Una anécdota paranormal poco conocida pero cierta: existen lo que se llama médiums de datos. A veces en los tratados se los conoce también como videntes informativos, y al síndrome en sí como IDA (=Intuición de Datos al Azar). Los repentinos destellos de conciencia o clarividencia de esos sujetos son estructuralmente similares, pero por lo general mucho más tediosos y cotidianos que los vaticinios dramáticamente relevantes que normalmente clasificamos como PES o precognición. Esto explica a su vez que el fenómeno haya sido tan poco estudiado o publicitado, y por qué la gente dotada de IDA se refiere a ello casi universalmente como una enfermedad o una minusvalía. En los pocos estudios y monografías serios que existen, sin embargo, los ejemplos abundan; ciertamente es la abundancia, junto con la irrelevancia y la interrupción del pensamiento y la atención normales, lo que constituye la esencia del fenómeno de la IDA. El segundo nombre de ese amigo de la infancia o de ese desconocido con el que te cruzas en un pasillo. El hecho de que alguien que se te sienta cerca en un cine estuvo una vez dieciséis coches por detrás de ti en la I-5 cerca de McKittrick, California, en un día cálido y lluvioso de octubre de 1971. Los datos salen de la nada y resultan incómodos y frustrantes, igual que todas las irrupciones psíquicas. Sucede simplemente que son efímeros, inútiles, intrascendentes y distraen la atención. Cómo le supo el Cointreau a alguien que tenía un leve resfriado en el paseo de la ópera estatal de Viena el 2 de octubre de 1874. Cuánta gente miró en dirección sudeste para ver a Guy Fawkes colgado en 1606. El número de planos que hay en Al final de la escapada. El hecho de que un tipo llamado Fangi o Fangio ganara el Grand Prix de 1959. El porcentaje de deidades egipcias que tienen caras de animales en vez de caras humanas. La longitud y el diámetro medio del intestino delgado del secretario de Defensa Caspar Weinberger. La altura exacta (no la estimada) del monte Erebus, aunque no lo que es el monte Erebus ni dónde está.
En el caso del médium de datos y funcionario de rango GS-9 Claude Sylvanshine, por ejemplo, el 12 de julio de 1981 recibe el peso y velocidad métricos exactos de un tren que está avanzando en dirección sudoeste a través de Prešov, Checoslovaquia, en el preciso momento en que él se supone que tiene que estar contrastando los recibos 1099-INT con la declaración de la renta de unos tales Edmund y Willa Kosice, las persianas de cuya casa fueron reemplazadas en 1978 por alguien cuya esposa ganó una vez tres rondas seguidas de bingo en la iglesia de Saint Bridget de Troy, Michigan, pese al hecho de que la dirección de la residencia de los Kosice está en Urbandale, Iowa; la razón de esta incongruencia en la IDA es desconocida para Sylvanshine, para quien los datos al azar no son más que una distracción más entre las muchas que se tiene que sacudir de encima en medio del ruido y el desánimo generalizado y frenético del CRE de Filadelfia. Luego recibe el nombre del dios tolteca del maíz, pero escrito en signos toltecas, de manera que a Sylvanshine le parece un mero dibujo abstracto de origen desconocido. El ganador del premio Nobel de fisiología barra medicina en 1950.
