Ya es santo, casi ángel, José María Escrivá de Balaguer, que por nosotros vela desde el Cielo.
En vida, este piadoso siervo de Dios predicó el amor a la guerra, denunció a los rojos y a los libertinos, odió a los homosexuales y a los judíos, despreció a las mujeres y fundó el Opus Dei.
Mucho antes de que el Papa lo hiciera santo, el generalísimo Francisco Franco lo había hecho marqués, en recompensa por sus servicios. Mientras Franco exterminaba la república española y aniquilaba a los herejes, Escrivá le cantaba himnos de alabanza y custodiaba la paz de su espíritu.
En el camino de la gracia divina, hizo numerosos milagros.
Sus milagros más asombrosos ocurrieron en 1996. Escrivá ya era difunto y todavía no era santo, pero ya andaba en eso, y desde el Cielo acudió en auxilio de la= víctimas de la inseguridad ciudadana. En Guadalupe, México, un devoto imploró ayuda a su estampita, y al día siguiente apareció la camioneta que le habían llevado los ladrones. Y poco después, algunas feligresas le rezaron una novena en Milán, Italia, y seis automóviles robados, últimos modelos de prestigiosas marcas, fueron milagrosamente recuperados por sus propietarios.