Un par de cosillas sobre el fenómeno de los «espectros» que forma una parte tan crucial de la tradición de los examinadores. Los espectros que ven los examinadores no son lo mismo que los fantasmas de verdad. Lo de «espectros» se refiere a un tipo concreto de alucinación que pueden sufrir los examinadores de a pie llegado cierto umbral de aburrimiento concentrado. O digamos más bien que la tensión que requiere intentar mantenerse alerta y puntilloso en situaciones de aburrimiento extremo puede alcanzar niveles en los que ocurran de forma rutinaria ciertos tipos de alucinaciones.
Una de esas alucinaciones es lo que en la División de Examen se conoce como la visita del espectro. A veces se llama visita a secas, como por ejemplo: «Tienes que disculpar a Blackwelder. Ha tenido una pequeña visita esta tarde, de ahí le viene el tic». Aunque la mayoría de los examinadores sufre alucinaciones de vez en cuando, no todos sufren visitas. Solamente ciertos tipos psicológicos. Una forma de saber que no son fantasmas de verdad: cada visitado recibe espectros distintos, pero lo que todos tienen en común es que los espectros siempre son profunda y diametralmente opuestos a los examinadores a quienes visitan. Es por eso que dan tanto miedo. Suelen manifestarse como irrupciones del lado reprimido de los tipos de personalidad más rígidos y disciplinados, lo que los analistas llamarían tal vez la sombra de una persona. Los pasapáginas hipermasculinos reciben visitas de reinonas de sonrisa tonta, vestidas con lencería y maquilladas con montones vodevilescos de carmín y pintura de ojos, haciendo el mariquita. Los pasapáginas religiosos ven demonios; los mojigatos ven rameras abiertas de piernas o gauchos priápicos. Los inmaculadamente pulcros reciben visitas de figuras inmundas con la ropa infestada de pulgas; los increíblemente maniáticos y organizados ven figuras de pelo alborotado con cordeles en los dedos que hurgan frenéticamente entre gimoteos en las canastas de la mesa Calambre en busca de algo crucial que no encuentran.
Tampoco es que pase todos los días. Los espectros visitan sobre todo a ciertos tipos de persona. A diferencia de los fantasmas de verdad.
Los fantasmas son distintos. La mayoría de los examinadores con cierta experiencia creen en los espectros; pocos conocen a fantasmas de verdad o creen en ellos. Esto es comprensible. Al fin y al cabo, los fantasmas se pueden confundir con los espectros. En cierta manera, los espectros actúan como telón de fondo o camuflaje que distrae y en el que puede ser difícil distinguir el patrón factual de los fantasmas de verdad. Es como ese viejo gag de cine donde a un tipo lo visita un fantasma de verdad en Halloween y él lo elogia pensando que es un niño disfrazado.
La verdad es que hay dos fantasmas reales y no alucinatorios que rondan la sala de pasapáginas del Centro 047. Nadie sabe si hay alguno en los Módulos de Inmersivos; esos Módulos son mundos aislados.
Los dos fantasmas se llaman Garrity y Blumquist. Gran parte de la información que sigue procede a posteriori de Claude Sylvanshine. Blumquist es un examinador de a pie muy soso, anodino y eficiente que se murió sentado a su mesa en 1980 sin que nadie se diera cuenta. Algunos de los examinadores de más edad llegaron a trabajar con él haciendo exámenes de a pie en los años setenta. El otro fantasma es más viejo. Es decir, que procede de un periodo anterior de la historia. Parece ser que Garrity había sido inspector de cadena de montaje en Mid West Mirror Works a mediados del siglo XX. Su trabajo consistía en examinar cada pieza de cierto modelo de espejo decorativo que salía de la cadena final de montaje, en busca de defectos. Los defectos solían ser burbujas o bultos en el aluminio del dorso del espejo que causaban que la imagen reflejada se viera distendida o distorsionada de alguna manera. Garrity tenía veinte segundos para comprobar cada espejo. Por entonces la psicología industrial era una disciplina primitiva y no había mucho conocimiento de los tipos primitivos de estrés. En esencia, Garrity estaba sentado al lado de una cinta transportadora que iba bastante despacio y se dedicaba a ejecutar un complejo sistema de movimientos cuadrados y de mariposa con el torso para examinar muy de cerca el reflejo de su cara. Lo estuvo haciendo tres veces por minuto, 1.440 veces al día y 356 días al año, durante dieciocho años. Hacia el final, parece ser que ya ejecutaba aquel complejo sistema de movimientos cuadrados y de mariposa de su inspección incluso cuando no estaba trabajando y cuando no tenía ningún espejo delante. Parece ser que en 1964 o 1965 se colgó de una tubería de la calefacción en lo que ahora es el pasillo norte que sale de la sala de pasapáginas del Anexo del CRE. De todo el equipo actual de examinadores de la sala, solamente Sylvanshine conoce algún detalle sobre Garrity, a quien no ha visto nunca, y aun así la mayor parte de lo que Sylvanshine sabe no son más que datos repetitivos sobre el peso de Garrity, su talla de cinturón, la topología de sus defectos ópticos y el número de pasadas de la maquinilla que hacen falta para afeitarse con los ojos cerrados. De los dos fantasmas de la sala de pasapáginas, Garrity es el que menos cuesta de confundir con un espectro, puesto que es extremadamente dado a ponerse a charlar y distraerte, de manera que los pasapáginas que están luchando por mantener la concentración a menudo lo confunden con el mono charlatán imaginario del lado oscuro y autodestructivo de su propia personalidad.
Blumquist es distinto. Cuando Blumquist se materializa junto a un examinador, lo que suele hacer es sentarse contigo. En silencio, sin moverse. Lo único que revela que algo va mal es el hecho de que Blumquist y su silla son un poco traslúcidos. Nunca molesta. Tampoco se te queda mirando de una forma que incomode. Da la sensación de que simplemente le gusta estar ahí. Es una sensación que siempre resulta un poco triste. Tiene la frente alta y unos ojos afables que sus gafas le aumentan de tamaño. A veces lleva sombrero; a veces lleva el sombrero cogido del ala al salir. Salvo por los examinadores que se alteran ante cualquier clase de visitas —que son los más frágiles y rígidos y ya de por sí los más susceptibles a que los visite un espectro, con lo cual se trata de una especie de círculo vicioso—, salvo esos, la mayoría de los examinadores aceptan las visitas de Blumquist o incluso disfrutan de ellas. Hay unos cuantos a los que parece que él prefiere, pero es bastante democrático. Los pasapáginas lo consideran un tipo cordial. Pero nadie habla nunca de él.