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La madre de Toni estaba un poco chiflada, igual que la madre de su madre, que había sido una famosa ermitaña y excéntrica que vivía en la Casa de las Llantas de Peoria. La madre de Toni estuvo viviendo con una sucesión de hombres de mala vida de todo el sudoeste del país. El último las estaba llevando en su vehículo de vuelta a Peoria, adonde la madre de Toni había decidido regresar después de que la relación con el hombre anterior terminara mal. Durante aquel trayecto, la madre se volvió más o menos loca (había dejado de tomar su medicación) y le robó la camioneta al tipo en una estación de servicio, dejándolo allí abandonado.

Tanto la madre como la abuela habían sido proclives a estados de catatonia / catalepsia, que por lo que yo sé son síntoma de cierto tipo de esquizofrenia. Ya desde pequeña, la chica se había dedicado a divertirse imitando aquel estado, lo cual requería quedarse sentada o tumbada muy quieta, respirando de tal manera que el pecho ni siquiera se te levantara y manteniendo los ojos abiertos durante periodos muy largos, sin parpadear más que cada dos o tres minutos. Lo que más costaba era esto último: en cuanto los ojos se te secan te empiezan a escocer. Cuesta mucho, mucho aguantar esa incomodidad… pero si lo haces, si puedes resistir el impulso casi involuntario de parpadear que viene cuando el escozor y los ojos secos alcanzan su punto máximo, entonces los ojos se te empiezan a lubricar sin necesidad de parpadear. Fabrican una especie de lágrimas falsas o sucedáneas, solamente para salvarse. Esto no lo sabe casi nadie, porque la increíble incomodidad que supone mantener los ojos abiertos sin parpadear disuade a la mayoría de la gente antes de llegar a ese punto crítico. Y, en todo caso, suelen quedar lesiones. La niña solía llamarlo «hacerse la muerta», ya que era así como su madre había intentado describirle sus estados a la niña cuando esta era muy pequeña a fin de quitarles importancia, explicándole que solamente estaba jugando y que el juego se llamaba «hacerse la muerta».

El hombre abandonado las encontró en algún lugar del este de Missouri. Ellas estaban en una pequeña carretera asfaltada, y la primera señal de que lo tenían detrás fue un par de faros que aparecieron justo cuando estaban bajando una ladera que se extendía durante casi dos kilómetros: ellas vieron aparecer los faros cuando el vehículo que los seguía alcanzó la cima y los perdieron de vista cuando empezaron a subir de nuevo la lenta pendiente.

Tal como Toni Ware lo recuerda, y tal como se lo contó una vez a Ex durante una noche que resultó que era el aniversario del incidente, el vehículo que el hombre había robado o bien alquilado se les acercó deprisa por detrás —resultó que iba un poco más deprisa que la camioneta, que tenía altillo de caravana— y ellas vieron que el hombre no iba al volante. Iba de pie sobre el capó delantero de lo que resultó ser solamente la cabina sin remolque de un camión, inflado por la rabia y la malicia hasta por lo menos el doble de su tamaño, con los brazos extendidos hacia delante y hacia arriba en un gesto terrorífico de venganza casi digna del Viejo Testamento, y vociferando (en el sentido rural de «vociferar», que es casi un arte en sí mismo; solía ser la forma en que se comunicaba la gente que vivía perdida en las colinas y estaban demasiado lejos entre ellos para verse; era la forma de hacer saber a los demás que estabas allí, porque de otra manera parecía, en las zonas rurales montañosas, que eras la única persona viva en miles de kilómetros a la redonda) con una rabia y un alborozo malignos, negros y extasiados que hicieron que la madre de Toni —que, recordémoslo, no era precisamente el paradigma de la estabilidad— se pusiera histérica y pisara a fondo el acelerador y tratara de ir más deprisa que el otro vehículo al mismo tiempo que intentaba sacarse del bolso un frasco de pastillas con receta y abrir el tapón de seguridad, una operación que a la madre se le daba fatal y que casi siempre la obligaba a pedir ayuda a Toni, causando que el vehículo, al que le pesaba mucho la parte alta por culpa del altillo de caravana marca LEER, se saliera de la carretera y volcara de lado en una especie de campo o zona de maleza, dejando a la madre tan terriblemente herida que se quedó medio aturdida y gimiendo y con la cara cubierta de sangre, y a Toni tumbada de lado contra la ventanilla del copiloto, y de hecho todavía se le ve la manivela de la ventanilla grabada en el costado si puedes convencerla para que se quite la camiseta y te enseñe la extraña reproducción que tiene en el costado derecho. El vehículo quedó tumbado sobre el costado derecho, y como la madre no llevaba cinturón de seguridad, que es algo que la gente como ella nunca hace, quedó parcialmente tumbada encima de Toni Ware, aplastándola contra la ventanilla de tal manera que la chica no se podía mover ni tampoco darse cuenta de si estaba herida. No se oía más que ese silencio terrible y ese siseo y tintineo típicos de los vehículos que acaban de tener un accidente, además del ruido de las espuelas del hombre o tal vez solo del montón de monedas que le tintineaban en los bolsillos mientras bajaba la ladera hacia ellas. La ventanilla de la chica estaba pegada al suelo y la del lado del conductor había quedado señalando al cielo, pero el parabrisas, aunque doblado y medio colgando del marco, se había convertido en una ranura vertical de metro y medio a través de la cual Toni Ware tenía una vista completa del hombre que ahora se detuvo allí delante, haciéndose crujir los nudillos y mirando a las ocupantes del coche. La madre tenía los ojos cerrados pero estaba viva porque se la oía respirar y de vez en cuando soltaba alguna débil exclamación inconsciente en medio del coma o lo que fuera. El hombre reparó en Toni y se la quedó mirando fijamente durante un rato largo; más tarde ella entendió que él estaba intentando averiguar si estaba viva. Resulta inimaginablemente difícil mirar al frente y que alguien te mire fijamente y que sin embargo no parezca que tú le estás devolviendo la mirada. (Esto es lo que había dado pie a la historia; David Wallace u otra persona había comentado que Toni Ware resultaba siniestra porque, pese a que no era tímida ni te evitaba la mirada para nada, daba la impresión de que te estaba mirando los ojos en lugar de mirarte a los ojos, un poco de la misma manera en que te devuelve la mirada un pez que está en una pecera y te pasa por el lado mientras tú estás mirándole a los ojos a través del cristal; tú sabías que te estaba viendo de alguna manera, pero su forma de hacerlo resultaba inquietante porque no se parecía en nada a la forma en que los seres humanos parecen verte cuando tu mirada se cruza con la de ellos.)

