Cuando mira una montaña, Miriam Míguez quisiera atravesarla con la mirada, para entrar al otro lado del mundo. Cuando mira su infancia, ella también quisiera atravesar con la mirada esos años idos, para entrar al otro lado del tiempo.
Al otro lado del tiempo, está la abuela.
En su casa de Córdoba, la abuela escondía algunas cajas secretas. A veces, cuando Miriam y ella estaban a solas, y no había peligro de que algún intruso asomara la nariz, la abuela entreabría sus tesoros y dejaba que la nieta viera.
Aquellas lentejuelas, medallitas, plumas de pájaros, llaves viejas, palillos de ropa, cintas de colores, hojas secas y recortes de revistas parecían cosas; pero las dos sabían que eran mucho más que cosas.
Cuando la abuela murió, todo eso desapareció, quizá quemado o arrojado a la basura.
Miriam tiene, ahora, sus propias cajas secretas. A veces las abre.