Parece orquídea, pero no. Huele a gardenia, pero tampoco. Sus grandes pétalos, alas blancas, tiemblan queriendo volar, irse del tallo; y ha de ser por eso que en Cuba la llaman mariposa.
Alessandra Riccio plantó, en tierra de Nápoles, un bulbo de mariposa, traído desde La Habana. En tierra extraña, la mariposa dio hojas, pero no floreció. Y pasaron los meses y los años, y seguía sin dar nada más que hojas cuando unos cubanos amigos de Alessandra llegaron a Nápoles y se quedaron en su casa durante una semana.
Entonces, en los alrededores de la planta, sonaron Sr resonaron las voces de su tierra, el antillano modo de decir cantando: la planta escuchó esa música de las palabras durante siete días y siete noches, porque los cubanos hablan despiertos y dormidos también.
Cuando Alessandra dijo adiós a sus amigos, y regresó del aeropuerto, encontró en su casa una flor blanca recién nacida.