Pepa

Pepa Lumpen estaba muy averiada por los años. Ya no ladraba; y se caía al caminar. El gato Martinho se acercó y le lamió la cara. Pepa siempre lo ponía en su lugar, gruñendo y mostrándole los dientes; pero ese último día se dejó besar.

Callada quedó la casa, vacía de ella.

En las noches siguientes, Helena soñó que cocinaba en una olla que tenía el fondo roto, y también soñó que Pepa la llamaba por teléfono, furiosa porque la teníamos bajo tierra.