Notas

[1] Un dato poco conocido: los únicos ciudadanos estadounidenses cuyos números de la Seguridad Social empiezan con el numeral 9 son los que trabajan o han trabajado en algún momento como empleados contratados de la Agencia Tributaria. A través de su relación especial con la Administración de la Seguridad Social, la Agencia Tributaria te emite un número nuevo de la SS el mismo día en que entra en vigor tu contrato. Es como si nacieras de nuevo, en términos de documento de identidad, cuando entras en la Agencia. Esto es algo que saben muy pocos ciudadanos de a pie. Y no hay razón por la que tuvieran que saberlo. Pero piensen en los números de la Seguridad Social de ustedes, o en los de la gente lo bastante cercana a ustedes como para haberles confiado sus números de la SS. Solamente hay un número por el que dichos números de la SS no empiezan nunca. Y ese número es el 9. El 9 está reservado a la Agencia. Y si te emiten uno así, ese número ya te queda para el resto de tu vida, por mucho que te hayas ido de la Agencia Tributaria hace una eternidad. Es como que te marca, numéricamente hablando. Cada año por abril —y, por supuesto, cada trimestre en el caso de los que sean autónomos y presenten declaraciones trimestrales—, aquellas declaraciones y estimaciones cuyos declarantes tienen números de la SS que empiezan por 9 son automáticamente separadas del resto y dirigidas a través de un programa especial de procesado y examen que tiene lugar en el Centro Informático de Martinsburg. Tu estatus dentro del sistema queda alterado para el resto de tu vida. La Agencia reconoce a los suyos, para siempre. <<

[2] «Lo que sigue» es un término artístico; lo que realmente quiero decir es que todo lo que rodea este Prefacio es esencialmente verídico. El hecho de que el Prefacio haya sido movido 79 páginas hacia delante en el texto constituye otro acto reflejo de cautela de último minuto por parte de la editorial, sobre lo cual encontrarán más información más abajo. <<

[3] Por consejo de sus abogados de empresa, la editorial se ha negado a ser identificada por su nombre en este Prefacio del Autor, pese al hecho de que cualquiera que mire el lomo del libro, la página semititular o la titular verá inmediatamente cuál es la editorial en cuestión. Con esto quiero decir que se trata de una restricción irracional; pero, en fin, así sea. Tal como ha señalado mi propio abogado, a los abogados de empresa no se les paga para que sean completamente racionales, sino para que sean completamente precavidos. Y no cuesta nada ver por qué una corporación registrada americana como la editorial de este libro se iba a mostrar cautelosa ante la mera posibilidad de dar la impresión de que le están haciendo mofa a la Agencia Tributaria o bien (tal como dijo uno de los primeros memorandos histéricos de los abogados de empresa) de que están «instigando» una violación por parte del autor del Convenio de Confidencialidad que todos los empleados del Tesoro Público deben firmar. Pese a todo —tal como mi abogado y yo tuvimos que señalarles unas 105 veces antes de que los abogados de la compañía parecieran entenderlo—, la versión de la Confidencialidad que ahora vincula a todos los empleados del Tesoro Público, ya no solamente a los agentes de la Oficina para el Alcohol, el Tabaco y las Armas de Fuego y a los del Servicio Secreto, como pasaba antes, se instituyó en 1987, que resulta ser el mismo año en que los ordenadores y una poderosa fórmula estadística conocida como el ADANA («Algoritmo Discriminador de Auditoría o No Auditoría») empezaron a usarse en los exámenes de casi todas las declaraciones individuales de la renta de los americanos. Soy consciente de que les estoy infligiendo un chaparrón de datos considerablemente retorcido y confuso para ser esto un simple Prefacio, pero lo crucial aquí es que son el ADANA (a) y los elementos constituyentes de su fórmula para determinar qué declaraciones de la renta son más susceptibles de generar ingresos adicionales al someterlas a auditoría lo que la Agencia está intentando proteger, y que esa es la razón de que en 1987 el Convenio de Confidencialidad se extendiera de repente a los empleados de la Agencia Tributaria. En 1987, sin embargo, yo ya me había marchado de la Agencia. Lo peor de cierta circunstancia personal desagradable ya había quedado atrás y me habían aceptado el traslado a otra universidad, y para el otoño de 1986 yo ya estaba de vuelta en la Costa Este y completamente reintegrado en el sector privado, aunque por supuesto seguía teniendo mi nuevo número de la Seguridad Social. Toda mi carrera en la Agencia Tributaria tuvo lugar entre mayo de 1985 y junio de 1986. De ahí que el Convenio no me afecte. Por no mencionar el hecho de que yo no estaba precisamente en posición de saber nada comprometedor ni específico del ADANA. Mi puesto en la Agencia era de nivel bajísimo y regional. Durante casi todo el tiempo que pasé allí fui un examinador de a pie, lo que en la nomenclatura de la Agencia se conoce como un «pasapáginas». El rango de funcionario que figuraba en mi contrato era GS-9, que por entonces era el nivel más bajo que existía para los trabajadores a tiempo completo; había secretarias y conserjes que tenían rangos superiores al mío. Y estaba asignado a Peoria, Illinois, que es lo más lejos del Triple Seis y del Centro de Martinsburg que uno se puede imaginar. Cierto, al mismo tiempo —y esto es lo que preocupaba sobre todo a los abogados de la editorial—, Peoria era un CRE, una de las siete sedes centrales de la División de Examen de la Agencia Tributaria, que fue precisamente la división que resultó eliminada o, para ser más precisos (aunque esto es discutible), trasladada desde la División de Control hasta la recién expandida División Técnica, con la llegada del ADANA y de una red digital Fornix. Todo esto resulta bastante esotérico, toda esta información desprovista de contexto sobre la Agencia que yo había planeado hacerles tragar a ustedes en el principio mismo del libro, y les aseguro que todo lo explicaré y/o desarrollaré en términos mucho más elegantes y dramáticamente apropiados a lo largo de la autobiografía, en cuanto esta empiece. Por ahora, solamente para que ustedes no acaben completamente desconcertados y aburridos, baste con decir que la División de Examen es aquella división de la Agencia Tributaria que se encarga de peinar y seleccionar las distintas clases de declaraciones de la renta y clasificar algunas de ellas como «números 20», que es el término familiar que se usa en la Agencia para designar a las declaraciones de la renta que hay que mandar a la sede del distrito en cuestión para que las sometan a auditoría. Las auditorías en sí las llevan a cabo agentes de Hacienda, que suelen ser funcionarios de rango GS-9 o GS-11, empleados por la División de Auditorías. Cuesta exponer todo esto de forma natural o elegante, y les aseguro que ninguna de esta información abstracta es realmente vital para la misión del presente Prefacio. De manera que no lo duden si quieren saltarse o leerse por encima lo que sigue. Y no crean que el libro entero va a ser así, porque no lo va a ser. Pero si, en cambio, se mueren ustedes de ganas por saber más, toda aquella declaración de la renta que resulte elegida por la(s) razón(es) que sea(n) (alguna de las cuales son inteligentes y perspicaces y otras, con franqueza, chifladas y esotéricas, dependiendo del pasapáginas que te toque) por un examinador de la cadena y mandada para ser auditada tiene que ir acompañada de un Memorando Interno de la Serie 20 de la Agencia Tributaria, que es de donde viene el término «número 20». Igual que la mayoría de las agencias gubernamentales aisladas y (seamos francos) despreciadas, la Tributaria está infestada de jerga especial y de palabras en clave que al principio parecen impenetrables, pero que se asimilan tan deprisa y se usan tan a menudo que al final se convierten en algo casi habitual. A veces, yo todavía sueño en Jergagencia. Volviendo a lo que íbamos, sin embargo, Examen y Auditorías eran dos de las principales divisiones de la Rama de Control de la Agencia Tributaria, y lo que preocupaba a los abogados de empresa de la editorial era que los abogados de la Agencia Tributaria pudieran, si se sentían lo bastante agraviados y querían causar problemas por medio del Convenio de Confidencialidad, argumentar que tanto yo como los diversos compañeros de trabajo y administradores del Centro CRE 047 que figuran en esta historia deberíamos ser constreñidos por los límites establecidos en el Convenio de Confidencialidad, puesto que no solamente habíamos estado empleados por la Rama de Control, sino también asignados al CRE que terminó figurando de manera tan prominente en lo que sería conocido bien como «la Nueva Agencia Tributaria», bien como «la Iniciativa Spackman» o simplemente como «la Iniciativa», que en apariencia fue creada por el Acta de Reforma Fiscal de 1986 pero en realidad fue el resultado de una larga y muy compleja regañina burocrática entre la Rama de Control y la Rama Técnica acerca de los Exámenes y la función que desempeñaba la división de Examen dentro de las operaciones de la Agencia Tributaria. Fin del chaparrón de datos. Si todavía están ustedes leyendo, confío en que una parte suficiente de todo esto les haya quedado lo bastante clara a ustedes como para entender por lo menos por qué la cuestión de si yo menciono o no explícitamente el nombre de la editorial no es una cuestión que yo haya decidido dedicar mucho tiempo ni mucha buena voluntad editorial a discutir. En cuestiones de no ficción, uno tiene que elegir sus batallas.

(a) Por cierto, lo del nombre de la fórmula no es broma. ¿Acaso los agentes de estadística de la Rama Técnica fueron conscientes de que le estaban dando al algoritmo un acrónimo tan pesado y de resonancias casi bíblicas? La verdad es que no lo parece. Tal como demasiados americanos saben ya, los programas informáticos son completa y enloquecedoramente literales y carentes de connotaciones, y también lo fue la gente de la Rama Técnica. <<

[4] (salvo la parte que dice «Todos los derechos reservados», claro) <<

[5] Esto último es un buen ejemplo de la clase de cosa que lanzó al departamento jurídico a un frenesí de circunspección y cautela exageradas. La gente no suele entender cómo se toman las compañías americanas de gran envergadura una simple amenaza de litigio. Tal como yo acabé descubriendo, no se trata tanto de si la editorial va a perder o no un pleito, lo que realmente les preocupa es el coste de defenderse del mismo, y el efecto de dichas costas en las primas de seguros de responsabilidad civil de la compañía, que ya de por sí son uno de los principales gastos de explotación. Los problemas legales son, en otras palabras, una cuestión primordial; y a todo aquel editor o abogado de empresa que exponga a una editorial a posibles acciones legales más le conviene poder demostrarle a su Director Financiero que se ha emprendido hasta la última medida de cautela y diligencia con el manuscrito, a menos que quiera comerse lo que en Exámenes solíamos llamar «un marrón de narices». Al mismo tiempo, no sería justo atribuir aquí a la editorial todos y cada uno de los cambios y desviaciones tácticos del texto. Yo (con lo que nuevamente me refiero a la persona humana David Wallace) también tengo miedo a los litigios. Igual que a muchos americanos, me han puesto demandas —dos, de hecho, aunque ambos pleitos fueron desestimados, y uno de ellos lo fue por frívolo antes incluso de que a mí se me llegara a tomar declaración—, y sé lo que sabemos muchos de nosotros: que los litigios no son divertidos, y que vale la pena dedicar tiempo y energía a evitarlos por adelantado siempre que sea posible. Además, por supuesto, de que por encima del proceso de veto y las diligencias preventivas ejercidos sobre El rey pálido acechaba la sombra de la Agencia, a la que a nadie en su sano juicio se le ocurriría nunca intentar cabrear de forma innecesaria, o incluso llamar del todo su atención institucional, puesto que la Agencia, igual que los litigios civiles, te pueden arruinar la vida sin necesidad de quitarte ni un centavo extra. <<