Dato: Por lo menos un tercio de los magos y videntes al servicio de los gobernantes de la Antigüedad terminaron siendo despedidos o matados al poco de instalarse en sus cargos, porque resultaba que la mayor parte de lo que intuían o vaticinaban era irrelevante. No incorrecto, simplemente irrelevante, inútil. La verdadera razón del apéndice humano. El nombre que le daba Norbert Wiener a la pelotita de cuero que era su única amiga cuando era un niño enfermo. El número de hojas de hierba que hay en el jardín delantero de la casa de tu cartero. Cosas que se inmiscuyen, arman ruido, no paran de molestar. Si a Sylvanshine siempre se le ve una mirada tan concentrada y tensa en parte es porque está intentando filtrar toda clase de datos molestos que va intuyendo psíquicamente. La cantidad de parénquima que hay en cierto helecho situado en la sala de espera de un ortodoncista de Athena, Georgia, aunque ni una palabra de lo que es el parénquima en cuestión. El hecho de que el campeón de los pesos pluma de la WBA de 1938 tenía una ligera escoliosis en la región T10-12. Y tampoco comprueba nada: esos datos no los contrastas, son como cebos que no te llevan a ninguna parte. Es algo que ha aprendido por las malas. La velocidad en unidades astronómicas en que el Sistema ML435 se está alejando de la Vía Láctea. Él no le cuenta a nadie estas intrusiones. Algunas están conectadas, pero casi nunca de ninguna manera que revista lo que alguien con verdadera PES llamaría sentido. El peso métrico de toda la pelusa de todos los bolsillos de todos los presentes en el observatorio de Fort Davis, Texas, en el día de 1974 en que las nubes tapan un eclipse que estaba previsto que se produjera. Tal vez uno de cada cuatro mil de esos datos resulta relevante o de utilidad. La mayoría son como tener a alguien que te canta «Barras y estrellas» al oído mientras tú estás intentando recitar un poema para ganar un premio. Claude Sylvanshine no lo puede impedir. El hecho de que la hermanita pequeña de la retatarabuela de una persona con la que te cruzas por la calle y que murió de tos ferina en 1844 se llamaba Hesper. El coste, en dólares ajustados a la inflación, de aquel eclipse tapado por las nubes. La licencia de emisión de la Comisión Federal de Comunicaciones de la emisora cristiana que estaba escuchando el director del observatorio mientras volvía a casa en coche, donde se encontró a su mujer exhausta y la gorra del lechero encima de la encimera de la cocina. La forma de las nubes en la tarde en que dos personas a las que nunca ha conocido concibieron a su criatura, a la que perdieron a las seis semanas de embarazo. El hecho de que el pionero de la maletería con ruedas para el gran público fuera el ex marido de una azafata de la People Express que se pasó más de dieciocho meses volviéndose medio loco en su intento de investigar la mecánica de la fabricación de maletas y las solicitudes pendientes de patente porque no se podía creer que a nadie se le hubiera ocurrido comercializar masivamente aquel accesorio. El número de registro en la Oficina Nacional de Patentes de la máquina que le había pegado el revestimiento de papel a la gorra del lechero. El peso molecular medio de la turba. Y Sylvanshine jamás le habló a nadie de su enfermedad, desde que en cuarto de primaria adivinó el nombre de la gata que había tenido de niña el primer amor del marido de su tutora y que había perdido los bigotes de un lado en un percance sucedido junto a la cocina de carbón en Ashtabula, Ohio, un dato verificado únicamente cuando Claude escribió un pequeño folleto ilustrado sobre el tema y el marido de la tutora vio el nombre y el dibujo a lápiz de Scrapper con los bigotes que le faltaban y se puso blanco como el papel y se pasó tres noches soñando intensamente, sin que nadie lo supiera.
El médium de datos vive a tiempo parcial en el mundo de los detalles fragmentarios y efervescentes que nadie conoce o que nadie se molestaría en conocer aunque tuvieran la posibilidad de conocerlos. La población de Brunéi. La diferencia entre la mucosidad y el esputo. El tiempo que un chicle ha residido en la parte de abajo del cuarto asiento por la izquierda de la tercera hilera del Virginia Theater de Cranston, Rhode Island, pero no quién lo puso ahí ni por qué. Es imposible predecir qué datos van a irrumpir. Los dolores de cabeza son constantes. A veces los datos son visuales y tienen una inquietante luz de fondo, como una luz infinitamente brillante y situada a una distancia infinita. La cantidad de carne roja sin digerir que hay en el colon del individuo adulto masculino medio de cuarenta y tres años de Gante, Bélgica, en gramos. La relación entre la lira turca y el dinar yugoslavo. El año de la muerte del explorador submarino William Beebe.
Prueba un pastelillo de Hostess. Sabe dónde se elaboró; sabe quién manejaba la máquina que lo roció de una ligera capa de chocolate glaseado; sabe el peso de esa persona, su talla de zapatos, su puntuación media a los bolos; la puntuación media de su carrera como bateador de la liga American Legion, y sabe las dimensiones de la sala donde está ahora mismo esa persona. Es abrumador.