El público

Había un gentío a las puertas del cine Yara, en La Habana, y un policía intentaba organizar la cola. La intención era buena, quizás heroica, pero no parecía muy realista. Cada vez que él conseguía poner a la gente en fila, la cola estallaba en un nuevo tumulto.

Solita estaba la autoridad, impotente ante la pasión por el cine y la pasión por el caos, cuando la voz de mando se hizo escuchar:

—¡Atrás! —ordenó el policía—. ¡Damas y caballeros, la cola se hace atrás del muro! ¡Del muro, para allá!

—¿Qué muro? —preguntó la multitud, desconcertada. Y la espada del orden explicó:

—Si el muro no está… ¡imagínenlo!