La buena salud

En alguna parada, un enjambre de muchachos invadió el ómnibus.

Venían cargados de libros y cuadernos y chirimbolos varios; y no paraban de hablar ni de reír. Hablaban todos a la vez a los gritos, empujándose, zarandeándose, y se reían de todo y de nada.

Un señor increpó a Andrés Bralich, que era uno de los más estrepitosos:

—¿Qué te pasa, nene? ¿Tenés la enfermedad de la risa?

A simple vista se podía comprobar que todos los pasajeros de aquel ómnibus habían sido, ya, sometidos a tratamiento, y estaban completamente curados.