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Durante el día, Teresa trataba (aunque con éxito sólo parcial) de creer en lo que decía Tomás y de estar alegre como lo había estado hasta entonces. Pero los celos domados durante el día se manifestaban con tanta mayor fiereza en sus sueños, que terminaban siempre en un lamento del que él tenía que despertarla.

Los sueños se repetían como variaciones sobre temas o como seriales de televisión. Con frecuencia se reiteraban, por ejemplo los sueños sobre gatas que le saltaban a la cara y le clavaban las uñas. Podemos encontrar una explicación bastante sencilla para esto: en el argot checo, gata es la denominación de una mujer guapa. Teresa se sentía amenazada por las mujeres, por todas las mujeres. Todas las mujeres eran amantes en potencia de Tomás y ella les tenía miedo.

En otro ciclo de sueños, la enviaban a la muerte. Una vez, en medio de la noche, él la despertó cuando gritaba aterrorizada y ella le contó: «Había una gran piscina cubierta. Seríamos unas veinte. Todas mujeres. Todas estábamos desnudas y teníamos que marchar alrededor de la piscina. Del techo colgaba un cesto y dentro de él había un hombre de pie. Llevaba un sombrero de ala ancha que dejaba en sombras su cara, pero yo sabía que eras tú. Nos dabas órdenes. Gritabas. Mientras marchábamos teníamos que cantar y hacer flexiones. Cuando alguna hacía mal la flexión, tú le disparabas con una pistola y ella caía muerta a la piscina. Y en ese momento todas empezaban a reírse y a cantar en voz aún más alta. Tú no nos quitabas los ojos de encima y, cuando alguna volvía a hacer algo mal, le disparabas. La piscina estaba llena de cadáveres que flotaban justo debajo de la superficie del agua. ¡Y yo me daba cuenta de que ya no tenía fuerza para hacer la siguiente flexión y de que me ibas a matar!».

El tercer ciclo de sueños se refería a ella ya muerta.

Yacía en un coche fúnebre grande como un camión de mudanzas. A su lado no había más que mujeres muertas. Había tantas que las puertas tenían que quedar abiertas y las piernas de algunas sobresalían.

Teresa gritaba: «¡Si yo no estoy muerta! ¡Si lo siento todo!».

«Nosotras también lo sentimos todo», reían los cadáveres.

Reían exactamente con la misma risa que aquellas mujeres vivas que alguna vez le habían dicho con satisfacción que era del todo normal que ella tuviera un día los dientes estropeados, los ovarios enfermos y arrugas en la cara, porque ellas también tenían los dientes estropeados, los ovarios enfermos y arrugas en la cara. ¡Con la misma risa ahora le explicaban que estaba muerta y que así es cómo tenía que ser!

De pronto sintió ganas de hacer pis. Gritó: «¡Pero si tengo ganas de hacer pis! ¡Eso prueba que no estoy muerta!».

Y ellas volvieron a reírse: «¡Es normal que tengas ganas de hacer pis! Todas esas sensaciones permanecerán durante mucho tiempo. Es como cuando a alguien le amputan una mano y sigue sintiéndola mucho después. Nosotras ya no tenemos orina y sin embargo siempre tenemos ganas de hacer pis».

Teresa se abrazó en la cama a Tomás: «¡Y todas me tuteaban, como si me conocieran de toda la vida, como si fueran amigas mías y yo sentía pánico de tener que quedarme con ellas para siempre!».