Sin documentos, sin dinero, sin nada, se echó a caminar desde su aldea de Sierra Leona. La madre regó con agua sus primeras huellas, para darle suerte en el viaje.
De los que con él salieron, ninguno llegó. Algunos fueron atrapados por la policía, y otros fueron comidos por la arena o la mar. Pero él ha conseguido entrar en Barcelona. Junto a otros sobrevivientes de otras odiseas, hace noche en la plaza Cataluña. Yace sobre el suelo de piedra, cara al cielo.
En el cielo, que poco se ve, busca sus estrellas. Aquí no están.
Quisiera dormir, pero nunca se apagan las luces de la ciudad. Aquí la noche es día también.