Stecyk empezó por el final de la manzana, cogió el primer caminito de losas con el maletín a cuestas y llamó al timbre.
—Buenos días —le dijo a la señora mayor vestida con algo que era o bien un albornoz o bien un vestido de estar por casa muy informal que salió a abrir la puerta (eran las 7.20, o sea que lo del albornoz no solamente era probable, sino directamente apropiado) y que se estaba agarrando con fuerza el cuello de la prenda para mantenerlo cerrado y mirando a través de la rendija de la puerta en dirección a distintos puntos situados por encima de los hombros de Stecyk, como si estuviera segura de que debía de haber alguien más detrás de él. Stecyk dijo—: Me llamo Leonard Stecyk, me llaman Leonard pero no me importa en absoluto que me llamen simplemente Len, y hace poco que he tenido la oportunidad de mudarme aquí y ocupar la vivienda situada en el 6F del complejo Angler’s Cove, que está ahí, en esta misma calle, estoy seguro de que lo habrá visto usted ya sea al salir de su casa o al regresar, ahí mismo lo tiene, en el 121 de esta misma calle, y quería saludarla y presentarme y decirle que me alegro de formar parte de este vecindario y que me gustaría ofrecerle a modo de saludo y de agradecimiento este ejemplar gratuito de la Guía Nacional de Códigos Postales del Servicio de Correos de Estados Unidos correspondiente a 1979, donde figuran los códigos postales de todas las comunidades y zonas postales de todos los estados del país en orden alfabético, y también —movió el maletín que tenía debajo del brazo para abrir la guía y sostenerla abierta de manera que la viera la señora; daba la impresión de que la mujer tenía algún problema en un ojo, como si estuviera teniendo un contratiempo con una de sus lentes de contacto o bien tuviera algún cuerpo extraño por debajo del párpado superior, que es algo que puede causar incomodidad—, y también figuran aquí en el dorso de la última página y dentro de la contraportada, lo de la contraportada es la continuación… las direcciones y números de teléfono gratuitos de más de cuarenta y cinco agencias y servicios gubernamentales de los que usted puede recibir material informativo gratuito, que a menudo le resultará de una utilidad casi pasmosa, fíjese en que he puesto un pequeño asterisco al lado de esos que sé a ciencia cierta que resultan útiles y le suponen una ganga extraordinaria, y que por supuesto, al fin y al cabo, si nos ponemos a ver las cosas como son, se pagan con los impuestos de usted, así que por qué no sacarles partido a esas contribuciones, ya me entiende, aunque por supuesto esa es una decisión que le compete exclusivamente a usted. —La mujer también tenía la cabeza un poco girada, tal como la tiene la gente a quien le empieza a fallar el oído, y al fijarse en eso Stecyk dejó el maletín en el suelo para añadir un par de asteriscos más junto a sendos números de teléfono que le podrían resultar especialmente útiles en aquel caso. Luego hizo el gesto lento y teatral de entregarle la guía postal y la dejó allí suspendida en medio del aire, justo delante de la puerta, donde la señora tenía la cara toda fruncida y parecía estar decidiendo si abría la cadenilla de la puerta para aceptarla—. Mire, se la voy a dejar aquí apoyada en el buzón —y señaló el buzón—, y puede usted hojearla a su gusto y cuando le venga mejor, hoy mismo si quiere, o bien hacer lo que le parezca a usted mejor —dijo Stecyk. Le gustaba hacer una pequeña bromita o agudeza consistente en realizar un movimiento como si se estuviera quitando el sombrero, pese a que su mano nunca llegaba a tocar el sombrero; a él le parecía al mismo tiempo cortés y gracioso—. A más ver, pues —dijo.
Dio media vuelta por el caminito, esquivando todas las grietas de las losas y oyendo que la puerta solo se cerraba a sus espaldas cuando él llegaba a la acera y giraba bruscamente a la derecha y daba dieciocho zancadas hasta el siguiente caminito y giraba bruscamente a la derecha hacia la siguiente casa, que tenía una puerta de seguridad de hierro forjado instalada delante y en la cual no contestó nadie después de que él diera tres timbrazos y unos golpecitos con la melodía de «una copita de ojén». De manera que dejó una tarjeta donde había apuntado su dirección nueva seguida de un resumen de su saludo y su ofrecimiento y otra guía de códigos postales de 1979 (la guía de 1980 no estaría disponible hasta agosto; él ya la tenía encargada) y continuó por el caminito, dando zancadas briosas y poniendo una sonrisa tan grande que casi parecía que le dolía.