[1] En beneficio de la simplicidad sólo se reseñan aquí los tipos más elementales de alineación de las personas entre sí y de las correspondientes, vinculaciones entre ellas, las valencias afectivas (véase p. 161), Otros tipos de alineación y de vinculación entre personas, como por ejemplo los que se basan en el desempeño de funciones, la especialización profesional, la integración en linajes y estados, los elementos comunes de identificación, de los ideales del yo y del nosotros, de la hostilidad frente a otros o de las tradiciones de lenguaje y pensamiento, tienen la misma función. El cometido esencial de la figura 2 consiste en facilitar la reorientación de los modelos y conceptos sociológicos, lo que se hace posible si los individuos y, no en último término, uno mismo, es decir, todas las personas que pueden referirse a sí mismas en términos de «yo» o de «nosotros», se conciben como unidades semiautónomas entre otras, no como unidades absolutamente autónomas, y si se tiene presente que los equilibrios inestables de poder (véase p. 86) y las consiguientes confrontaciones de poder se cuentan entre las peculiaridades básicas de todas las relaciones humanas, trátese de relaciones entre dos personas o de figuraciones integradas por un mayor número de personas.<<

[2] Véase el vol. 3o de la colección «Grundfragen der Sociologie»; Helmut Klages, Geschichte der Soziologie, Munich, 1969, pp. 51 y ss. (Nota de Dieter Claessens)<<

[3] Comte, Auguste, Cours de Philosophie Positive, vol. 1, París, 5a edición, 1907, p. 5.<<

[4] Véase Klages, op. cit., p. 51. (N. de D. C.)<<

[5] Véase Negt, Oskar, Strukturbeziehungen zwischen den Gesellshaftslehren Comtes und Hegels, Frankfurt am Main, 1964. (N. de D. C.)<<

[6] Se pueden encontrar precursores de este cambio en la historia de la crítica de la ideología y de la sociología del conocimiento; se podría citar, por ejemplo, la teoría de los ídolos de Bacon. (N. de D. C.)<<

[7] Comte, op. cit. p. 2.<<

[8] Véase a este respecto Berger, Peter y Luckmann, Tilomas: Die gesellschaftliche Konstruktion der Wirklichkeit. Mine Theorie der Wissenssoziologie, Frankfurt am Main, 1969. (N. de D. C.)<<

[9] Este es un tema central de la sociología del conocimiento mannheimiana. Véase Wisseassaziologie, ed, por Kurt H, Wolff, Neuwied, 1964. (N. de D. C.)<<

[10] Comte, op. cit, p. 5.<<

[11] Comte, op. cit,<<

[12] Véase la traslación de este concepto a un plano metafísico en Shceler, Max, Die Wissensformen and die Gesellsehaft, Berna y Munich, 2a ed., 1960. (N. de D. C.)<<

[13] Un intento de atribuir una racionalidad especifica, incluso cientificidad, al «pensamiento salvaje» fue emprendido de nuevo contemporáneamente por Claude Lévi-Strauss, La pensée sauvage, París, 1962; ed. al.: Das wilde Denken, Frankfurt, 1968; ed. esp.: El pensamiento salvaje, México, 1964. (N. de D. C.)<<

[14] Comte, A., op. cit., p. 52.<<

[15] Wieser, Wolfgang, Organismen, Strukturen, Maschinen. Zu einer Lehre vom Organismus, Frankfurt am Main, 1959, pp. 64, 68.<<

[16] Marx vio igualmente con claridad este problema, aunque sin llegar a formularlo en términos espistemológicos. En Miseria de la filosofía, de 1847, dice: «Lo que caracteriza a la división del trabajo en las sociedades modernas es el hecho de que produce las especialidades, los especialistas y con ellos el idiotismo de especialista». Marx-Engels Werke, 4, Berlín (Dietz), 1964, p. 157. (N. de D. C.)<<

[17] Comte, A., op. cit., pp. 15-16.<<

[18] Véase a este respecto: Topitsch, Ernst, Sozialphilosophie zwischen Ideologie und Wissenschaft, Neuwied y Berlín, 2a ed., 1966. (N. de D. C.)<<