[6] P.ej., uno de ellos ahora es Comisionado Adjunto Regional para la Asistencia al Contribuyente en la Oficina del Comisionado Regional del Oeste que está situada en Oxnard, California. <<

[7] Una solicitud de copias de estas cintas de vídeo, firmada ante notario y llevada a cabo en 2002 bajo el Acta de Libertad de Información, se encuentra archivada en las Oficinas de Información al Público de la Agencia Tributaria, en el 666 de Independence Avenue, Washington DC… Y sí: el número de la calle de la sede central nacional de la Agencia es «666». Que yo sepa, no es más que un desafortunado accidente en la asignación de espacios de oficinas por parte del Departamento del Tesoro Público después de que se ratificara la Decimosexta Enmienda en 1913. En los centros regionales, el personal de la Agencia se solía referir a la oficina nacional como el «Triple Seis», algo cuyo significado es obvio, aunque de toda la gente con la que yo hablé nadie parecía saber cuándo se había empezado a usar el término. <<

[8] Este término tan impreciso pretende describir la reconstrucción dramatizada de una ocurrencia empíricamente real. Se trata de un recurso moderno común y completamente respetable, tanto en el cine (véanse The Thin Blue Line, Forrest Gump, JFK) como en la literatura (véanse A sangre fría de Capote, El motín del Caine de Wouk, Zombi de Oates, La roja insignia del valor de Crane, Lo que hay que tener de Wolfe, etcétera). <<

[9] La manera más fácil de ver que los contratos son distintos es fijarse en cómo reaccionamos a su violación. La sensación de traición o de infidelidad que el lector sufre si resulta que una pieza que supuestamente no es de ficción contiene cosas inventadas se debe a que se han violado los términos del contrato de la no ficción. Por supuesto, en la ficción también existen maneras de, entre comillas, engañar al lector, pero estas suelen ser más técnicas, es decir, cuestiones internas respecto a las normas formales de la historia (véase, por ejemplo, al narrador en primera persona de una novela de misterio que no revela que en realidad el asesino es él hasta la última página, pese a que es obvio que lo sabía desde el principio y ha reprimido la información solo para marearnos), y el lector suele sentirse más estéticamente decepcionado que víctima de una tomadura de pelo personal. <<

[10] Pido disculpas por la frase anterior, que es producto de una larga serie de regateos y negociaciones con el equipo de abogados de la editorial. <<

[11] (de la cual, para su información, en aquella época no existían cursos formales, o por lo menos eran muy escasos) <<

[12] (y con razón) <<

[13] El tercer año, por cierto, era el año en que muchos de los otros estudiantes de aquella universidad, los más privilegiados, entre ellos varios que habían sido clientes de mis trabajos por encargo, estaban disfrutando de su tradicional «semestre en el extranjero» en sitios como Cambridge y la Sorbona. Me limito a mencionarlo. No espero para nada que ustedes se vayan a rasgar las vestiduras ante cualquier hipocresía e injusticia que puedan discernir en este estado de cosas. Este Prefacio no es para nada una petición de compasión. Además, todo esto ya es agua pasada hace mucho tiempo, obviamente. <<

[14] (aunque muy improbable, dado lo mucho que se preocupaba la universidad por su reputación y por la publicidad) <<

[15] Perdón por esta frase. La verdad es que a veces todavía me sulfura, en términos emocionales, toda aquella situación que tuvo lugar con el archivador de la fraternidad y la subsiguiente necesidad de un chivo expiatorio para el escándalo que se les escapó de las manos. Hay dos datos que pueden ayudar a entender la longevidad de esa emoción: a) de los otros cinco alumnos que el Consejo Judicial consideró que o bien habían comprado proyectos de curso o bien los habían plagiado de otros que sí los habían comprado, dos terminaron licenciándose magna cum laude, y b) un tercero ahora es miembro del Consejo de Administración de la universidad. Me voy a limitar a poner sobre la mesa estos datos siniestros y dejar que ustedes extraigan sus conclusiones sobre este asunto tan feo. Mendacem memorem esse oportet. <<

[16] Y, por favor, disculpen esta artimaña. Debido a las restricciones familiares-legales que se detallan a continuación, esta clase de antiexplicación es la única forma en que se me permite evitar que toda la cuestión de mi presencia en el Centro 047 de la Agencia sea un vacío enorme, sin explicar y sin justificar, lo cual podría no estar mal (técnicamente) en ciertos tipos de ficción, pero en una autobiografía constituiría una violación profunda y esencial del contrato. <<

[17] (ni mi padre ni mi madre) <<

[18] Véase nota al pie 2, supra. <<

[19] Digo «burocracia» a pesar de que lo que condujo a la «Nueva Agencia Tributaria» fue en parte una mentalidad cada vez más anti- o post-burocracia por parte tanto del Triple Seis como del mando regional. Si quieren un ejemplo rápido, vean el siguiente fragmento de una entrevista al señor Donald Jones, que trabajó como Líder de Equipo con rango GS-13 del grupo de Rollizas del CRE del Medio Oeste entre 1984 y 1990:

Tal vez sería útil definir «burocracia». El término. ¿De qué estamos hablando? Ellos decían que bastaba con acudir al diccionario. Administración que se caracteriza por la difusión de la autoridad y la sumisión a unas reglas operativas inflexibles, se cierran comillas. Unas reglas operativas inflexibles. Un sistema administrativo en el que la necesidad o el deseo de seguir procedimientos complejos impide las acciones eficaces, se cierran comillas. Durante las reuniones proyectaban en la pared transparencias con esa definición. Decían que él los obligaba a recitarla como si fuera una especie de catecismo.

Lo cual quiere decir, en términos discursivos, que el par de años de los que estamos hablando aquí vieron cómo una de las mayores burocracias del mundo sufría una convulsión en la que intentaba concebirse de nuevo a sí misma como una no-burocracia o incluso como una anti-burocracia, lo cual de entrada puede dar la impresión de no ser más que un divertido momento de capricho burocrático. De hecho, fue aterrador; fue un poco como ver a una máquina enorme que cobraba conciencia y trataba de empezar a pensar y sentir como un ser humano. El terror de películas afines como Terminator o Blade Runner se basaba en esa misma premisa… aunque por supuesto, en el caso de la Agencia, las convulsiones y sus repercusiones, aunque más difusas y menos dramáticas, tuvieron un impacto real sobre las vidas de los ciudadanos americanos.

Nota: Cuando el señor Jones habla de «ellos» se refiere a ciertas figuras de los altos niveles que constituían los exponentes de lo que se denominó «la Iniciativa», que es algo que resultaría completamente poco práctico intentar explicar aquí en abstracto (aunque véase el epígrafe 951458221 del §14, la Entrevista Documental, que consiste en una versión larga y probablemente no muy centrada de una explicación de ese tipo llevada a cabo por el señor Kenneth [«Ken el Comosellame»] Hindle, uno de los pasapáginas más veteranos del grupo de examinadores de a pie al que yo terminé [después de un sinfín de confusión inicial y destinaciones erróneas] siendo asignado), salvo para decir que la única de esas figuras que la gente de un nivel tan bajo como el nuestro vio alguna vez fue a M.E. Lehrl de la División Técnica y a su extraño equipo de efebos intuitivos y herméticos, cuya tarea (según salió a la luz) consistía en ayudar a implantar la Iniciativa en lo tocante a Exámenes. Si nada de todo esto se entiende de momento, ustedes no se preocupen. Yo no acababa de decidirme entre qué explicar aquí y qué dejar que se desplegara de una forma más natural y dramática durante la autobiografía en sí. Por fin decidí ofrecer unas cuantas explicaciones breves y potencialmente confusas, confiando en que si ahora mismo resultaban demasiado poco claras o barrocas ustedes simplemente no les prestarían mucha atención, lo cual, tal como me apresuro a garantizarles nuevamente, es perfectamente válido. <<

[20] Por si les interesa, este término es una forma coloquial de referirse a un pago adelantado no reembolsable sobre las regalías proyectadas del autor (mediante un conjunto de márgenes progresivos de entre el 7,5 y el 15 por ciento) en las ventas de un libro. Como la venta real es difícil de predecir, al autor le interesa en términos financieros recibir el mayor adelanto posible, por mucho que lo abultado del pago le pueda causar problemas fiscales en el año en que lo recibe (gracias sobre todo a la eliminación de las medias de ingresos que efectuó el Acta de Reforma Fiscal de 1986). Y debido, nuevamente, a que la predicción de las ventas reales es una ciencia inexacta, el monto del adelanto que una editorial está dispuesta a pagar al autor por los derechos de su libro es el mejor indicador posible de la voluntad que tiene el editor de «apoyar» ese libro, un término este último que lo abarca todo, desde el número de ejemplares impresos hasta la envergadura del presupuesto de marketing. Y este apoyo constituye prácticamente la única forma de que un libro obtenga la atención de un público grande y coseche unas ventas significativas; les guste o no, esa es simplemente la realidad comercial de los tiempos que corren. <<

[21] A los cuarenta años, seas artista o no, la verdad es que hay que ser un memo imprudente para no empezar a ahorrar e invertir para la jubilación, sobre todo en esta época de planes de pensiones con fiscalidad aplazada y planes de pensiones corporativos para el empleado provistos de unos topes anuales de exención fiscal tan generosos, y sobre todo si puedes ponerte a ti mismo como empresa de tipo S y dejar que sea la empresa para la que trabajas la que lleve a cabo la contribución adicional a la pensión anual, todo lo que rebasa tu plan de pensiones, a modo de «beneficio extrasalarial» estipulado por contrato, de tal manera que esa cantidad extra también quede exenta de tus ingresos sujetos a impuestos. Ahora mismo la normativa fiscal está prácticamente de rodillas, suplicando a los americanos de ingresos altos que se aprovechen de esta provisión. El truco, claro, es ganar lo bastante como para ser considerado un americano de ingresos altos. Deos fortioribus adesse. <<

[22] Pese a su repentina celebridad y repercusión, casi cuatro años después yo sigo esperando que ese escritor sin nombre me devuelva el capital principal del préstamo, y no lo menciono para quejarme ni para ser vengativo, sino únicamente para explicar una pequeña parte más de mi estatus financiero qua motivación. <<

[23] (aunque resulte confuso, aquí el término quiere decir clásicamente izquierdistas) <<

[24] (unas actitudes que no carecen por completo de justificación, dada la hostilidad de los contribuyentes hacia la Agencia y la costumbre que tienen los políticos de cagarse en la Agencia para ganar puntos populistas, etcétera) <<

[25] Estoy razonablemente seguro de que soy el único americano vivo que se ha leído esos archivos de cabo a rabo. No estoy seguro de ser capaz de explicar cómo lo hice. El señor Chris Acquistipace, uno de los Líderes de Cuadrilla de rango GS-11 de nuestro grupo de examinadores de a pie, y un hombre dotado de considerable intuición y sensibilidad, propuso una analogía entre los registros públicos que rodeaban a la Iniciativa y aquellos budas gigantes de oro macizo que flanqueaban ciertos templos del antiguo imperio jemer. Aquellas estatuas sin precio, que nadie nunca vigilaba ni aseguraba, estaban a salvo de robos no por su valor, sino porque eran demasiado enormes y pesadas para moverlas. Había algo en esto que me tranquilizaba. <<

