Mientras los misiles eran sufridos por Yugoslavia, celebrados por la televisión y vendidos por las jugueterías del mundo, dos muchachos realizaron el sueño de la guerra propia.
A falta de enemigo, eligieron lo que tenían más a mano. Eric Harris y Dylan Klebold mataron a trece y dejaron un tendal de heridos, en la cafetería del colegio Columbine, donde estudiaban. Fue en Littleton, una ciudad que vive de la fábrica de misiles de la empresa Lockheed. Eric y Dylan no usaron misiles. Usaron pistolas, rifles y municiones que compraron en el supermercado. Y después de matar, se mataron.
La prensa informó que habían colocado, además, dos bombas de propano, para volar el colegio con todos sus ocupantes, pero las bombas no estallaron.
La prensa casi no mencionó otro plan que tenían, por lo absurdo que era: estos jóvenes enamorados de la muerte pensaban secuestrar un avión y estrellarlo contra las torres gemelas de Nueva York.