Primera música

Sonaba como los mosquitos en verano, aunque no era verano.

Aquella noche de 1964, Amo Penzias y Robert Wilson no podían trabajar en paz. Desde una cresta de los montes Apalaches, los dos astrónomos estaban tratando de captar las ondas emitidas por quién sabe qué lejanísima galaxia, pero la antena les devolvía un zumbido que les atormentaba los oídos.

Después, se supo. El zumbido era el eco de la explosión que había dado origen al universo. Aquella vibración de la antena no venía de los mosquitos, sino del estallido que había fundado el tiempo y el espacio y los astros y todo lo demás. Y quizá, quién sabe, digo yo, el eco estaba todavía ahí, resonando en el aire, porque quería ser escuchado por nosotros, terrestres personitas, que también somos ecos de aquel remoto llanto del universo recién nacido.