[26] (que, al fin y al cabo, es la forma de hacer de las memorias) <<

[27] (seamos o no conscientes de ello) <<

[28] (nuevamente, da igual que sean conscientes o no de ello) <<

[29] Psicodinámicamente estaba, en tanto que sujeto, llegando a un descubrimiento tardío y por tanto traumático de sí mismo como algo que también es un objeto, un cuerpo entre otros cuerpos, algo que podía ver pero también ser visto. Se trata de ese tipo de concepción binaria de uno mismo que muchos niños ya alcanzan a los cinco años, a menudo gracias a un encuentro casual con un espejo, charco, ventana o fotografía vistos de la manera correcta. Pero a pesar de que el chico había tenido la cantidad normal de reflectores a su disposición durante su infancia, por alguna razón aquella etapa de su desarrollo se había visto retrasada. El descubrimiento de sí mismo como algo que también era un objeto-paralos-demás había sido en su caso aplazado hasta la cúspide misma de la vida adulta: y como la mayoría de las verdades reprimidas, cuando por fin estalló, apareció como algo abrumador y terrible, una cosa con alas que vomitaba fuego. <<

[30] En términos clínicos, estaba luchando para re-reprimir una verdad que ya de por sí llevaba demasiado tiempo reprimida, y que como resultado de aquel confinamiento había acumulado demasiada energía psíquica, después de salir en erupción del espejo (por explicarlo de alguna manera), como para ser extraída de su conciencia por pura fuerza de voluntad. La conciencia simplemente no funciona de esa manera. <<

[31] Y sobre todo no le pasaba cuando estaba a solas en el cuarto de baño del piso de arriba, intentando provocarse un ataque a fin de poder estudiarlo en el espejo y ver por sí mismo, en términos objetivos, cómo de grave y de evidente resultaba visto desde diversos ángulos y desde qué distancia se podía percibir. Confiaba, y en cierto nivel creía, que tal vez no resultara tan evidente ni tuviera un aspecto tan grotesco como él siempre temía cuando estaba teniendo un ataque, pero jamás podía verificarlo porque nunca conseguía provocarse un ataque cuando él quería, solamente le venían cuando él no los quería por nada en el mundo. <<

[32] El apellido de este chico, que era «Cusk», lo colocaba siempre en la parte delantera de las clases con asientos asignados. <<

[33] De acuerdo con cualquier interpretación seria y basada en la Profundidad, un foco o un reflector ejerce de símbolo onírico manifiesto de la atención humana. En el nivel del contenido latente, sin embargo, a aquella pesadilla recurrente se le podía interpretar cualquier significado, desde, por ejemplo, un deseo narcisista reprimido de que los demás se fijaran en él, hasta un reconocimiento inconsciente de que la causa probable del sufrimiento era el hecho de que el chico se preocupaba demasiado por sí mismo. En términos clínicos se pondrían sobre la mesa cuestiones como el origen del reflector onírico, el estatus de la figura del profesor o bien como imago o bien como arquetipo (o tal vez como imagen proyectada de sí mismo, ya que es en esta figura donde la angustia se exterioriza como afecto), así como las asociaciones del sujeto mismo en relación con términos como «asquear», «ataque» y «tremendo». <<

[34] Hay secretos dentro de los secretos, sin embargo, siempre. <<

[35] No voy a seguir diciendo esto cada vez que yo, el autor de carne y hueso, me ponga a narrar de forma activa. De momento lo incluyo solamente a modo de pista inocua para ayudarlos a ustedes a seguir el hilo de las diversas secciones y personajes del libro, puesto que (como ya he explicado en el Prefacio del Autor) la situación legal entre manos requiere cierto grado de polifonía y de fluctuación. <<

[36] Por entonces, Lake James venía a ser algo a medio camino entre un barrio residencial y un municipio independiente del área metropolitana de Peoria. Lo mismo se podía decir de otras pequeñas comunidades de la periferia como Peoria Heights, Bartonville, Sicklied Ore, Eunice, etcétera, las dos últimas de las cuales estaban unidas a Lake James por medio de ciertas zonas de administración no municipal tanto al este como al oeste. Todo el asunto de ser un distrito separado pero unido tenía que ver con la expansión inexorable de la ciudad y su invasión de las ricas tierras agrícolas que la rodeaban, que había terminado atrapando en la órbita de Peoria a ciertas pequeñas comunidades granjeras antaño aisladas. Sé que cada uno de estos pequeños pueblos satélite contaba con una estructura propia de tasación sobre la propiedad y una autoridad de zonificación propia, pero en muchos otros sentidos (p. ej., la protección policial) funcionaban como distritos de la periferia de Peoria. Todo el asunto podía resultar extremadamente intrincado y confuso. Por ejemplo, la dirección física del Centro Regional de Examen figuraba como «10047 Self-Storage Parkway, Lake James, Illinois», mientras que la dirección postal oficial del CRE era «Centro de Examen de la Agencia Tributaria, Peoria, Illinois, 67452». Esto puede deberse al hecho de que el centro de correos de Peoria, situado en la G Street, tenía toda una zona aparte con tres cubetas destinada al CRE, además de un par de camiones tándem especiales que salían tres veces al día por la carretera restringida de atrás para ir a la zona de descarga que tenía el CRE detrás del Anexo, o sea, que la dirección de correos tenía que estar en Peoria simplemente porque era allí adonde llegaba la montaña diaria de correo del CRE. Es decir, que es posible que el embrollo se debiera básicamente a la relación que tenían el Servicio de Correos y la Agencia Tributaria. Igual que tantos otros rasgos del CRE y de la Agencia, la respuesta a la cuestión de la incongruencia física entre las ubicaciones física y postal resulta sin duda increíblemente complicada e idiosincrásica y requeriría mucho más tiempo y energía para descubrirla y entenderla plenamente de lo que cualquier persona cuerda querría invertir. Otro ejemplo: Lo que realmente resulta relevante y representativo de Lake James en tanto que municipio es que no tiene lago. Existe, de hecho, una masa de agua que se llama el lago James, aunque en términos prácticos viene a ser más bien una charca grande y fétida, infestada de algas procedentes de residuos agrícolas líquidos, situada a una buena docena de kilómetros al noroeste de Lake James, más cerca de Anthony, Illinois, que, este sí, es un municipio separado de Peoria y tiene un código postal propio, etcétera, etcétera… En suma, se trata de una serie de incongruencias que resultan complejas y desconcertantes pero en realidad no son importantes salvo que uno tenga un gran interés en las minucias geográficas de Peoria (una posibilidad que puedo dar por sentado sin riesgo a error que es remota). <<

[37] Nota: No pienso ser uno de esos autores de memorias que fingen recordar hasta el último dato con un grado de detalle propio del realismo fotográfico. La mente humana no funciona así, y todo el mundo lo sabe; se trata de un artificio insultante en un género que pretende ser cien por cien «realista». Para ser sincero, creo que ustedes se merecen algo mejor que eso, y que son lo bastante inteligentes para entender y tal vez aplaudir el hecho de que un autor de memorias tenga la integridad de admitir que no es una especie de monstruo eidético. Al mismo tiempo, no pienso perder el tiempo comiéndome el tarro por todas y cada una de las lagunas e imprecisiones de mi memoria, un perfecto ejemplo cautelar de lo cual sería el soliloquio sobre su vocación que hace «Irrelevante» Chris Fogle (véase el §22, que en realidad está muy cortado y del que se ha extraído mucho) como parte de la debacle del falso documental de motivación / reclutamiento abortado por la División de Personal en 1984, que terminó siendo una debacle en parte por la cantidad de tiempo y de película que ocuparon Fogle y otros dos o tres divagadores presuntuosos, y porque el señor Tate no hizo que su ayudante, el señor Stecyk, le asignara a ninguno de los que estaban trabajando allí la responsabilidad de hacer que las respuestas de la gente a cada «pregunta documental» se ciñeran a ciertos límites juiciosos de extensión, lo cual comportó que el supuesto «documentalista» y su equipo tuvieran todos los incentivos del mundo para permitir que Fogle y compañía desbarraran sin parar mientras ellos se quedaban mirando la nada y calculaban el número de horas extra escalonadas que iban acumulando. Todo el asunto, aunque sigue teniendo un valor obvio en tanto que documento, fue a todas luces una gigantesca cagada colectiva, una de las muchas que provocaba Tate cada vez que se permitía alguna de sus grandes ideas administrativas en lugar de limitarse a dejar que Stecyk hiciera todo el trabajo de la oficina de Personal, como de costumbre. <<

[38] Ya no tengo en mi poder aquel impreso 141-PO original, que se esfumó en las fauces de los sistemas de archivo de Resolución de Problemas de Personal y Sistemas de Control Interno del CRE durante el espanto y la comedia de los errores que terminaron rodeando mi asignación inicial errónea al módulo de Exámenes Inmersivos, una historia que se despliega a continuación con todo lujo de detalles patéticos y ur-burocráticos. <<

[39] Nota: Con la única competencia posible de East Saint Louis, Peoria y Joliet son famosas por ser dos de las antiguas ciudades fabriles más lúgubres, asoladas y deprimidas de Illinois,*lo cual resulta que no es ninguna casualidad, puesto que le reporta ahorros estadísticamente verificables a la Agencia en términos tanto de instalaciones como de mano de obra. El hecho de que la mayoría de las sedes regionales, centros regionales de examen y centros de servicios se ubiquen en ciudades asoladas y/o desvitalizadas, un fenómeno que se remonta a la enorme reorganización y descentralización de la Agencia que tuvo lugar después del informe de la Comisión King ante el Congreso en 1952, no es más que una señal de las firmes filosofías pro-beneficios y pro-balance final que empezaron a cobrar fuerza en la Agencia ya bajo la administración Nixon.

*A modo de contextualización general relevante, sepan ustedes que las cinco ciudades y áreas metropolitanas con mayor población de Illinois (excluyendo a Chicago, que es más bien una galaxia propia) alrededor de 1985 eran, en orden descendente, Rockford, Peoria, Springfield, Joliet y Decatur. <<

[40] Sigo, por cierto, en posesión de esta carta, de la cual, por razones legales, me han dicho que no reproduzca más que una sola frase en concepto de uso limitado legítimo, para dar una «impresión general»; la frase que he elegido está tomada del segundo párrafo inmaculadamente escrito con caligrafía de amanuense, y dice así: «Para empezar solamente se le dará un trabajito pequeño, y luego le tocará a él ir ascendiendo a base de diligencia y atención». En el margen contiguo a esto, el destinatario sin nombre de esta carta había garabateado distraídamente o bien «¡JA!», o bien «¡JUA!», dependiendo de cómo intentara uno descifrar la escritura puntiaguda y casi indescifrable de alguien para quien un «cóctel rápido antes de la cena» implicaba un vaso de medio litro sin hielo. <<

[41] Esto era, recuerden, en el final de la época de los ordenadores con unidad central, cuando los datos se almacenaban en cintas y tarjetas perforadas, etcétera, cosas que ahora suenan a los tiempos de los Picapiedra. <<

