí.

—Pues ya está. Pero el pensamiento común necesita llevar el estandarte de «comunismo» por delante, cuando en muchas ocasiones el estandarte suple la carencia de ideas. Es una conducta humana, ya lo sé, una conducta que existe desde que existe el ser humano.

Aceptar la candidatura al Ayuntamiento de Córdoba fue un paso importante. Abrir aquella puerta le alejaba de su gran vocación como profesor, de su sueño de impartir la docencia en la universidad.

—Fue pasar de la calle a las instituciones, un baño de realidad tremendo, y, por tanto, dejar de pensar en cuál va a ser tu futuro. Tú sabes que te han embarcado de repente en una aventura y que más pronto que tarde volverás a la docencia, que era lo mío. Más pronto que tarde es una frase hecha. Pero yo pensaba que sería más bien pronto. Hasta que de repente un día surge todo lo demás, la Convocatoria por Andalucía. Surge no, la iniciamos. Y me puse al servicio de la idea. Después ocurre que me llevan a Madrid… Es decir, que escogí mi camino, aunque me alejara de mi pasión por la enseñanza académica.

Lo que Julio Anguita hubiera querido y lo que realmente pasó. En su vida. Lo que Julio Anguita hubiera querido para el PCE y lo que realmente pasó. Porque para el PCE hubiese querido la valentía de abordar colectivamente una nueva época. Un partido de corte gramsciano, con los mejores hombres y mujeres entregados al pensamiento, a la acción, inmersos sobre todo en el tejido social.

Lo piensa para esta época. Pero ya lo pensaba —y lo escribió— hace treinta años, en 1983.

—Un partido comunista para mí no puede presentarse a unas elecciones. Eso es un disparate. Porque su programa electoral estará condicionado. No, tiene que estar en otras instancias y apoyar el programa que crea más conveniente. Esto que digo es muy grave, porque le estoy negando al PCE esa posibilidad, pero creo honestamente que tiene que negarse a sí mismo si quiere pervivir. Para mí el partido es el intelectual orgánico que nutre, se alimenta, organiza, incide, acepta, debate y se somete a la decisión mayoritaria y democrática de las organizaciones en las que trabajan sus hombres y mujeres. Es otro tipo de partido, centrado exclusivamente en la incidencia social. Niégate PCE. Lo importante es que tu levadura esté ahí. Y entonces la levadura se reúne, piensa, dialoga, actúa… Es un partido distinto. Esto es algo que llevo pensando desde que lo escribí en el año 1983. Hace treinta años. Treinta años, pero ya digo, la marcha de la historia camina muy lenta. Demasiado.