1. Sociología: el planteamiento de Comte

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ea uno sociologo o no parece indudable que se renuncia a una gran herencia intelectual cuando se aborda con ideas preconcebidas la obra de los grandes hombres que trabajaron en el siglo XIX para el desarrollo de una ciencia de la sociedad. Vale la pena intentar extraer del trabajo intelectual de esos hombres aquello sobre lo que todavía hoy es posible apoyarse en el esfuerzo por lograr un análisis científico de la sociedad y separarlo de lo que no era sino expresión de los ideales de su época. Mientras que la imagen de la herencia del legado marxiano aparece con mucha frecuencia deformada por el odio y la alabanza, Auguste Comte (1798-1857), que fue quien acuñó literalmente la palabra «sociología» para designar a una nueva ciencia, rara vez hace acto de presencia en nuestro escenario[2]. La imagen del legado comtiano, errabunda y fantasmal a través de los manuales, suscita la impresión de una pieza de museo un tanto polvorienta. Una parte considerable de lo que escribió, por otro lado, puede confiarse sin más al polvo. Escribió demasiado. Su estilo es a menudo pomposo. Tenía ideas obsesivas —como por ejemplo la de que todas las cosas importantes están divididas en tres— y no cabe duda de que desvariaba en alguna medida. Pero a pesar de todas las chifladuras y excentricidades, si uno se toma la molestia de apartar aquí y allá el polvo se encuentra con que aparecen en la obra de Comte ideas que son como nuevas, ideas en parte olvidadas o malentendidas y que sin duda tienen, para la elaboración ulterior de la sociología, una significación no menor que las ideas de Marx —quien se hubiera estremecido de haberse sabido mencionado junto a Comte en una misma oración. Pero no se trata de señalar la diversidad de sus posiciones e ideales políticos. No es este el tema aquí. También Comte fue un gran hombre, si es que se puede decir esto tan categóricamente, y la discrepancia entre los problemas que le interesaban y las ideas que usualmente se le atribuyen es en algunos casos sorprendente. No siempre es sencillo explicar esta discrepancia y tampoco es esto lo que nos proponemos hacer aquí. Comte hizo por el desarrollo de la sociología mucho más que darle nombre. Como cualquier otro pensador siguió trabajando a partir de lo que otros habían elaborado antes que él. Podemos prescindir del aburrido debate de qué ideas de Comte fueron tomadas de Turgot, de Saint-Simon y otros y cuáles de sus ideas son «completamente originales»: ningún hombre inicia nada; todos somos continuadores. Comte formuló una serie de problemas con mayor claridad que ninguno de sus antecesores. Sobre muchos de esos problemas arrojó nueva luz. Algunos están casi olvidados, a pesar de que son de gran importancia científica y pueden servir como ejemplo de que el progreso científico es todo lo contrario de lineal.

Comte está considerado no sólo como el padre de la sociología, sino también como el fundador del positivismo filosófico. Su primera gran obra, publicada en seis tomos entre 1830 y 1842, se titulaba, de hecho, Cours de Philosophie Positive. El término «positivo» era utilizado por Comte, en general como sinónimo de «científico» y entendía por él la adquisición de conocimientos por medio de teorías y observaciones empíricas. Ha sido moneda comente llamar a Comte «positivista». Se entiende por tal un defensor de una concepción epistemológica según la cual en el trabajo científico o en un acto de conocimiento general se puede partir de observaciones y construir sobre su base, posteriormente, teorías. Entre las singulares deformaciones a que ha estado sujeto Comte se cuenta la idea de que fue un «positivista» en este sentido. En ocasiones se bromea a costa de esta idea ingenua del «chato positivismo». ¿Cómo cabe imaginar, se pregunta, que sea posible observar sin poseer previamente una teoría que determine la selección de las observaciones y el planteamiento de los problemas cuya respuesta se trata de encontrar a través de las observaciones? Sin embargo, nadie ha subrayado más expresiva y consecuentemente la interdependencia de observación y teoría como núcleo del trabajo científico que el propio Comte:

Pues sí por un lado toda teoría positiva ha de fundarse necesariamente en la observación, por otro resulta también evidente que, para poder observar nuestra inteligencia necesita alguna teoría, del tipo que sea. Si al contemplar los fenómenos no los ligásemos de inmediato con unos principios determinados, no solo nos sería totalmente imposible combinar estas observaciones aisladas… sino que incluso seríamos incapaces de recordar; aún más, la mayoría de los hechos serían invisibles a nuestros ojos[3].

