La palabra

En la selva del Alto Paraná, un camionero me advirtió que tuviera cuidado:

Ojo con los salvajes —me dijo—. Todavía andan algunos sueltos por aquí. Por suerte, quedan pocos. Ya los están encerrando en el zoológico.

Él me lo dijo en idioma castellano. Pero no era ésa su lengua de cada día. El camionero hablaba en guaraní, en la lengua de esos salvajes que él temía y despreciaba.

Cosa rara: el Paraguay habla el idioma de los vencidos. Y cosa más rara, todavía: los vencidos creen, siguen creyendo, que la palabra es sagrada. La palabra mentida insulta lo que nombra, pero la palabra verdadera revela el alma de cada cosa. Creen los vencidos que el alma vive en las palabras que la dicen. Si te doy mi palabra, me doy. La lengua no es un basurero.