[42] Por pueril que parezca ahora, recuerdo que a ratos me producía una ansiedad irracional el hecho de que el reciente episodio desagradable de la universidad pudiera haber llegado a algún sistema de recopilación de datos misteriosamente exhaustivo al que la Agencia Tributaria estuviera de alguna manera conectada, y que de pronto se disparara alguna clase de timbre o sirena cuando me presentara en el mostrador para recoger mi documento de identidad, mi credencial y esas cosas… Un miedo irracional que yo sabía que era irracional y al que por tanto no admití del todo en mi conciencia, aunque al mismo tiempo sé que me pasé por lo menos una parte del trayecto interminable de autobús que me llevó a Peoria formulando ociosamente planes y situaciones de emergencia a fin de poder, en caso de que sonara aquel timbre o sirena, evitar volver a mi casa de Philo el mismo día en que me había marchado y afrontar a quien fuera que abriera la puerta al llamar yo y me viera en el sucio porche cerrado con mosquiteras de la casa con mis maletas y mi portafolios; sé que en algunos momentos mi ansiedad inconsciente consistía únicamente en imaginarme la expresión de la cara del pariente directo que saliera a abrirme la puerta, me viera y abriera la boca para decir algo, momento en el cual yo era consciente de que estaba teniendo fantasías ansiosas y las disipaba, allí en el autobús, para regresar al libro increíblemente insípido que mi familia me había «regalado»; aquella era la idea que ellos tenían de una sabiduría y un apoyo útiles, aquel «regalo» que me habían hecho durante la cena de la noche antes de mi partida (una cena especial de despedida que, por cierto, había consistido en a] sobras y b] mazorcas de maíz al vapor que ni siquiera intenté comerme porque me acababan de tensar la ortodoncia), no sin antes avisarme de que abriera el regalo con mucho cuidado para poder reutilizar el papel de envoltorio. <<

[43] (además de, lo admito, cierto alivio desganado ante una situación que parecía ser lo contrario de los timbres / sirenas y de mi posible despido por razones de ineptitud ética o de lo que fuera que mi inconsciente había conjurado; creo que estaba más asustado de lo que estaba dispuesto a admitir ante mí mismo) <<

[44] Aquel niño también se había pasado los primeros minutos después de subirme yo al autobús y acomodarme en mi asiento mirando con los ojos muy abiertos la enfermedad que yo tenía en el costado de la cara, sin hacer ningún esfuerzo por esconder o disimular ese interés clínico con que los niños se te quedan mirando, y por supuesto yo había percibido sus miradas (y en cierta manera casi las había agradecido) con el rabillo del ojo. <<

[45] Es decir, todos aquellos hombres de los sombreros, unos sombreros que pronto sospecharía y después descubriría a ciencia cierta que eran un rasgo distintivo de la División de Examen (igual que las fundas cuadradas y planas para llevar las calculadoras de bolsillo en el hombro eran el accesorio característico de Auditorías, los tapones para los oídos y los alfileres estilizados de corbata lo eran de Sistemas, etcétera), hasta el punto de que en las salas de grupos del CRE, tanto las de examinadores de a pie como las de inmersivos, siempre había por lo menos una pared provista de perchas de gancho para que los examinadores colgaran sus sombreros, puesto que las perchas o ganchos para sombrero individuales que iban atornillados en el borde de la mesa Calambre de cada cual obstaculizaban el paso de los carritos de los chicos del carrito… <<

[46] (p. ej., hacer que un personaje informe a otro de cosas que ambos ya saben, a fin de que esta información llegue al lector, un recurso que siempre me ha parecido extremadamente irritante, por no mencionar lo sospechoso que resulta en unas memorias «verídicas», pese a que es cierto [aunque misterioso] que a los lectores de los libros para el gran mercado no parece importarles que les tomen el pelo de esta manera) <<

[47] Nota: Parte de esta información está más o menos sacada del paquete de documentos de orientación de la Agencia Tributaria que se entregan en Ingresos y Procesamiento tanto a los nuevos empleados como a los recién transferidos; de ahí su regusto un poco muerto y burocrático, que he decidido no decorar ni embellecer. <<

[48] Sin embargo, sí que he introducido una serie de detalles relevantes que obviamente no figuraban en los documentos oficiales. La debacle de Rome no fue algo que la Agencia tuviera ningún interés en publicitar, ni siquiera de forma interna; sin embargo, también figuró de forma prominente en toda la pugna de alto nivel que tuvo lugar en torno a lo que se llamó «la Iniciativa» y a su implantación. Aquel primer día yo no tenía ni idea de nada de esto ni tampoco interés alguno en ello, no hace falta decirlo. <<

[49] Uno de los trabajos académicos por encargo que yo había completado justo antes de que la idiotez del archivador de la fraternidad le estallara en la cara a todo el mundo habían sido los dos primeros capítulos de la tesis de licenciatura de un estudiante de sociología agradable pero desorganizado que analizaba los centros comerciales considerándolos el equivalente funcional moderno de las catedrales medievales (algunos de los paralelismos eran directamente impresionantes), y después de aquel encargo a mí ya no me quedaba estómago para los centros comerciales, por mucho que a menudo fueran los únicos sitios donde quedaban cines, puesto que los elegantes palacios del centro ya habían sido clausurados o bien convertidos en cines para adultos. <<

[50] Cierto, con mi familia habíamos llevado a cabo muchos trayectos silenciosos en coche, aunque durante ellos la radio de AM siempre estaba emitiendo música melódica a todo volumen, lo cual explicaba-barra-tapaba la ausencia de conversación. <<

[51] El empleado de rango GS-9 Chris Fogle explicaría más adelante (probablemente mientras yo y quien fuera que estuviera con nosotros hacíamos girar la mano en el aire con ese gesto de «por favor, ve al grano» que casi todo el mundo adoptaba de forma involuntaria cada vez que «Irrelevante» Chris pegaba el rollo) que el ensanchamiento de la Self-Storage Parkway se había pasado más de un año parado, primero porque había un certificado suplementario de deuda que estaba siendo litigado en el tribunal de distrito por un grupo de control de la tasación formado por ciudadanos de Illinois, y en segundo lugar porque los extremadamente duros inviernos de la región y los abruptos deshielos primaverales seguidos muy a menudo por nuevas heladas al día siguiente (todo lo cual es cierto) provocaban que cualquier parte del nuevo y recién construido tercer carril de la SSP que no se hubiera tratado con un tipo especial de aislante industrial se moviera y se resquebrajara, y el año anterior los tribunales habían detenido las obras en el punto justo en que se iba a aplicar el aislante con una maquinaria especial muy cara y difícil de conseguir que se tenía que alquilar con mucha antelación a un distribuidor especializado que estaba o bien en Wisconsin o en Minnesota (todavía tengo un recuerdo sensorial de la forma en que mi mano empezaba a girar en el aire cada vez que Fogle empezaba a zozobrar entre detalles superfluos; Fogle era un individuo desproporcionadamente impopular teniendo en cuenta su carácter, puesto que en realidad era un tipo intachablemente decente y bienintencionado; era uno de esos Creyentes Verdaderos de rango bajo de los que la Agencia tanto depende para una gran parte del nada glorioso trabajo de a pie y para la pesadez de las operaciones cotidianas, y siempre me ha parecido que lo que le terminó pasando fue una gran injusticia, puesto que en su caso era verdad que le hacían falta aquellas drogas y que las tomaba por razones puramente profesionales; el suyo no era un consumo recreativo para nada), y claro está, tanto el mandamiento judicial como el hecho de no aplicar el aislante causaron graves daños durante el invierno y la primavera siguientes, y más o menos duplicaron el coste de las obras por encima del presupuesto inicial de la empresa de ingeniería civil. Lo cual quiere decir que todo fue un jaleo tremendo de litigios y de fallos de ingeniería que, como de costumbre, supuso una carga crónica, tediosa y molesta para toda la gente de la ciudad que cogía el coche para ir al trabajo. Y, por cierto, salió a la luz que otra de las razones que hacían que una carretera de circunvalación como la SSP tuviera tantos problemas de tráfico ya antes de la pesadilla de las obras era el hecho de que Peoria, entendida ya no como aglomeración de seres humanos sino como empresa económica en expansión, había empezado en los años ochenta a adoptar la misma forma de rosquilla que tantas otras antiguas ciudades industriales; el centro de la ciudad estaba vacío y ruinoso, prácticamente muerto, mientras que una enérgica colección de centros comerciales, franquicias, parques de empresas y de industria ligera, urbanizaciones de casas adosadas y complejos de apartamentos se había llevado casi toda la vida de la ciudad a un anillo exurbano. A mediados de los años noventa se viviría un renacimiento parcial y una revalorización de la parte del centro de la ciudad que quedaba junto al río —algunos de los antiguos edificios de fábricas y almacenes se convirtieron en apartamentos de lujo y restaurantes caros; los artistas y profesionales jóvenes ocuparon otros para dividirlos en lofts, etcétera—; el problema fue que gran parte de este desarrollo tan optimista fue espoleado por el establecimiento de casinos flotantes justo enfrente de lo que había sido el principal núcleo industrial de muelles de descarga, unos casinos que no eran de propiedad local y de cuyos viles ingresos Peoria jamás sacó tajada sustancial, o sea que a fin de cuentas todo el rejuvenecimiento del centro se produjo para aprovecharse de un gasto turístico incidental y de poca monta… a saber, el gasto de la gente que venía a los casinos, pero como el negocio de los casinos consiste en despojar a la gente de un dinero que de otra manera usarían para ir de compras y comer en restaurantes, eso comportó que la relación real entre las ganancias de los casinos y el gasto de los turistas fuera inversa, lo cual, dada la merecida reputación que tienen los casinos de ser extremadamente provechosos, significa que cualquier persona con un poco de sensatez podría haber predicho la abrupta curva descendente de ingresos que al cabo de muy pocos años causó que la mayor parte del renacimiento del «Nuevo Centro Urbano» se fuera al garete, sobre todo cuando todos los casinos (después de esperar prudentemente un intervalo decente) abrieron sus propios restaurantes y tiendas. Y etcétera… lo mismo pasó en muchas ciudades del Medio Oeste. <<

[52] (identificables como tales en mi recuerdo porque no eran ni Gremlin ni Mercury Montego ni camionetas Ford Econo-Line. Resultó que el parque de vehículos gubernamentales de los Servicios Logísticos del CRE procedía casi por completo de una confiscación por tasación de riesgo emprendida contra un concesionario asociado del centro de Effingham, una explicación que sería demasiado larga y digresiva para infligírsela a ustedes aquí) <<

[53] Paréntesis breve e inevitable: Durante los primeros seis trimestres de vigencia de sus contratos, los examinadores que no tuvieran personas a su cargo podían hacerse con una vivienda especial de la Agencia en una serie de complejos de apartamentos y moteles reconvertidos a lo largo del borde oriental del anillo de circunvalación de la SSP, adquiridos por el gobierno mediante confiscaciones o bien mediante ventas por impago de impuestos durante la recesión de principios de los ochenta. Aquí, por supuesto, hay otra historia larga y tediosamente compleja, que incluye el hecho de que la situación de la vivienda venía enormemente complicada por la gran cantidad de traslados y movimientos de personal de un lado a otro que estaban experimentando todos los CRE como resultado de a) el hundimiento y disolución en 1981 del CRE de la región Interior-Atlántica y b) las primeras fases de la llamada «Iniciativa», que resultó que incidieron directamente sobre el CRE del Medio Oeste. La cuestión, sin embargo, es que aquellas viviendas se ofrecían tanto para facilitar los traslados como para ofrecer un incentivo financiero, puesto que el alquiler mensual en (por ejemplo) el complejo de Angler’s Cove era por lo menos ciento cincuenta dólares mensuales más barato que los alquileres vigentes de otras viviendas parecidas del mismo sector. Mis motivos para aceptar aquella opción de vivienda deberían estar claros… aunque también es cierto que en 1986 la Agencia Tributaria empezó a tratar la diferencia entre los alquileres patrocinados y los de libre mercado como «ingreso implícito» y a aplicarle impuestos, lo cual ya se pueden imaginar ustedes que causó un rencor considerable entre los empleados de la Agencia, que por supuesto también son ciudadanos americanos y contribuyentes, y cuyas declaraciones anuales de la renta son sometidas a un escrutinio especial todos los años por culpa del «9» distintivo que llevamos quienes lo hemos sido en el encabezamiento de nuestros números de la Seguridad Social, etcétera, etcétera. Visto a posteriori, lo más seguro es que todo aquel rollo de las viviendas de la Agencia no saliera a cuenta, dados todos los líos e idioteces burocráticas que había de por medio (véase lo que sigue), por mucho que el ahorro mensual en alquiler fuera sustancial. <<