La constante interrelación de estas dos operaciones mentales, de la teorética sintetizadora y de la empírica orientada a lo concreto, se cuenta entre las tesis fundamentales de Comte. Era todo lo contrario de un positivista en el sentido que hoy se da a esta palabra; no creía que fuese posible operar en el trabajo científico de un modo puramente inductivo, es decir, partir de la observación de hechos singulares y elaborar desde tales observaciones individualizadas puras teorías de síntesis como algo posterior. Comte rechazaba esta visión de las cosas con la misma resolución con que se oponía a la concepción según la cual en una investigación científica es posible partir de puras teorías o hipótesis sin relación con hechos concretos observables, es decir, formadas en principio de un modo puramente especulativo y arbitrario y asociadas solo a posteriori a un contraste con los hechos concretos. Comte tenía apenas razones, a las que aún nos hemos de referir, para romper con toda resolución una tradición filosófica en cuyo marco una y otra vez personas diversas trataron de demostrar que una de estas operaciones intelectuales primaba sobre la otra, una tradición en la que durante siglos y sin merma de obstinación y parcialidad han pugnado y argumentado deduccionistas e induccionistas, racionalistas y empiristas, aprioristas y positivistas o como quiera que se les haya llamado. Un leitmotiv de la teoría comtiana de la ciencia era que el trabajo científico se basa sobre la indisoluble unidad entre síntesis y observación concreta, entre teorización y empiria. El énfasis que puso reiteradamente en el carácter positivo, es decir; científico de todo trabajo de investigación se explica porque él, como filósofo de formación científica se oponía a la filosofía de los siglos anteriores, especialmente del siglo XVIII, cuyos representantes podían permitirse sentar afirmaciones sin fundamentarlas mediante un contraste sistemático apoyado en observaciones concretas. En muchos casos además, estas afirmaciones estaban estructuradas de tal manera que no era en absoluto posible someterlas a contraste con ayuda de observaciones de hechos. Cuando Comte denominaba a su filosofía «positiva», estaba expresando esta descalificación consciente del género de filosofía que no se basa sobre el trabajo científico y que no procede científicamente, es decir, de la filosofía especulativa. La imagen deformada de Comte como un «archipositivista» en un sentido literal que es el contrapuesto a sus verdaderas opiniones supone la venganza inconsciente de los filósofos que siguieron trabajando en la vieja tradición. Aun cuando las propuestas de solución de Comte no siempre fuesen afortunadas, aun cuando la pugna que siempre mantuvo con el viejo lenguaje en el intento de expresar lo nuevo dificultaba a menudo retrospectivamente la comprensión de esa novedad, aun cuando a menudo traducciones no comprensivas e incomprensibles han tendido un segundo velo sobre el pensamiento de Comte, a pesar de todo eso, su planteamiento de los problemas sigue surgiendo lozano y orientador de su obra dedicada a la teoría de la ciencia.

Tres de los problemas que planteó Comte en su Philosophie Positive y cuya solución intentó son de especial importancia para una introducción a la sociología. Comte intentó:

  1. desarrollar una teoría sociológica del pensamiento y la ciencia;
  2. determinar la relación que vinculaba entre sí a los tres grupos de ciencias más importantes en su horizonte —el físico, el biológico y él sociológico—, y
  3. fundamentar en el marco de este sistema de ciencias la autonomía relativa de la sociología en relación con la física y la biología, con referencia estricta a la naturaleza diversa de sus objetos respectivos y a los procedimientos propios de cada una.

