CREYERON QUE GOBERNARÍAN ESPAÑA

De hecho esperaban muchísimo más. Pensaron incluso que podrían gobernar España. Que el broche de oro a toda esa lucha llegaría en las elecciones generales de 1977. En cualquier caso esperaban más, mucho más que un ínfimo resultado. En este caso sería muy simple echar la culpa a los poderes fácticos nacionales o internacionales de tal fiasco. La verdadera razón para que no llegara ese espaldarazo la ofreció probablemente el veterano Ignacio Gallego:

Fuimos fundamentalmente nosotros mismos, los propios comunistas, con nuestra incapacidad para afrontar y resolver adecuadamente los problemas que nos planteaba la nueva etapa política que se abría con la caída de la dictadura franquista, los que alimentamos las crisis del partido.

Si 1977 no fue un buen año electoral para el PCE, qué decir de la debacle electoral de 1982. Cómo digerir un naufragio político de aquellas proporciones. También Gregorio Morán, en su libro Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, mantiene la opinión de que fue el propio partido quien se suicidó ante la perpleja mirada de amigos y enemigos.

En 1976 podía decirse sin exagerar que se trataba del partido con mayor implantación social, prestigio y autoridad; su líder, Santiago Carrillo, estaba considerado el profesional político más experimentado y hábil no solo del país, sino allende las fronteras. Pasaron seis años (de 1976 a 1982), y el partido se convertía en una parodia de sí mismo y su secretario general, dimitido y denostado, en un fantasma sin castillo.