Según se cuenta en Veracruz, ésta fue la primera casa de Hernán Cortés en tierras de México.
Cortés mandó que fuera hecha de adobe, con piedras del río Huitzilapan y corales de los arrecifes de la mar, cerquita del lugar donde había amarrado su nave capitana.
La casa, todavía en pie, parece viva; pero ha muerto por asfixia. Un árbol enorme ha estrangulado, con mil brazos, la casa del conquistador. Ramas, lianas y raíces han aplastado las paredes, han invadido el patio y han tapiado las ventanas, por donde ya no entra ni un poquito de luz. El tupido ramaje sólo ha dejado una puerta abierta, para nadie, mientras día tras día se sigue cumpliendo la lenta ceremonia de la devoración, un trabajo de siglos, ante la indiferencia o el desprecio de los vecinos.