Unos días más tarde volvió a aparecer por el bar. Al verle le sonrió como a un viejo amigo:
—Tengo que darle otra vez las gracias. Ese calvo viene aquí con frecuencia y es muy desagradable.
—Olvídese de él.
—¿Por qué se habrá metido conmigo?
—Es un pobre borracho. Se lo ruego una vez más: olvídese de él.
—Si usted me lo pide, entonces me olvidaré.
El hombre alto la miró a los ojos:
—Prométamelo.
—Se lo prometo.
—Es precioso oírla decir que me lo promete —dijo el hombre y siguió mirándola a los ojos.
La coquetería estaba presente: un comportamiento que pretende comunicarle al otro que la aproximación sexual es posible, aunque al mismo tiempo esa aproximación sea sólo teórica y sin garantías.
—¿Cómo es posible que en el barrio más feo de Praga se encuentre uno con una mujer como usted?
Y ella:
—¿Y usted? ¿Qué hace usted en el barrio más feo de Praga?
Le dijo que no vive lejos de allí, que es ingeniero y que se detuvo allí la primera vez por pura casualidad al volver del trabajo.