—Ciertamente parece un restaurante agradable.
—Se ve muy agradable.
—Yo aquí no he estado nunca. Pero me han hablado bien, algunos de los chicos de administración. Ya tenía muchas ganas de probarlo.
—…
—Pues aquí estamos.
—(Sacándose el chicle de la boca y envolviéndolo en un Kleenex procedente del bolso.) Ajá.
—…
—…
—(Hace pequeños ajustes a la colocación de los cubiertos.) …
—…
—¿No te parece que es mucho más fácil entablar conversación con alguien a quien ya conoces bien que con alguien a quien no conoces de nada, principalmente gracias a toda la información intercambiada previamente y a todas las experiencias que comparten dos personas que se conocen bien, o quizá porque es únicamente con la gente a la que ya conocemos bien y que nos conoce bien que no tenemos que pasar por el incómodo proceso mental de someter todo lo que se nos ocurre decir o sacar a colación como tema de conversación intrascendente a una evaluación y un análisis crítico autoconscientes que consiguen que todo lo que nos proponemos decirle a la otra persona parezca aburrido o tonto o banal o, al contrario, tal vez resulte demasiado íntimo y acabe generando tensión?
—…
—…
—¿Cómo me has dicho que te llamabas?
—Russell. Russell o a veces Russ, aunque para ser sincero yo prefiero con diferencia Russell. No tengo nada contra el nombre Russ; simplemente no he simpatizado nunca con él.
—¿Llevas alguna aspirina encima, Russell?