Toni tenía los ojos abiertos. Era demasiado tarde para cerrarlos. Si los cerraba de repente, el hombre sabría que estaba viva. La única esperanza que tenía era parecer tan muerta que el hombre no lo comprobara o no le sostuviera un trozo de cristal frente a la boca para ver si respiraba. Y lo que evitaría que lo comprobara era que ella tuviera los ojos abiertos y no los cerrara para nada; ningún ser humano podía mantener los ojos abiertos durante periodos largos de tiempo. No había nadie presente; el hombre tenía tiempo de sobra para asomarse por el parabrisas y ver si estaban vivas. Toni tenía la cara de su madre encima de la de ella, pero por suerte la sangre le estaba goteando en una cavidad de la garganta; si le estuviera goteando encima de los ojos la habría hecho parpadear involuntariamente. De manera que permaneció así, rígida y con los ojos abiertos. El hombre trepó a la camioneta y trató de abrir la portezuela del conductor, pero se la encontró bloqueada por dentro. El hombre regresó a su camión para coger alguna clase de herramienta o palanca y la usó para desprender el parabrisas, causando una sacudida violenta del vehículo. A continuación se tumbó de lado y se metió por la ranura del parabrisas, mirando primero a la madre inconsciente y luego a la niña. La madre gimió y se movió un poco y el hombre la mató extendiendo el brazo y cerrándole los orificios nasales con una mano mientras con la otra le tapaba la boca usando un trapo grasiento y apretaba fuerte, tan fuerte que la cabeza de la madre forcejeó contra el costado de la de Toni mientras intentaba resistirse inconscientemente a la asfixia. Toni se quedó allí, respirando sin moverse, con los ojos todavía abiertos y a solo unos centímetros de los ojos del hombre que estaba asfixiando a su madre, lo cual requirió más de cuatro minutos de presión hasta que el tipo estuvo seguro del todo de que estaba muerta. Toni se quedó mirando sin ver y sin parpadear pese a que la sequedad de sus ojos y la incomodidad debieron de ser terribles. Y de alguna manera consiguió convencer al hombre de que estaba muerta, porque él no le cerró los orificios nasales ni usó con ella el trapo grasiento, aun cuando solo habría necesitado cuatro o cinco minutos más… pero ningún ser humano normal es capaz de permanecer así sentado tanto rato con los ojos abiertos y sin parpadear, así que él se quedó convencido. De manera que sacó un par de objetos de valor de la guantera y ella oyó que se volvía tintineando ladera arriba y por fin oyó el ruido tremendamente potente que hizo el motor del camión al arrancar y marcharse, y luego la niña se quedó allí atrapada entre la portezuela y su madre muerta durante lo que debieron de ser varias horas antes de que alguien pasara por casualidad y viera el coche estrellado y llamara a la policía, y luego probablemente otro rato mientras esperaba a que la sacaran de la camioneta, sin ninguna herida de tipo físico, y la metieran en alguna clase de ambulancia de la beneficencia…

Buf.

Así que no os metáis con esta chica; esta chica las ha pasado putas.