La inflación

Había sido un viviente flaco, pero fue un globo en la muerte.

Para clavar la tapa del ataúd, toda la parentela tuvo que sentarse encima. Y hubo diversidad de opiniones sobre ese engordamiento súbito:

—La muerte hincha.

—Es el gas carbónico.

—Es la mala leche.

Es el alma —sollozó la viuda—. El alma, que quiere salirse del traje.

El traje, un tweed inglés, había sido el único lujo en toda la vida del finado. Él se lo había mandado hacer, de medida, para vestir su muerte, cuando ya le volaban cerca las lechuzas y vio que estaba por llegar al finalmente.

Herencia, no dejó. Nada. La familia, que siempre había vivido en la pobreza, no notó la diferencia.

Muchos años después, Nicola Di Sábato asistió al desentierro de su tío.

Poco había quedado del difunto: los huesos y el traje en jirones.

El traje estaba todo relleno de dinero.

Los billetes, muchos miles de billetes, ya no valían nada.