[19] Sobre esto: Rudolph, Wolgang, Der kulturelle Relativismus, Berlín, 1968 (N. de D. C.)<<

[20] Se encuentran elementos de esta idea en Tocqueville, Die Demokratie in Amerika, Frankfurt am Main y Hamburgo, 1956. (N. de D. C.)<<

[21] Véase a este respecto el vol. 5o del a colección «Grundfragen der Soziologie»: Melvin M. Tumin, Schicbtung und Mobilität, Munich, 1968 (Nota de Dieter Claessens, director de la colección mencionada).<<

[22] Un ejemplo instructivo del uso teleológico del concepto de función, en el que se atribuye a este la finalidad de conservar un sistema social existente, es el conocido análisis de la función de las disputas entre grupos parciales de los nuer, que procede de E. E. Evans-Pritchard (Evans-Pritchard, E. E., The Nuer, Oxford, 1940, cap. 3, p. 159): «La función de la disputa, considerada de este modo, es el mantenimiento del equilibrio estructural entre segmentos tribales opuestos, que no por ello dejan de fundirse simultáneamente en unidades políticas mayores». Nos encontramos ante agudas observaciones de detalles que contrastan con su inserción en un modelo aún excesivamente tosco y escasamente pensado. Probablemente sería más apropiado decir que en el período de la investigación las funciones que esos grupos parciales desempeñaban unos para con otros en tanto que aliados y miembros de una misma tribu superaban a las funciones que desempeñaban al mismo tiempo en tanto que rivales.<<

[23] Investigaciones detalladas sobre desplazamientos de funciones y de poder en la relación entre grupos específicos se pueden encontrar en Elias, N., Die Höfische Gesellschaft, Neuwied y Berlín, 1970, capítulos III y IV.<<

[24] El concepto de «mal funcionamiento», que se refiere a procesos sociales observables, no ha de confundirse con el mertoniano concepto dysfunctional, que es inutilizable en el trabajo sociológico de investigación. El concepto de Merton se basa en una valoración preestablecida y se refiere a una imagen ideal de una sociedad que funciona armónicamente en estado estacionario, sin correspondencia con la realidad observable. Véase Merton, R. K., Social Theory and Social Structure, Glencoe/III. 9a. ed., 1964.<<

[25] Incluso muchas sociedades preestatales tienen más de dos pianos. En una federación tribal de integración tan relativamente simple y laxa como la antigua federación iroquesa, el proceso que habla de seguir una medida que un individuo quisiese proponer a la colectividad era según un informe coetáneo (redactado por el rev. Asher Wright, citado en Wilson, Edmund, Apologies to the Iroquois, Londres, 1960, p. 174) el siguiente: la medida debía ser primero aprobada por la familia, luego por el clan, luego por los cuatro clanes emparentados que ocupaban su sitio, en la casa de deliberaciones, luego por su nación. Cuando todo esto se había llevado a cabo, las medidas del gran Consejo se sometían al conjunto del pueblo para que diese su asentimiento. Era una regla fija que todas las medidas debían ser acordadas por unanimidad. Por. eso todas las discusiones, sin excepción, se prolongaban hasta que cesaba la oposición. En otro caso la propuesta era desestimada.<<

[26] Véase Claessens, Dieter, Klönne, Arno y Tschoepe, Armin, Sozialkunde der Bundesrepublik Deutschland, edición especial, Düsseldorf y Colonia, 1968, p. 40.<<

[27] Véase Elias, Norbert y Scotson, J., The Established and the Outsiders, Londres, 1965.<<

[28] Mi colega Richard Brown, de la Universidad de Durham, quien leyó amablemente esta parte del manuscrito, me hizo la observación de que en Brech, E. F. C., Organization, Londres y Nueva York, 1957, pp. 77 y ss., fueron publicadas ya operaciones de cálculo de este tipo, si bien en relación con problemas teóricos de naturaleza algo diferente.<<

