E
n mi opinión, el camino que se invita a recorrer al lector en estas páginas es —en comparación con otras introducciones a la sociología— poco usual. No se le van a presentar —en el sentido habitual— rúbricas como «individuo y sociedad» o «individuo y comunidad» ni tampoco como «estatus», «rol», «sistema social», «alternativas de acción», y «cosas» similares. Digo «cosas» intencionadamente. Pues sobre todo en el idioma alemán expresiones con las que no puede aludirse sino a procesos se coagulan con demasiada facilidad en algo parecido a rígidas construcciones, cajones y cajas en las que pueda uno llevarse algo a casa. Este carácter cosificador del lenguaje tradicional y consiguientemente también de nuestras operaciones de pensamiento se elude aquí. Se va a hablar de las interrelaciones de las que nosotros mismos formamos parte aun antes de nuestro nacimiento —como reconoce incluso la jurisprudencia—, en las que actuamos con más o menos limitaciones, sin que podamos librarnos de ellas, pero tampoco sin que esas interrelaciones puedan librarse de nosotros. Se hablará además de la no intencionalidad con que procesos, particularmente procesos entrelazados entre sí, se ponen en marcha, se mantienen, estimulan o frenan. Procesos que nadie ha «querido», de los que nadie puede decir que los ha planeado. Procesos cuya dinámica no es orientada por ningún deus ex machina a meta alguna, que carecen propiamente de «meta» y que puede perfectamente extinguirse.
Se hablará así, de interrelaciones entrelazadas que producen a los hombres y que son producidas por estos.
De la comprensión de estas interrelaciones entrelazadas —comprensión a la que esta pequeña obra solo puede aportar modelos— dependerá lo que los hombres hagan de ellas y, con esto, lo que hagan de sí mismos. La ceguera de principio de las interrelaciones entrelazadas puede romperse si los hombres son más clarividentes. Una sociología, un pensamiento sociológico, que se vuelva a poner en movimiento puede ayudar en esta empresa.
D. CLAESSENS