[54] Observamos que casi siempre eran los coches y las camionetas privados los que creaban tapones con sus intentos egoístas de adelantar por el carril para averías y luego reintegrarse en el tráfico. Los vehículos de la Agencia, incluyendo los de los Servicios Logísticos que iban y venían de las viviendas de los pasapáginas en los complejos de Angler’s Cove y The Oaks de Peoria, nunca se desviaban del carril legal, puesto que los conductores de la Agencia eran trabajadores por horas y sin contrato que carecían de incentivos para darse prisa o para intentar tomar atajos, lo cual presentaba una serie distinta de problemas para los que teníamos la obligación de estar a una hora muy concreta sentados a nuestras mesas Calambre para empezar nuestros turnos; en aras de un tráfico ordenado, sin embargo, probablemente constituyera una buena estrategia administrativa por parte de los Servicios Logísticos, aunque implicara que los conductores empleados por dichos servicios, que tenían un trabajo quiroprácticamente sádico además de aburrido y repetitivo más allá de todo lo imaginable, no pudieran afiliarse al sindicato del Tesoro Público, no tuvieran derecho a seguro médico, etcétera. <<

[55] Estas regulaciones, cuando uno inspeccionaba todo el capítulo de regulaciones del Manual Interno de Hacienda aprovechando un periodo de pocos exámenes en que no hubiera literalmente nada más que hacer para ocupar el tiempo, revelaban un error extraño: las citas presentes en los letreros del interior de coches y furgonetas en realidad se referían a la regulación que requería que los letreros «se desplegaran en un lugar prominente y descubierto» del interior de los vehículos; en realidad era una regulación situada dos regulaciones antes que la que prohibía comer, fumar, etcétera, dentro de los transportes propiedad de la Agencia. Es decir, que la regulación que citaban los letreros se refería a los letreros en sí, no a la regulación a la que supuestamente aludía el letrero. <<

[56] Con 158 empleados, la fábrica de sublimación al vacío y añadido suplementario de cafeína para el café instantáneo Bright Eyes representaba la última manifestación de la industria que quedaba en Philo. Subsidiaria de la Rayburn-Thrapp Agronomics, Bright Eyes era una marca regional de café alto en cafeína, reconocible en las tiendas del Medio Oeste por el tosco dibujo de su frasco que representaba a una ardilla de aspecto electrificado con unos soles prominentes y resplandecientes en lugar de ojos y algo que parecían descargas de relámpagos de dibujos animados que le salían disparadas de las extremidades extendidas. Cuando Archer Daniels Midland Inc. absorbió la Rayburn-Thrapp Agronomics en 1991, el Bright Eyes (gracias a Dios)*se dejó de producir. No se permite contarles más que esto por culpa de la negativa de ciertos miembros de mi familia a firmar las autorizaciones legales pertinentes. Baste decir que sé mucho más sobre la composición química, la fabricación y los olores ambientales del café instantáneo de lo que nadie querría saber voluntariamente, y que aquellos olores no eran para nada los aromas agradables y reconfortantes a desayuno que uno se puede imaginar ingenuamente (en realidad se parecían más al olor a pelo quemado, cuando el viento nos los traía).

*Ya en los años setenta surgieron pruebas que vinculaban la cafeína artificialmente fortificada con toda clase de problemas de salud, desde arritmias hasta parálisis de Bel, aunque el primer litigio por demanda colectiva no se interpuso hasta 1989.<<

[57] Una ironía más: durante un tornado que azotó las afueras de De Kalb en abril de 1987, una porción que se había desprendido de una de estas vallas publicitarias de «SEGURIDAD AGRARIA» salió disparada dando vueltas sobre sí misma y a todos los efectos decapitó a un granjero de soja: aquel vino a ser el fin de la valla de la 4-H. <<

[58] (es decir, la que daba al sur y a la SSP, por la que ahora estábamos avanzando literalmente al ritmo del gatear de un niño de teta) <<

[59] Nuevamente, gran parte de esto procede del cuaderno original en que se registraron estas impresiones. Soy consciente de estar describiendo el camino de acceso desde la distancia pero atribuyéndole cualidades que solamente se hicieron evidentes a medida que nos íbamos acercando lentamente a él y cuando por fin llegamos. Una parte de esto se debe a un recurso artístico de compresión; otra parte se debe a que es prácticamente imposible tomar notas coherentes cuando vas en un coche en marcha. <<

[60] (escrita con un lápiz que ya hacía tiempo que se había quedado sin punta, que es algo que detesto; debí de estar sometido a una presión / incentivo psíquico considerable para estar dispuesto a escribir con un lápiz sin punta) <<

[61] Nuevamente, lo de «detrás» es desde la perspectiva de la carretera. Debido a que nos estábamos aproximando a la parte trasera del edificio principal, los mejores aparcamientos eran en realidad los que estaban «delante» del CRE, aunque esa fachada delantera era la que no daba a la Self-Storage. <<

[62] Ídem. <<

[63] Ya no hablemos de la cuestión de la disfunción y el abarrotamiento adicionales que causaban los peatones de los aparcamientos más alejados cuando intentaban abrirse paso por el angosto arcén del camino junto a la fila interminable de coches que llenaba dicho camino, un problema que en gran medida tenía una solución tan simple como instalar una acera que cruzara aquel césped inmaculado y alguna clase de entrada delantera (es decir, en lo que parecía ser la parte de delante pero en realidad era la parte de atrás del edificio). En esencia, el esplendor señorial del césped del CRE era un testimonio de la idiotez y el caos con que se había planificado todo aquello. <<

[64] Tenía que serlo: no era ni de lejos lo bastante ancha como para dar cabida al tráfico de sentido doble, por no mencionar el espacio adicional que ocupaban los peatones que intentaban ir / volver caminando desde / hasta sus vehículos por el arcén del camino. <<

[65] Lo que yo no sabía entonces era que, como resultado de ciertas reorganizaciones complejas que había introducido la Rama de Control en relación con la implantación de «la Iniciativa», el CRE del Medio Oeste había experimentado una subida neta de más de trescientos nuevos empleados durante los dos trimestres fiscales previos. Una teoría al respecto que circulaba entre los examinadores de a pie de los apartamentos de Angler’s Cove era que esto había contribuido a destruir un equilibrio ya de por sí delicado en la situación de los aparcamientos del CRE, exacerbado por las obras de la Self-Storage y por la eliminación, por razones supuestamente morales, del aparcamiento reservado para aquellos empleados de la Agencia con rango superior al GS-11. Esto último había sido idea del señor Tate, el Director de Personal del CRE, que había considerado que el aparcamiento reservado era un sistema elitista y perjudicial para la moral del CRE. La tendencia que tenía el DP Richard Tate a instituir políticas que generaban muchos más problemas de los que solucionaban ya se había vuelto tan familiar que los pasapáginas la denominaban la «dick-tadura». <<

[66] Por entonces, yo no sabía nada de las hostilidades burocráticas que existían entre la Agencia Tributaria y el estado de Illinois, y que se remontaban a la época de la breve introducción por parte del estado de un impuesto progresivo sobre las ventas, y es que había sucedido que los altos funcionarios del Triple Seis bajo la administración Carter se habían unido a otros comentaristas en las páginas de opinión de los principales periódicos financieros para ridiculizar y para insultar al «grupo de cerebros» que había fraguado el plan fiscal del estado, causando una mala sangre que había continuado, en forma de muchos tipos de pequeñas complicaciones mezquinas e incomodidades, durante toda la década de 1980. <<

[67] Dato cortesía del empleado de rango GS-9 Robert Atkins (todo lo sabe, todo lo cuenta). <<

[68] (Resultó que la fuente estaba rota y que estaban esperando a que llegara una recóndita pieza hidráulica.) <<

[69] Desde 1978 se habían producido ciertos cambios y modificaciones en los 1040, los detalles de los cuales yo iba a llegar a conocer demasiado bien en los meses por venir. <<

[70] Nótese que cierta foto que ilustraba en detalle la unión entre el costado con espejos del Anexo del CRE y la fachada del edificio principal alrededor de 1985, y que yo había incluido especialmente bajo el nombre de Imagen 1 en las memorias originales, ha sido eliminada por el editor por razones «legales» que (en mi opinión) no tienen ningún sentido. Hiatus valde deflendus. <<

[71] Algo que nosotros tuvimos que hacer porque varios vehículos más habían aparcado en doble y hasta en triple fila por delante de nosotros, de manera que nos resultó imposible avanzar más, y el conductor se limitó a poner el coche al ralentí y a girar el cuello con movimientos rígidos, sin quitar las manos del volante, mientras los empleados más experimentados de la Agencia empezaban a salir. <<

[72] Algunos de los integrantes masculinos de la multitud tumultuosa de la zona de entrada iban en mangas de camisa, y un remolino de viento causado por el contraste entre las temperaturas de dentro y de fuera de la sombra del edificio hizo que a algunos les volaran las corbatas, o bien por encima de los hombros (durante un par de segundos) o bien perpendicularmente al pecho como si fueran flechas, dando la impresión de que se habían empalado con sus propias corbatas, que es lo que explica el extraño hecho de que yo haya recordado este detalle del momento en que paró nuestro coche. <<

[73] La representante de la División de Personal, la señorita Neti-Neti, resultó ser, según me dijo ella misma, persa. Era a ella a quien «Segundo Nudillo» Bob McKenzie y algunos de los demás miembros del grupo de examinadores de a pie de Hindle habían bautizado como «la Crisis de Irán». <<

[74] Había sido, de hecho, aquel compañero paquistaní de apartamento quien, ya durante la semana de orientación para alumnos de primer año, me había bautizado con el apodo malicioso que me seguiría durante los tres semestres siguientes, «el increíble hombre carbúnculo». <<

[75] En realidad había una tercera clase de personas en materia de reacción, cuyas miradas se quedaban clavadas en mi cara con una especie de fascinación desnuda y horrorizada. Solían ser personas que también tenían antecedentes de diversos tipos de problemas dermatológicos moderados y por tanto sentían un interés por los casos más graves que se imponía (el interés) a su tacto o inhibición naturales. Había desconocidos que se me acercaban y se ponían a explicarme sus problemas dermatológicos del pasado o actuales, dando por sentado que a mí me tenían que importar o interesar, y admito que eso me irritaba. Los niños, por cierto, no forman parte de esta categoría c), puesto que su mirada de interés es distinta, y en general están (los niños) exentos de toda la taxonomía de reacciones, ya que sus instintos sociales e inhibiciones todavía no están del todo desarrollados y es imposible tomarse sus reacciones y su falta de tacto como algo personal. Es el caso del niño del autobús, aunque es obvio que él también tenía un problema repelente. <<