[29] Por falta de espacio no es posible mostrar aquí, sobre la base de ejemplos concretos, el grado de confusión que sigue reinando todavía hoy en este aspecto. Pero es preciso señalar que un estudioso tan importante, tan innovador en su propio campo en relación tanto con la teoría como con los problemas empíricos, como Konrad Lorenz olvida la sencilla diferencia entre la conducta aprendida del hombre y la conducta innata, automática, de los seres vivos no humanos cuando establece paralelismos superficiales entre determinados comportamientos socialmente normados de los hombres y los comportamientos sociales de las ocas y los lobos. Precisamente porque Lorenz está habituado a proceder en su propio campo, la sociología animal, a un minucioso y cuidadoso trabajo experimental que utiliza como base para la elaboración de teorías podría esperarse que se familiarizase con la investigación de la sociología humana antes de extraer de observaciones acerca de la agresión y la regulación de la agresión en las sociedades animales, sin proceder a estudios igualmente cuidadosos y minuciosos, conclusiones acerca de la agresión y la regulación de la agresión entre los humanos (véase Lorenz, Konrad, Sobre la agresión. El pretendido mal, Madrid, 1976). Es relativamente fácil mostrar que la normación y toda la conformación social de la conducta agresiva del hombre en relación con los otros hombres es extraordinariamente variable, que puede ser extraordinariamente distinta en sociedades diferentes e incluso en diferentes estratos de una misma sociedad. Es completamente distinta en sociedades gobernadas por capas guerreras y en sociedades industriales (algunos materiales sobre este problema se pueden encontrar en Elias, Über den Prozes der Zivilisation, Berna y Munich, 2a ed., 1969). La determinación en alguna medida fiable de si, y hasta qué punto, existe alguna tendencia de comportamiento común a toda la especie subyacente a los diferentes tipos existentes de conducta agresiva, solo sería posible a partir de cuidadosas investigaciones comparativas de muchas sociedades en diversas fases de su evolución. La conducta observable del hombre, sin duda, es siempre, como se ha dicho más arriba, el resultado de equilibrios a menudo muy complicados de las tensiones entre impulsos directores subcorticales y corticales. Lorenz parece no tomar en absoluto en consideración la internalización de los controles aprendidos del comportamiento, a los que se ajusta la constitución humana pero no, si hay que atender a sus propias investigaciones, la de las ocas, No podemos referirnos aquí a su historia natural lineal de la agresión, que casi parece conducir directamente del gasterosteo al hombre. Pero tal vez sea conveniente hacer referencia todavía en este contento a un malentendido que subyace a algunas tesis del filósofo Arnold Gehlen. Este parece confundir la mayor plasticidad de la conducta instintiva humana y la posibilidad que comporta de un control humano de los instintos con una debilidad congénita de los instintos en la especie humana. Esta conclusión relativa a la fortaleza de los instintos humanos a partir de su mayor plasticidad y posibilidad de control, no parece en absoluto justificada por el material empírico disponible. Sin duda, los hombres no son congénitamente más débiles en cuanto a sus instintos que los leones, los monos o los gorriones.<<