Todos estos planteamientos de problemas están en estrecha relación con la experiencia básica común a muchos hombres reflexivos de su época en el sentido de que los cambios sociales no podían explicarse sencillamente a partir de las intenciones y las medidas de personas individuales y menos aún de príncipes o gobernantes aislados. La tarea, por consiguiente, consistía en desarrollar instrumentos conceptuales que hiciesen posible captar en el plano de la teoría como tales conexiones de aconteceres que, lentamente, iban apareciendo cada vez con mayor claridad como relativamente impersonales. Los únicos modelos, categorías y conceptos que estaban en principio disponibles para ello eran los que procedían de las ciencias de la naturaleza, físicas y biológicas. Por consiguiente, durante todo un período no solo se utilizaron sin reparos también para la exploración de los problemas sociales muchos de los instrumentos intelectuales forjados en la exploración de los problemas físicos y biológicos —esto sucede todavía hoy—, sino que además no se conseguía distinguir con claridad entre la «naturaleza» en el sentido de las viejas ciencias naturales y la conexión de procesos que poco a poco iba descubriéndose, lo que hoy se llama «sociedad». En este aspecto dio Comte el paso decisivo. Como alumno y luego examinador y asistente de la famosa École Polytechnique adquirió una formación científico-natural y matemática más profunda que la de la mayoría de quienes en su época se dedicaban al estudio de los problemas sociales desde un punto de vista teorético. Percibió con más claridad que todos sus antecesores que la investigación científica de la sociedad no podía realizarse sencillamente como una ciencia natural, como otro tipo de física. A menudo se menciona que Comte ideó el término «sociología» para designar a la nueva ciencia[4]. Pero precisamente ideó un nombre nuevo porque percibió que la ciencia de la sociedad es un nuevo tipo de ciencia que no se puede ubicar bajo el manto conceptual de la física o la biología. En el reconocimiento de la autonomía relativa de la ciencia social respecto de las más antiguas ciencias de la naturaleza es donde reside el paso decisivo operado por Comte. El hecho de que diese además un nombre nuevo a la nueva ciencia era tan solo expresión de la resolución de su comprensión científico-teórica de la autonomía relativa de esta respecto de las ciencias más antiguas.

Para Comte, la tarea principal de la nueva ciencia consistía en el descubrimiento de legalidades en el desarrollo social. El problema básico se le planteaba, como a muchos otros pensadores del siglo XIX, en relación con la perentoriedad de la cuestión que suscitaba el curso del propio desenvolvimiento social y la situación de la clase burguesa y obrera ascendentes en su seno a las elites intelectuales: ¿hacia dónde vamos? ¿A dónde va el desarrollo de la humanidad? ¿Va en la «dirección apropiada», es decir, en la dirección de mis ideales y deseos? En la manera como Comte abordó este problema se puso de manifiesto un viejo problema de los filósofos. Estos se definen ante sí mismos y ante los demás porque están especializados en el pensamiemto. Así, con mucha frecuencia sus pensamientos giran en tomo a la actividad mental, en torno al espíritu, en torno a la razón de los hombres en tanto que clave de todos los demás aspectos humanos. De manera análoga a Hegel —aunque sin ropaje metafísico— Comte vio también el desarrollo del pensamiento a veces como el problema clave, a veces sólo como un problema clave, de la evolución de la humanidad[5].

Sólo Marx rompió resueltamente con esta tradición. En este aspecto Comte siguió estando plenamente inserto en la tradición de la filosofía. Ahora bien, si se examina el problema más de cerca se comprueba que rompió en tres puntos decisivos con la tradición filosófica clásica. Esta ruptura tuvo consecuencias que hasta hoy no han sido del todo reconocidas porque el propio Comte las perfiló a menudo con breves trazos y empleando, además, un lenguaje algo anticuado. Pero sus enfoques a este respecto son de gran importancia para el desarrollo de la sociología y de la teoría de la ciencia.