Un caso muy común

A sus años, doña Chila Monti ya estaba en la frontera entre la tierra y el cielo, más cerca del arpa que de la guitarra.

El hijo, Horacio, lo sabía, pero se pegó un susto cuando la vio: le giraban los ojos, tenía el corazón en un sofoco y las manos tembleques. Con el poco aire que le quedaba, doña Chila pudo musitar:

—Me robaron.

Cuando Horacio preguntó qué cosas le habían robado, ella recuperó al instante la visión, la respiración y el pulso. Y el habla. Indignada, dijo:

—¿Cosas? Vos bien sabés que yo no tengo nada. ¿Qué se iban a llevar? Me iré con lo puesto, cuando Dios me llame.

Y puso los puntos sobre las íes:

—Cosas, no. Los ladrones me robaron las ideas.