[30] Se lee con gran placer a Whorf porque se atreve a abordar, con enorme conocimiento de causa y valentía, problemas que necesitaban urgentemente ser investigados. La tarea, ya emprendida por Humboldt en su época, de comparar sistemáticamente la estructura de diferentes tipos de idioma, parece que es fértil precisamente para la sociología. Pero Whorf partió de la hipótesis, ampliada posteriormente por Lévi-Strauss, de que la estructura de los idiomas constituye un estrato independiente, completamente autosuficiente, del universo. Es posible pasar por alto al lingüista que en ocasiones pierda de vista el hecho de que eso que, en un sentido algo reificante, llamamos nosotros el lenguaje no sea otra cosa sino un determinado sistema de signos con cuyo concurso los hombres se comunican entre sí. Ya es algo más difícil comprender qué se propone Lévi-Strauss cuando, en lugar de poner en relación la estructura de los idiomas con la estructura de las sociedades en las que se hablan, adopta esa estructura de los idiomas como modelo, cuando no como matriz, de las estructuras sociales (véase Lévi-Strauss, Antropología estructural, Buenos Aires, 1968). Whorf, por su parte, no se sustrajo siempre al peligro de considerar el idioma de una sociedad dada como una realidad eterna e inmutable. Con esto se neutraliza automáticamente la amenaza que comporta una crítica radical no solo para conceptos aislados, sino para el modo tradicional de configurar conceptos en una sociedad, las formas de pensamiento y expresión que se consideran obvias. Una crítica de esta naturaleza amenaza la seguridad de las personas que integran esa sociedad. Cuando se consideran las formas habituales de pensamiento, los medios auxiliares imprescindibles para la «elaboración de las experiencias». los instrumentos normales de orientación, solo como algo relativo, válido sólo en el marco de la propia sociedad, uno se expone a sí mismo y a los demás al peligro de caer en la desesperación del relativismo.

Pero este peligro existe sólo mientras no se relaciona la crítica radical de los medios existentes de pensamiento y lenguaje con los esfuerzos por flexibilizar de esta manera en una medida suficiente las formas de pensamiento, de tomar conciencia de su inaptitud para las tareas a las que se aplican, en una palabra, cuando no se contempla la posibilidad de adecuar, si se considera necesario, con ayuda de una crítica de este tipo, a estas tareas, las formas tradicionales de pensamiento de una sociedad. Los lingüistas estructuralistas hablan en ocasiones de la estructura de los idiomas como si esta perteneciese en una sociedad determinada a su propia naturaleza, con independencia de cualquier variable de espacio o de tiempo. Aflora bien, esto no es sino una nueva versión de la idea de que un estado determinado de la sociedad y en este caso, por tanto, su idioma, es en definitiva inmutable. (Whorf, B. L., Sprache, Denken, Wirklichkeit. Beiträge zur Metalingustik und Sprachphilosophie, Reinbek bei Hamburg, 1963, rowohlts deutsche enzyklopädie 174).<<

[31] Véase el vol. 4o de la colección «Grundfragen der Soziologie»: Willbert e. Moore, Strukturwandel der Gesellschaft, Munich, 1967. (Nota de Dieter Claessens.)<<

[32] Un breve estudio de sociología de este movimiento pendular se encuentra en la introducción a la 2a edición de Norbert Elias, Über den Prozes der Zivilisation, Berna y Munich, 1969.<<

[33] Véase el vol. 3o de la colección «Grundfragen der Soziologie»: Helmut Klages, Geschichte der Soziologie, Munich, 1969, pp. 111 y ss. (Nota de Dieter Claessens.)<<

[34] El concepto procede de la concepción «nominalista» (opuesta a la «realista») en la disputa sobre los universales. (Nota de D. Claessens.)<<

[35] Durkheim, Emile, De la division du travail social, París, 7a ed., 1960, p. 342.<<

[36] Este planteamiento engloba el problema central de la antropología filosófica de Helmuth Plessner, Die Stufen und Organischen und der Mensch, Berlín, 1928, 2a ed., 1965. (N. de D. C.)<<

[37] Véase Elias, Norbert, Über den Prozes der Zivilisation, Berna y Munich, 2a ed. 1969 y Elias, Di Höfische Gesellschaft, Neuwied, Berlín, 1969.<<

[38] Durkheim, Emile, Les regles de la méthode sociologique, París, 11a ed., 1950, p, 28.<<

[39] Véase Von Wiese, Leopold, Die Philosophie der persönlicher Fürwörter, Tubinga, 1965. (N. de D. C.).<<

[40] Véase a este respecto la figura 2, Introducción, y la observación correspondiente a ella.<<

[41] Estos problemas están tratados con más amplitud en Elias, Norbert y Dunning, E., «Zur Dynamik von Sport grappen», en «Kleingruppenforschung und Gruppe im Sport, Sonderheft 10/1966», Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, pp. 118 y ss.<<

