A través de los campos y los tiempos, marchaba el tren desde Sevilla hacia Morón de la Frontera. Y a través de la ventana, el poeta Julio Vélez contemplaba, con ojos cansados, las arboledas y las casas que huían en ráfagas, mientras su memoria deambulaba por las geografías y los años.
Sentado frente a Julio, iba un turista. El turista quería practicar su dificultosa lengua castellana, pero Julio andaba quién sabe por dónde, buscando alguna certeza que se le había ido, alguna palabra o mujer que se le había perdido.
—¿Usted es andaluz? —preguntó el turista. Julio, ausente, asintió.
Y el turista, intrigado, insistió:
—Pero si es andaluz, ¿por qué está triste?