[76] Tampoco se ofreció para llevarme ninguna de mis maletas, pese al hecho de que la que yo llevaba con el mismo brazo con que me estaba sujetando el portafolios contra el costado no paraba de golpearme dolorosamente la misma rodilla que ya llevaba el día entero golpeándome cada vez que tenía que cargar con mis maletas de un sitio a otro, mientras que la ropa mojada del costado izquierdo hacía que me volvieran a picar salvajemente las costillas. <<

[77] Debido a la gran cantidad de nuevos empleados y empleados recién transferidos que estaban llegando aquel día (por razones que yo no entendería hasta pasado cierto tiempo), sin embargo, vale la pena observar que la oficina de Personal del CRE habría hecho bien en establecer algún sistema para que a los recién llegados se les permitiera ir primero a sus alojamientos, tener la posibilidad de dejar el equipaje y únicamente entonces ser conducidos al CRE para su ingreso y orientación. Por difícil que pudiera ser la logística de ese plan, lo contrario obligaba a una cantidad enorme de empleados del CRE a cargar con sus maletas allí adonde fueran durante su primer día en el CRE, y eso implicaba cargarlas por ascensores y escaleras abarrotados, además de dejar montones de maletas sin vigilancia por los rincones de todas las salas donde se estaban celebrando sesiones de orientación y generando documentos de identidad. <<

[78] Se trataba de mesas Calambre, un apodo propio de la rama de Examen con el que llegué a tener mucha familiaridad, aunque jamás hablé con nadie que conociera el origen del término «Calambre» o supiera si se trataba de un apodo epónimo, sardónico o qué. <<

[79] Para mí, el sacapuntas es muy importante. Me gusta una clase muy concreta de lápiz muy afilado, y algunos sacapuntas van mucho mejor que otros para obtener esa forma especial, que pierde la punta y se estropea después de escribir un par de frases nada más, lo cual obliga a disponer de una gran cantidad de lápices afilados bien alineados siguiendo un orden especial de antigüedad, longitud restante, etcétera. La conclusión es que casi todo el mundo que yo conocía tenía pequeños rituales que distraían como aquel, unos rituales cuyo mismo sentido, en el fondo, era que distraían. <<

[80] Esta sensación de desorganización personal, que por supuesto es muy común, en mi caso venía intensificada por el hecho de que a mí me costaba muy poco analizar el carácter básico y las motivaciones de los demás, sus puntos fuertes y débiles, etcétera, mientras que todos mis intentos de analizarme a mí mismo resultaban en un enredo de datos y tendencias contradictorios y desoladoramente complejos, imposibles de organizar o de usarlos para sacar conclusiones generales. <<

[81] Me viene a la cabeza una observación hecha durante una de las sesiones vespertinas de colegueo masculino en la habitación de Chris Acquistipace, que era Líder de Cuadrilla y uno de los pocos pasapáginas del CRE alojados en la segunda planta del complejo de Angler’s Cove que se mostraba amigable o incluso abierto de miras conmigo, pese a la cagada administrativa que inicialmente me había ascendido por encima de los demás GS-9 de la planta. Fue o bien Acquistipace o Ed Shackleford, cuya ex mujer había sido profesora de instituto, quien comentó que lo que por entonces se estaba empezando a codificar en la enseñanza como «ansiedad ante el examen» tal vez fuera en realidad una ansiedad relacionada con los exámenes programados o estandarizados, donde resulta imposible permitirse todos los cambios de postura y distracciones que componen el 99,9 por ciento del trabajo de oficina concentrado de la gente real. Confieso sinceramente que no recuerdo quién hizo la observación; formaba parte de una discusión más amplia sobre los examinadores más jóvenes y la televisión y la teoría de que América tenía cierto interés creado por mantener a la gente sobreestimulada y desacostumbrada al silencio y a la concentración en un solo punto. En aras de la conveniencia, digamos que fue Shackleford. La observación de Shackleford fue que el verdadero objeto de la terrible ansiedad conocida como «ansiedad ante el examen» podía muy bien ser el miedo a la quietud que se asocia con los exámenes académicos, al silencio y la falta de tiempo para distraerse. Cuando no hay distracciones, o ni siquiera la posibilidad de distraerse, hay ciertos tipos de gente que sienten terror; y es este terror, y no tanto el examen en sí mismo, lo que le provoca ansiedad a la gente. <<

[82] Una vez más, solamente más tarde me enteraría de que la mayoría de los pasapáginas y trabajadores de servicios logísticos del CRE se referían a todo el proceso de Ingreso/Orientación como la «desorientación», otro chiste tonto interno. Por otro lado, ninguna autoridad del Centro esperaba que yo estuviera tan confuso y abrumado como lo estaba de hecho a mi llegada, puesto que salió a la luz más tarde que la oficina de Personal me había confundido con un David Wallace que no tenía nada que ver conmigo, a saber, un examinador de Inmersivos veterano y de élite procedente del CRE del Nordeste con sede en Filadelfia, que había sido atraído hasta el 047 a través de un complejo sistema de traslados cruzados y artimañas burocráticas. Es decir, que no había un solo David Wallace, sino dos, cuyo empleo con contrato en el 047 empezaba aquella misma semana de mediados de mayo. El problema informático que causó el error se explica con detalle en el §38. No hace falta decir que todos estos datos no salieron a la luz hasta después de mucho tiempo e incontables malentendidos y complejos embrollos. Esta fue la verdadera explicación de la efusividad y la deferencia artificiales que me dedicó la señorita Neti-Neti: era en realidad el otro nombre, en términos ontológicos, el del GS-13, el que figuraba en la pizarra especial que ella usaba como letrero, aunque no se puede decir que «David Wallace» sea un nombre americano tan común como para que nadie pudiera esperar de forma razonable que yo postulara inmediatamente que se había producido una grotesca confusión de nombres e identidades, sobre todo en medio de todas las demás confusiones e ineptitudes de la «desorientación».

(Nota: A modo de simple aparte autobiográfico, comentaré que el uso de mi segundo nombre en mi obra publicada tiene sus orígenes en esta confusión y trauma de mi juventud, me refiero al trauma de que me amenazaran inicialmente con culparme de toda aquella metedura de pata, una amenaza que, pese a ser una memez mayúscula, se puede entender que resultara traumática para un novatillo de veinte años que ya desde siempre les tenía miedo a las burocracias y a las violaciones del llamado «código de honor», por engañoso e hipócrita que este fuera. Me pasé años después de aquel episodio sufriendo ansiedades mórbidas sobre la existencia de Dios sabe cuántos David Wallace que corrían por ahí y hacían Dios sabe qué; y nunca jamás quise que me volvieran a confundir profesionalmente ni a refundirme con ningún otro David Wallace. Además, una vez que ya te has establecido con cierto nom de plume, más o menos ya se te queda, no importa lo ajeno o pretencioso que te resulte en tu vida cotidiana.)<<

[83] El nivel subterráneo, que había sido excavado y añadido (generando unos gastos astronómicos) al edificio principal en 1974-1975, se denominaba Nivel 1, de manera que la planta baja era técnicamente el Nivel 2, lo cual resultaba todavía más confuso porque no se habían cambiado todos los letreros previos a la excavación y el anexo, y los letreros y directorios antiguos seguían identificando el nivel principal o planta baja como Nivel 1 y la planta de encima como el 2, y así sucesivamente, de manera que solamente se podía extraer alguna ayuda en términos de orientación de aquellos directorios antiguos y mapas tipo «Usted Está Aquí» si uno sabía por adelantado que tenía que recalibrar todos los números de los niveles añadiéndoles uno, lo cual constituía otra idiotez institucional fácil de corregir que el señor Stecyk me agradeció que le señalara pero al mismo tiempo se mostró avergonzado por no haberla visto y corregido antes, y en esencia asumió plena responsabilidad por ella, pese a que técnicamente fuera responsabilidad del señor Lynn Hornbaker y de las oficinas de Plantas Físicas haber visto y enmendado los letreros hacía muchos años, lo cual explica en parte por qué el proceso de contratar y requerir el diseño y composición nuevos de los letreros resultó ser tan tenso y absurdamente complejo: mediante el recurso de complicar y dificultar lo más posible el asunto de los letreros, el personal de Hornbaker estaba contribuyendo a disipar y dispersar su responsabilidad por el hecho de que los letreros no hubieran sido percibidos y corregidos años atrás, de manera que para cuando la oficina del Director del CRE se enteró del asunto, fue a través de una nube de memorandos internos y copias tan complicada y opaca que nadie que no estuviera directamente involucrado habría prestado nada más que una atención vaga a los detalles más generales de la metedura de pata. <<

[84] Aquellas puertas dobles eran de acero gris, que era el color institucional global del Nivel 1: blanco deslumbrante y gris mate. <<

[85] (de estos CRE, el del Medio Oeste estaba situado en East Saint Louis, a dos horas en dirección sudoeste) <<

[86] (Para su información, el final de la primavera siempre era una mala época en términos dermatológicos, durante aquella época de mi vida; y los crudos fluorescentes del Nivel 1 le daban un relieve despiadado a cada ampolla, cicatriz y lesión.) <<

[87] La información logística también es un añadido posterior, hablando estrictamente. Durante aquel día, yo no les podría haber dicho en qué parte del edificio estábamos en cada momento; ni yo ni nadie. <<

[88] = Subdirector de Personal, que era el título oficial del señor Stecyk. Mi contrato con la Agencia Tributaria, por cierto, no lo firmó ni el señor Stecyk ni el Director de Personal Richard Tate, sino el señor DeWitt Glendenning Jr., cuyos títulos bivalentes eran DCRE (Director del Centro Regional de Examen) y CARE (Comisionado Adjunto Regional de Examen), pero a quien casi todo el mundo llamaba simplemente «Dwitt». <<

[89] (Esta resultó ser la señora Marge van Hool, la ayudante y brazo derecho del señor Stecyk, que tenía unos ojos protuberantes y sin pestañas que no parpadeaban nunca, como los de un reptil o un calamar, como los de una criatura capaz de matarte y devorarte sin que su mirada protuberante y alienígena cambiara para nada, aunque la señora Van Hool resultó ser la sal misma de la tierra, un ejemplo clásico de cuán cierto es eso de que el aspecto de la mayoría de la gente no tiene nada que ver con sus cualidades humanas intrínsecas… una verdad a la que yo me aferraba en aquella época de mi vida.) <<

[90] (un intervalo durante el cual, a través de una serie de perspectivas visuales fugaces, pude presenciar cómo la Crisis de Irán primero leía un libro de bolsillo y en un momento posterior se ponía a trabajar en una manga de su chaqueta color azul llama de gas con alguna clase de pequeño instrumento portátil de costura; estaba claro que su temperamento y/o su experiencia le facilitaban el hecho de hacer largas colas) <<

[91] (es decir, que estaba nauseabundamente calentada por la espalda y el trasero de un desconocido) <<

[92] No me enteraría hasta mucho más tarde de que el hijo de la señora Sloper había sufrido quemaduras graves como resultado de un accidente con algún tipo de vehículo estando en el ejército, y que el estado de mi piel la afectaba mucho más que a cualquier otra madre. Por entonces, lo único que yo sabía era que nos odiábamos mutuamente a simple vista, que es algo que está claro que le puede pasar a cierta gente. <<

[93] Como es habitual en la gente de veinte años, cuando yo estaba en mi casa de Philo me pasaba la mitad del tiempo discutiendo con varios miembros de mi familia sobre sus ideas políticas, mientras que cuando estaba lejos de casa a menudo me sorprendía a mí mismo albergando de forma reflexiva esas mismas ideas de los padres, o por lo menos simpatizando con ellas. Supongo que lo único que quería decir esto era que yo todavía no me había formado una identidad estable propia. <<

[94] (cuyos talentos personales no incluían la perspicacia; y no soy ni mucho menos el único miembro de la familia que ha señalado esto, créanme) <<

[95] Sí que oí, sin embargo, una conversación en la que participaban dos o tal vez tres voces invisibles procedentes del estrecho pasillo junto a cuya entrada estaba mi butaca, las voces de dos empleados del CRE que probablemente estuvieran haciendo cola para algo en aquel pasillo, y la recuerdo con detalle (la conversación) porque las luces fluorescentes de la sala de espera eran de color blanco grisáceo y resultaban cegadoras y no proyectaban sombra alguna, eran de esa clase de luz que te da ganas de suicidarte, y yo era incapaz de imaginarme cómo debía de ser pasar nueve horas al día bajo aquella clase de luz, de manera que me sentí emocionalmente predispuesto a destacar aquella conversación de todo el ruido ambiente general de las conversaciones de la sala, por mucho que no pudiera ver a ninguna de las personas que estaban hablando, y llegué a transcribir partes enteras de la conversación a tiempo real con una especie de taquigrafía personal en el interior de la cubierta de mi libro de psicología popular, a fin de trasladarlas luego al cuaderno (lo cual explica que ahora pueda reproducirlas con un grado de detalle tan potencialmente sospechoso), a saber:

«—¿Y esa es la versión corta?