[42] Véase a este respecto el volumen 6o de la colección «Grundfragen der Soziologie»: Dieter Claessens, Rolle und Macht, Munich, 1968. (N. de D. C.)<<

[43] La cola agita el perro.<<

[44] Parsons, T., Psychology and Sociology, en Gillen, J. (ed.), For a Science of Social Man, Nueva York, 1954, p. 84. Parsons afirma aquí que «la estructura de la personalidad es una especie de “imagen especular” de la estructura del sistema social objeto» y añade acto seguido a guisa de advertencia la observación de que «hay que ser muy cautos en la interpretación de esta afirmación porque no significa en absoluto que la personalidad, en tanto que sistema, sea simplemente un reflejo del sistema social de la época, pues esto sería la negación del postulado de la independencia del sistema de la personalidad». No obstante, no explica cómo puede ponerse en consonancia la idea de la personalidad como imagen especular de la sociedad con su postulado de la independencia del individuo. Ambas afirmaciones están simplemente yuxtapuestas en el sistema argumentativo de Parsons sin que se llegue en ningún momento a una compatibilidad entre ellas.<<

[45] Esta problemática se trata algo más ampliamente en Elias, Norbert, «Sociology and Psychiatry», en Psychiatry in a Changing Society, ed. por Foulkes y Prince, Londres, 1969, pp, 117 y ss.<<

[46] Sólo con la integración efectiva de todas las unidades ofensivas y defensivas existentes hasta ahora constituyéndose en humanidad podría plantearse este problema de forma diferente.<<

[47] Véase a este respecto Elias, Norbert, Über den Prozes der Zivilisation, Berna y Munich, 2a ed., 1969.<<

[48] Sievers, Allen M., Revolution, Evolution and the Economic Order, Englewoocl Cliffs (N. J.), 1962, p. 1.<<

[49] Véase la introducción de H. P. Drecitzel al reader publicado bajo el título Sozialer Wandel. Zivilisation und Fortschritt als Kategorien der soziologischen Theorie, Neuwied y Berlín, 1967, y la introducción de W. Zapf a Theorien des sozialen Wandels, Colonia y Berlín, 1969. (N. de D. C.)<<

[50] Véase Krynska, S., Entwicklung und Fortschritt nach Condorcet und Comte, Berna, 1908, p. 27.<<

[51] Un modelo del proceso de formación del Estado, naturalmente susceptible de ampliación y mejora, se encuentra en Elias, Norbert, Über den Prozes der Zivilisation, Berna y Munich, 2a ed., 1969.<<

[52] Ursache significa causa; pero es palabra compuesta que indica, separándola mediante el guión, «cosa primigenia» o «primera». (N. del T.)<<

[53] Se cuenta entre los mayores logros de Marx en favor del desarrollo de la sociología el hecho de que reconociese el problema del ascenso y caída de las capas sociales como uno de los problemas centrales de una teoría del desarrollo social y que tratase de fundamentarlo empíricamente. Pero al igual que otros tempranos enfoques teóricos también su modelo está completamente impregnado de la metafísica de sus ideales. No puede liberarse de la idea de que las capas en cada momento ascendente son «buenas» y las decadentes «malas». Mientras que traza con gran fuerza el frente de lucha entre las capas medias industriales ascendentes y las capas inferiores, obreras industriales, igualmente ascendentes, descuida la lucha aún muy intensa en su época de las capas medias ascendentes hacia arriba, contra las capas señoriales aristocrático-militares-agrarias, como si la Revolución Francesa hubiese determinado realmente su fin. Desde su combativa posición no vio tampoco con la claridad suficiente —y de hecho difícilmente podía verlo en su época— que en el interior de la burguesía industrial y en el interior de la clase obrera industrial hay siempre nuevos estratos ascendentes y otros en proceso de desaparición. Así pues, en el presente hay condiciones para construir un modelo más amplío y más diferenciado de ascenso y descenso social. Pero al igual que en otras ciencias, también en la sociología se desarrolla toda nueva teoría simultáneamente como continuación y cuestionamiento crítico de las teorías anteriores.<<