La comedia del medio siglo

Se cumplían cincuenta años de las explosiones atómicas que habían aniquilado Hiroshima y Nagasaki.

La Smithsonian Institution anunció, en Washington, una gran exposición.

La muestra iba a incluir mucha información documental y numerosas opiniones de científicos, historiadores especializados y expertos militares. También iba a ofrecer testimonios de los protagonistas, desde el coronel que comandó los bombardeos, a quien aquel asunto nunca le había quitado el sueño, hasta algunos japoneses sobrevivientes, que habían perdido el sueño y todo lo demás.

Los visitantes de la exposición corrían el peligro de enterarse de que la multitud asesinada desde el cielo estaba formada, en su mayoría, por mujeres y niños. Y, peor todavía, la amplia documentación reunida podía informarles que las bombas no habían sido arrojadas para ganar la guerra, porque la guerra ya había sido ganada, sino para intimidar a la Unión Soviética, que era el próximo enemigo.

Para evitar esos graves riesgos, la muestra se anunció, pero nunca ocurrió. Todo se redujo a la exhibición del Enola Gay, el avión que había descargado las bombas, para que los patriotas fervorosos pudieran besarle la nariz.