El baile

Helena bailaba dentro de una caja de música, donde las damas de miriñaque y los caballeros de peluca giraban y hacían reverencias y seguían girando. Aquellos trompos de porcelana eran un poco ridículos pero simpáticos, y daba placer deslizarse con ellos en la espiral de la música, hasta que en una voltereta Helena tropezó, cayó y se rompió.

El golpe la despertó. El pie izquierdo le dolía mucho. Quiso levantarse, no podía caminar. Tenía el tobillo muy inflamado.

—Me caí en otro país —me confesó— y en otro tiempo. Pero no se lo dijo al médico.