Nace el día, tocado por los dedos del sol.
En los campos de El Salvador, las mujeres encienden los fogones y comienzan sus trajines.
—¿Cómo amaneciste? —preguntan, porque también ellas, como el día, amanecen.
Por sus cuerpos conocen lo que el nuevo día les dará. En los años de la guerra, a la hora del amanecer, cada cuerpo de mujer era un mapa del miedo. Si el miedo oprimía los pechos, alguno de los hijos no iba a regresar. Si pinchaba la barriga, el ejército se estaba acercando. Y si dolía en los riñones, iba a faltar agua en el pozo: y se iba a jugar la vida quien saliera a buscarla.