»—Bueno, la cuestión es que la gente de Sistemas tiene su creatividad. No puedes tratarlos a todos con el mismo rasero.

»—¿Tiene su creatividad? ¿Qué quiere decir eso?

»—El ahorro en costos iniciales de las luces fluorescentes era obvio. Lo único que había que hacer era comparar las facturas de la electricidad. Las lámparas fluorescentes en los Centros de Examen eran incuestionables. Pero Lehrl descubrió, por lo menos en La Junta, que cambiar los fluorescentes empotrados por bancos de bombillas incandescentes y lámparas de mesa incrementaba la eficiencia.

»—No, lo único que los chicos de Sistemas descubrieron fue que el volumen de declaraciones aumentaba después de cambiar los fluorescentes por lámparas.

»—Que no. Lo que el equipo de Lehrl descubrió fue que aumentaba el volumen mensual de recibos netos de auditorías en el CRE del Oeste, durante cada uno de los tres trimestres que siguieron a la instalación de bombillas incandescentes, y que al lado de la cuantía de ese aumento el coste combinado de la instalación y el aumento del costo mensual de la electricidad con las bombillas incandescentes resultaba casi insignificante, asumiendo que se amortizaba el gasto único de sacar todos los fluorescentes y arreglar el techo.

»—Pero nunca demostraron que las lámparas incandescentes tuvieran un vínculo causal directo con el aumento de los recibos de las auditorías.

»—Pero ¿cómo se demuestra eso? Los balances de una región entera constan de miles de páginas distintas. Los recibos aumentados procedían de oficinas de distrito diseminadas por todo el Oeste. Hay demasiadas variables a tener en cuenta: no se puede demostrar una conexión única. Por eso se necesita creatividad. Los chicos de Lehrl sabían que había una correlación. Simplemente no pudieron conseguir que nadie del Triple Seis la aceptara.

»—Esa es tu interpretación.

»—Lo quieren todo cuantificado. Pero ¿cómo se cuantifica la moral?».

… Y esta transcripción hizo que el libro acabara siendo un objeto valioso, en términos de reproducción, décadas más tarde. De manera que fue una pérdida de tiempo pero a la vez no lo fue, dependiendo de la perspectiva y el contexto. <<

[96] El despacho del Director de Personal, mucho más grande, estaba al final de uno de los pasillos radiales que salían de la sala de espera. Tal como descubrí más tarde, el señor Tate, igual que muchos cargos superiores de la administración, prefería trabajar donde nadie lo viera, y casi nunca interactuaba con nadie que estuviera por debajo del rango GS-15. <<

[97] Más tarde me enteré de que aquellos dos eran «mierdifantes», término que aludía a los empleados de refuerzo temporales o de nivel bajo de la Agencia Tributaria cuya tarea consistía principalmente en introducir datos en los sistemas informáticos del CRE o bien en extraerlos. Muchos de ellos eran alumnos o bien de la escuela universitaria de primer ciclo local o bien del Peoria College of Business, que no era precisamente ninguna universidad de élite. Igual que muchos grupos marginales o de casta inferior, los mierdifantes eran un grupo muy cerrado y exclusivo, por mucho que a algunos los pusieran a hacer de «chico del carrito» y como resultado de ello solieran conocer e intercambiar saludos con muchos de los pasapáginas e inmersivos de nivel más alto, cuyos suministros y materiales de examen ellos (los mierdifantes, digo) tenían que acarrear de un lado para otro en unos carritos enormes organizados en niveles separados y cajones y bandejas que se podían expandir como si fueran las bandejas de compartimentos de una enorme caja de aparejos de pesca, de tal manera que los carritos se convertían en versiones enormes y complejas tipo dibujo de Rube Goldberg de los carritos normales de supermercado o de reparto del correo, y algunos de ellos (me refiero a los carritos) hacían un estruendo tremendo cuando los empujabas, por culpa de todas las partes móviles y los distintos niveles y compartimentos que tenían dispuestos de cualquier manera. <<

[98] (esto significa que el primer chico no dijo nada) <<

[99] O, para ser más precisos, una persona que yo di por sentado que era un hombre… Desde donde yo estaba, o sea, básicamente desde detrás de la persona agachada, aquella persona masculina / femenina resultó que llevaba una chaqueta de traje cuyas hombreras, por aquella época, eran unisex. <<

[100] (vuelve a ser conjetura mía) <<

[101] En la práctica, aquella gente estaba haciendo una especie de cola preliminar solamente para acceder después a las colas de los tres pasillos y ver a diversos funcionarios de Personal de rango medio como la señora Van Hool, que en aquel preciso instante (extrapolando hacia atrás desde la reaparición inminente de la señorita Neti-Neti con su impreso 706-IC firmado) le estaba transmitiendo a esta una serie firme y decisiva de instrucciones sobre qué había que hacer con el valioso y veterano especialista de alto nivel en Exámenes Inmersivos que ellas creían que yo era. (Nota: Aquel otro examinador, transferido desde el CRE del Nordeste de Filadelfia, no solamente se llamaba David Wallace sino que su llegada estaba programada para el día siguiente, y era a él a quien habían encargado a la Crisis de Irán que fuera a esperar y que acompañara en persona, el problema era que los sistemas informáticos de Personal habían llevado a cabo una refundición errónea que se explica en el §38, y en la práctica habían fusionado conmigo a aquel segundo David Wallace que llegaba más tarde, lo cual explicaba tanto el error de identidades como el error de fechas… y no hace falta decir que todo esto es un dato post facto que por entonces yo no tenía manera alguna de conocer ni de adivinar, puesto que «David Wallace», pese a que no es el nombre más raro de Estados Unidos, tampoco es tan habitual. Aquel 15 de mayo —fecha en la que el otro David Wallace, mayor y más «valioso», estaba vaciando las bandejas de su mesa Calambre y ayudando a un chico del carrito experimentado a reunir y organizar sus expedientes y documentos de apoyo para distribuirlos entre los demás miembros de su Equipo de Inmersivos a modo de preparación para su transferencia y su vuelo del día siguiente— tampoco sabía yo, bueno, ni yo ni nadie más, obviamente, que cuando al día siguiente aquel empleado veterano recién transferido llegara a la hora de su cita y tratara de darse de alta en la Oficina de Ingresos para empleados con rango GS-13 del vestíbulo del CRE del Medio Oeste, no podría hacerlo, no podría darse de alta y obtener permiso para seguir hasta la cola y obtener su nueva credencial del CRE, porque como es obvio en la Oficina de Ingresos para GS-13 ya figuraría como ingresado y poseedor de un nuevo documento de identidad, puesto que aquella credencial y aquel número de identificación de GS-13 (que pertenecían al otro David Wallace; los había recibido hacía doce años) ya me los habían emitido en Peoria a mí, el autor y «verdadero» (para mí) David Wallace, que obviamente no estaba en situación de entender ni de explicar (más tarde) que todo aquel episodio era una cagada administrativa y no un intento intencionado de suplantar a nadie ni de hacerme pasar por un empleado de rango GS-13 de la Agencia Tributaria con más de doce años a sus espaldas de servicio dedicado a un trabajo cuya dificultad y complejidad arcana yo iba a empezar a descubrir en breve. En cualquier caso, aquella metedura de pata terminaría explicando no solamente mi efusiva bienvenida y mi rango y salario funcionarial erróneamente elevados (que no fingiré que no me sorprendieron agradablemente, aunque como es natural también me desconcertaron), sino también, en parte, el interludio extraño y —para mí— carente en gran medida de precedentes que tuvo lugar en el cuarto de contadores a oscuras anexo a uno de los pasillos radiales que salían del pasillo central del Nivel 1 en compañía de la señorita Neti-Neti, poco después de que esta me hiciera pasar al frente de la cola de documentos de identidad para que me hicieran una credencial nueva, durante el cual (durante el incidente del cuarto de contadores, digo) ella me empujó contra un grupo caliente de cajas de circuitos y me administró lo que, de acuerdo con el antiguo presidente W.J. Clinton, no se podía considerar propiamente «sexo», pero que para mí fue de lejos lo más sexual que me había pasado o que me iba a pasar hasta casi 1989, y todo esto acabó sucediendo debido tanto a la incapacidad del ordenador de Personal para distinguir internamente entre dos David Wallace distintos como a la orden que al parecer le dio la señora Van Hool a la señorita Neti-Neti de que «me» tratara (es decir, no a mí, sino al GS-13 al que habían reclutado por todo lo grande y habían conseguido transferir desde el Módulo de Inmersivos de élite del CRE del Nordeste) «con gran cortesía», lo cual resultó que era un término muy cargado de connotaciones psicológicas para Chahla Neti-Neti, que había madurado económicamente en la cultura sibarita pero plagada de eufemismos y de etiqueta del Irán previo a la revolución (de esto solamente me enteré más tarde, claro) y que, igual que otras muchas jóvenes núbiles iraníes provistas de contactos familiares con el gobierno existente, básicamente se había visto obligada a «comerciar» o «canjear» actividades sexuales con funcionarios de alto rango a fin de poder salir de Irán, tanto ella como otros dos o tres miembros de su familia, durante el periodo de tensiones en que el derrocamiento del régimen del sha se veía venir cada vez más claramente, de manera que para ella «tratar con gran cortesía» se tradujo en una ronda de felación veloz y casi digna de un pájaro carpintero, que al parecer era el método preferido para complacer a los funcionarios del gobierno de quienes uno quería un favor pero cuya cara uno no quería o no soportaba mirar. Pese a todo, fue un episodio realmente excitante, aunque —por razones obvias— extremadamente breve, y también ayuda a explicar por qué pasó tanto rato antes de que yo me diera cuenta de que me había dejado una de mis maletas en el suelo de la sala de espera de las oficinas de Personal… Toda esta información también explicaría más adelante el sobrenombre de «la Crisis de Irán» que tenía la señorita Chahla Neti-Neti, los contornos de cuyos pechos contra la pana húmeda de mis muslos siguen siendo uno de los recuerdos sensoriales más nítidos de toda aquella cagada múltiple que fueron mis primeros días en calidad de examinador inmersivo de la Agencia Tributaria. <<

