A la orilla del altar, en las iglesias de México, se acumulan los exvotos. Son imágenes y letras, pintadas sobre latitas, que dan gracias a la Virgen de Guadalupe, porque las tropas de Pancho Villa violaron a mi hermana y a mí no;
gracias al Santo Niño de Atocha, porque tengo tres hermanas y yo soy la más fea y me casé primero;
gracias a la Virgencita de los Dolores, porque antenoche mi mujer se juyó con mi compadre Anselmo y con eso él va a pagar todas las que me ha hecho;
gracias al Dibino Rostro de Acapulco, porque maté a mi marido i no me isieron nada.
Así era. Y sigue siendo. Pero también se ven novedades, como los exvotos que dan gracias a Nuestro Señor Jesucristo porque crucé el río y me vine a los Estéis y no me augué ni me murieron.
Alfredo Vilchis, llamado Leonardo da Vilchis, pinta exvotos por encargo en el mercado de la Lagunilla. Sus Jesucristos tienen, todos, la cara de él. Y con frecuencia también pinta, para acompañar las palabras de gratitud, arcángeles vestidos de futbolistas. Son muchos los clientes que se han encomendado al Cielo en vísperas de los partidos decisivos, y el divino poder ha otorgado la gracia de los goles al club de sus amores o a la selección mexicana.