—Los resultados electorales de 1982 fueron un auténtico desastre para el PCE. Tú quieres situar aquí el arranque del libro. Comenzar con la estupefacción y el impacto de aquella derrota.
—Sin duda. Situaría aquí el arranque porque a partir de ese momento cada uno busca dentro del partido su ubicación, su sentido. Aquel golpetazo electoral llevaría al PCE a preguntarse: «¿Y ahora cómo salimos de esta?», «¿Qué pasa con el comunismo?», o «¿En qué nos hemos equivocado?».
—Eso da origen al recambio de Santiago Carrillo en la secretaria general del PCE. Pero no solo…
—Sí, aquello lleva a Gerardo Iglesias a plantear en su XI Congreso la política de convergencia, que es la búsqueda de alianzas, no con el PSOE, sino de alianzas de izquierda. Ahí está el germen de Izquierda Unida. Precisamente ahí.
—En este libro queremos contar la historia de Izquierda Unida, comprobar hasta dónde llegó, saber qué utopías se alcanzaron, ver dónde se cometieron errores…
—Contaremos cómo abordamos los problemas concretos de la gente, por un lado; y en qué nos adelantamos al futuro. Cómo se encarnó ese otro mundo. Esa idea. Si atrapamos o no el alma inmortal de don Quijote en lo que hicimos. De qué manera sorteamos los obstáculos que se oponen al trabajo encaminado a convertir en realidad las utopías, que no quimeras, porque nuestras utopías, como todas las utopías que en el mundo han sido, son posibles.
—Me admitirás que si la debacle electoral del año 1982 fue el momento impactante para el PCE; el momento primordial de tu vida política es cuando, unos años después, te llevan a Madrid —porque te llevan más que vas— y te eligen secretario general del PCE.
—Eso es verdad. Pero para el proyecto de IU, la clamorosa derrota electoral del PCE obliga a Gerardo a buscar una alternativa, y en medio de esa búsqueda está el XI Congreso que yo presidí, la expulsión de Santiago Carrillo… Es decir, a partir de ahí es como el PCE busca un explicación a lo que ha habido.
—Y al parecer lo hace en una época (la década de los años ochenta) en la que el PSOE demuestra que no es la izquierda que muchos creyeron.
—Exacto. Una época en la que CCOO ya se había dado cuenta de que el partido no era su brazo político, que no lo era de igual manera que el PSOE lo era de la UGT. En aquellos momentos, Marcelino Camacho tenía una gran autoridad, pero ya hay movimientos que van gestando otras maneras, y que tienen como elemento más significativo a Antonio Gutiérrez, que marca una línea distinta.
—Lo importante de aquel hachazo electoral es que abre las posibilidades de explorar nuevas alternativas, como es el caso de la política de convergencia, y obviamente Convocatoria por Andalucía e Izquierda Unida.
—Siguiendo la estructura del libro, del batacazo electoral nos podemos ir en la narración hacia el pasado para ver por qué ha ocurrido. Diseccionar las dos almas del PCE. Hay que hablar de lo que fue el partido en sus elaboraciones. La legalización del PCE es clave en esto. Es decir, lo que el partido deja en el camino.
—Te refieres a la aceptación de la monarquía en 1977, dejando de lado la República, la aceptación de la bandera bicolor, la unidad de España…
—Lo importante no es lo que deja a un lado con la aceptación de la monarquía, etc., sino que parece dejarlo como una consecuencia lógica de un triunfo, la legalización. Lo hacen y se vanaglorian de ello. Es decir, de la necesidad se hizo virtud. Y se presenta como un triunfo. «Al legalizarnos ya se ha producido la ruptura democrática». Eso no fue más que una manera de autoengañarse. Y al justificar todo lo que había ocurrido, empieza a vivirse en un permanente engaño… hasta la debacle del 28 de octubre de 1982. Ahí se impone la reflexión y el análisis. Ahí comienza a gestarse lo nuevo.