[102] (lo cual contribuyó también a provocar la confusión de género…) <<

[103] (una mujer judía) <<

[104] Las cuotas de producción son una realidad en la Agencia. Esto no es difícil de entender. Debido a las numerosas y repetidas declaraciones públicas en sentido contrario realizadas por altos funcionarios del Triple Seis, sin embargo, se requiere que dichas cuotas internas se guarden y se registren en código. Al mismo tiempo, los administradores consideran el conocimiento de dichas cuotas un valioso incentivo de cara a los resultados, razón por la cual la Rama de Control ordena y autoriza unos códigos internos que a la mayoría de los auditores les resultan risiblemente familiares. El código Charleston, donde la C representa el número 0, la H representa el 1 y así sucesivamente hasta la N que representa el 9, hoy día lo emplean sobre todo vendedores al detalle que usan un sistema de inventario perpetuo que debe incluir el coste nominal de los bienes vendidos en todos los registros de transacciones. De manera que la etiqueta del precio de venta al público en un supermercado IGA rural, por ejemplo, incluirá al mismo tiempo el precio de venta al público en dígitos y el coste de los bienes vendidos o el precio de unidad distribuida en código Charleston, a menudo en el borde inferior de la etiqueta. Por tanto, cualquiera que esté familiarizado con el código puede determinar a partir de un precio de venta al público, por ejemplo, de 1,49$, y de una inscripción diminuta que diga «TE» debajo, que el margen de ganancia por unidad en este caso es casi del cien por cien, y que el supermercado IGA del que es cliente o bien se dedica a extorsionar o bien tiene unos gastos indirectos de venta al público extraordinarios, posiblemente por culpa de deudas mal apalancadas, un problema habitual en la gestión de las cadenas de supermercados del Medio Oeste. Por otro lado, una ventaja del código Charleston es que inflar el Costo de los Bienes Vendidos de su Tabla A es una de las formas más eficaces y habituales que tienen las franquicias de venta al detalle de amañar su línea 33, sobre todo si la tienda usa un tipo de código para el CBV y el distribuidor otro tipo distinto para sus cuentas por cobrar, y la mayoría de los distribuidores usan un código octal mucho más sofisticado. Es por esto que hay tantas auditorías a empresas grandes que se coordinan para revisar de forma simultánea los distintos niveles de la cadena de suministros. Esas auditorías coordinadas se llevan a cabo en la Sede Regional, a menudo contando también con examinadores de rango GS-13 especialmente elegidos y procedentes del Centro Regional de Examen; a nivel de Distrito no realizamos esa clase de auditorías. <<

[105] (me di cuenta de que llevaba uno de los puños elásticos de su pichi de gamuza amarilla empapado de saliva y de que este se veía, a lo largo de varios centímetros por el antebrazo del bebé, más oscuro que el otro puño, algo que el bebé pasaba por alto y que yo ciertamente no mencioné ni tampoco preví hacer nada al respecto) <<

[106] Debido al enorme y más o menos ininterrumpido volumen de datos que procesaba la Agencia Tributaria, sus sistemas informáticos se habían construido a la carrera, y se habían tenido que mantener y actualizar de la misma manera. La situación era comparable a hacer mantenimiento de una autopista cuyo elevado volumen de tráfico requiere y al mismo tiempo obstaculiza las tareas sustanciales de mantenimiento (es decir, que no se puede cerrar simplemente la carretera para arreglarlo todo de una vez; resultaría imposible desviar todo ese tráfico). Visto a posteriori, habría resultado en última instancia más barato y eficiente cerrar la Agencia entera durante un breve periodo y transferirlo todo a un sistema moderno, recién instalado y basado en discos, a escala nacional. Por aquella época, sin embargo, algo así resultaba inimaginable, sobre todo a la luz del espectacular desastre de 1982 del CRE de Rome, Nueva York, acontecido como resultado de la presión del trabajo atrasado acumulado. Muchas de las correcciones y actualizaciones que se realizaban eran meramente temporales y parciales y, vistas a posteriori, tremendamente ineficaces, como por ejemplo intentar aumentar la capacidad de procesamiento alterando un equipo anticuado para que aceptara unas tarjetas perforadas informáticas ligeramente menos anticuadas (además, las tarjetas Powers tenían los agujeros redondos en lugar de los antiguos agujeros cuadrados de las Hollerith, lo cual requería que se hicieran toda clase de alteraciones violentas en el equipamiento Fornix, que ya era viejo y frágil de por sí). <<

[107] Lo que a un profano le podría parecer que era el problema obvio causado por aquella corrección —es decir, la pérdida de la capacidad del sistema para reconocer y clasificar las degradaciones en la Agencia Tributaria— no suponía de hecho un gran problema, en comparación, para la División de Personal. Lo cierto es que menos del 0,002 por ciento de empleados de la Agencia Tributaria sufrían degradaciones de rango, gracias en gran parte a los poderes de negociación colectiva del Sindicato Nacional de Empleados del Tesoro Público. En la práctica, las condiciones y obstáculos en materia de procedimiento que se requerían para la degradación se fueron reforzando gradualmente hasta volverse casi tan rigurosos como los que se requerían para el despido procedente… aunque esto es en gran medida un problema secundario, que solamente menciono para prevenir posibles confusiones por parte del lector. <<

[108] (que, repito, en realidad era la planta baja del edificio principal) <<

[109] Probablemente valga la pena señalar dos problemas técnicos adicionales o debilidades del sistema o lo que fueran que contribuyeron a la cagada y a mi asignación errónea inicial en el Centro 047. El primer problema fue que, debido a las limitaciones impuestas por la reconfiguración de ciertos programas fundamentales para aceptar tarjetas Powers de noventa columnas con los agujeros redondos, en las etiquetas de los expedientes del sistema informático de Personal solamente cabía la inicial del segundo nombre de los empleados, que en el caso de David Francis Wallace, el empleado transferido entrante de alto valor procedente de Filadelfia, no bastaba para distinguirlo en el sistema de David Foster Wallace, el empleado contratado entrante de escaso valor. El segundo problema, mucho más grave, fue que los números originales de la Seguridad Social de los empleados (es decir, los números de civiles que te asignan cuando eres niño) siempre son borrados y reemplazados en todo el sistema por los nuevos números de la Seguridad Social emitidos por la Agencia Tributaria que también sirven como documentos de identidad de la Agencia. Los números de la Seguridad Social originales de los empleados se «almacenan» únicamente en su solicitud de empleo original; dichas solicitudes siempre se copian en forma de microficha y se almacenan en el Centro Nacional de Registros, un CNR que en 1981 se encontraba disperso por una docena de anexos regionales distintos y complejos de almacenes y que estaba notoriamente mal gestionado y desorganizado y del que era muy difícil extraer documentos concretos a tiempo para nada. Además, en las etiquetas de los expedientes de los sistemas de Personal solamente cabía uno de los números de la Seguridad Social, y ese iba a ser obviamente el nuevo número empezado por 9 que funciona como tu número de identificación de la Agencia. Y como el número 975-04-2012 que se le había expedido al nuevo David F. Wallace de valor nimio durante su Ingreso Acelerado era el mismo identificativo de la Agencia 975-04-2012 del David F. Wallace mayor y más valioso de rango GS-13, los dos empleados se convirtieron, por lo que respectaba a los sistemas informáticos de la Agencia, en la misma persona. <<

[110] Visto de forma retrospectiva, ahora está claro que hubo un tercer y todavía más grave problema del sistema, que fue que, antes de 1987, los sistemas informáticos de la Agencia estaban organizados alrededor de lo que ahora se conoce como modelo en «Rueda Defectuosa» de integración en red. Aquí vuelven a surgir un montón de ideas crípticas y explicaciones, la mayoría de ellas no solamente relacionadas con la situación detallada más arriba de intentar hacer mantenimiento de una autopista mientras se permite a la gente usarla, sino también con la naturaleza poco sistemática y cutre de unos sistemas cuyo mantenimiento dependía de los presupuestos anuales asignados a la Rama Técnica, que por una serie de razones burocráticas / políticas fluctuaban tremendamente de un año a otro; el meollo de lo de la Rueda Defectuosa, sin embargo, era que la configuración de la red informática de la Rama Técnica a mediados de los años ochenta se parecía a una rueda con cubo pero sin llanta. En términos de interfaz informática, todo tenía que pasar por el CIN de Martinsburg. Una transferencia de datos desde el Centro Regional de Examen del Medio Oeste, situado en Peoria, hasta la Sede Central de la Región del Medio Oeste, situada en Joliet, por ejemplo, implicaba en realidad dos transferencias de datos distintas, la primera de Peoria a Martinsburg y la segunda de Martinsburg a Joliet. Los módems y las líneas especiales de Martinsburg eran (para la época) eficientes y altas en baudios, pero a menudo seguía habiendo un desfase en el «tiempo de envíos», un eufemismo idiota que en realidad aludía al hecho de que los datos entrantes se quedaban allí sin hacer nada en los núcleos magnéticos de las unidades centrales Fornix de Martinsburg hasta que les llegaba su turno en la cola de los envíos. Lo cual quería decir que siempre había retrasos. Y por razones comprensibles, la cola siempre era más larga y el retraso peor en las semanas posteriores a la llegada de la oleada de declaraciones de la renta individuales del 15 de abril. De haber existido algo parecido a las redes laterales en el sistema de la Agencia Tributaria —es decir, si los ordenadores de Personal / Sistemas del CRE del Medio Oeste hubieran podido establecer un interfaz directo con sus homónimas de Personal/Sistemas del CRE del Nordeste de Filadelfia, todo el jaleo con David F. Wallace se podría haber resuelto (y las acusaciones injustas se habrían evitado) mucho más deprisa. (Por no mencionar el hecho de que todo el modelo de la rueda sin llanta discrepaba con la descentralización de la Agencia que se había anunciado a bombo y platillo después del informe de la Comisión King de 1952, poco de lo cual es relevante aquí salvo por el hecho de que se suma a toda la idiotez estilo Rube Goldberg de todo el tinglado.) <<

[111] (Estos eran los datos publicados más recientes que había disponibles, y la Agencia tenía que basarse exclusivamente en datos publicados porque el nuevo sistema UNIVAC del Departamento de Comercio de Estados Unidos era incompatible con el hardware Fornix más antiguo que se seguía usando en Martinsburg.) <<

[112] (Ahora probablemente entiendan ustedes por qué a veces es necesario este ocasional añadido apositivo del «autor»; resultó que había dos David Wallace distintos destinados al CRE del Medio Oeste, y adivinen ustedes cuál de los dos fue el único que terminó siendo acusado de suplantación de identidad.) <<

[113] Adquisición Remota de Información. <<

[114] Intromisión Espontánea de Datos. <<

[115] Meredith Rand no se vuelve menos guapa ni hermosa cuando está hablando con alguien sobre hacerse cortes rituales o ser mandada al Centro Zeller. Pero sí que parece repentinamente mayor o más demacrada. Se puede no solamente imaginar sino también ver el aspecto que tendrá su cara a los cuarenta años; que al fin y al cabo, como se sabe, solamente será una forma de belleza distinta, menos recibida y más severa o «ganada», en la que los defectos emergentes y las arrugas no estropearán sus hermosos rasgos sino que los enmarcarán, mostrarán las costuras de una cara que se ha hecho y no solamente ha sido estampada al azar. La luz roja de las llamas falsas de las paredes hace que a Meredith Rand le brillen un poco la nariz y la barbilla ligeramente hendida. <<