3b) Modelo de juego de dos niveles: tipo simplificado de democratización

S

upóngase un juego en dos pisos en el que la fuerza de los jugadores del piso de abajo aumente, en relación con la fuerza de los jugadores del piso de arriba, lenta pero continuamente. Si se reduce el diferencial de poder entre los grupos de juego de ambos planos, si cambia en dirección a una reducción de las desigualdades, el equilibrio de poder se hará más lábil y elástico. Tenderá en una mayor medida a fluctuaciones en uno u otro sentido.

El jugador más fuerte, A, del plano superior puede seguir demostrando su superioridad entre los jugadores de ese plano. Con el incremento de poder de los jugadores del plano inferior, sus disposiciones de juego se exponen a la influencia de una figuración mucho más compleja en una medida mucho mayor que el jugador A del modelo 3a ya comentado. También en este el grupo de jugadores que constituyen el plano inferior tiene ya una incidencia no desdeñable sobre la marcha del juego. Pero tiene comparativamente muy poca influencia manifiesta y casi ninguna influencia directa sobre los agrupamientos del plano superior. La influencia de los jugadores del plano inferior suele ser indirecta y latente, entre otras cosas porque les falta organización. Entre los signos manifiestos de su fuerza latente se cuenta la vigilancia permanente sobre los jugadores del piso de arriba y la densa red de medidas encaminadas a mantenerlos bajo control, medidas que es corriente que se endurezcan cuando aumenta su fuerza potencial. Sin embargo, las coacciones de las dependencias que ligan a los jugadores del plano superior a los del inferior son menos visibles. La superioridad de los primeros es tan aplastante que muchas veces los jugadores del plano superior tienden a creer que su libertad para hacer o no hacer lo que quieran es absoluta en relación con los jugadores del plano inferior. Sólo se sienten vinculados y limitados por su interdependencia con los jugadores de su propio grupo y por el equilibrio de poder existente entre ellos.

Si disminuyen los diferenciales de poder entre los dos planos, se hacen más fuertes las dependencias que les vinculan a los jugadores del plano inferior y como son más fuertes penetran también más fuertemente en la conciencia de los afectados. Se hacen más visibles. Si los diferenciales de poder siguen disminuyendo entonces acaban por cambiar la función y el carácter de los jugadores del piso superior. Mientras los diferenciales de poder son grandes los individuos del piso de arriba tienen la impresión de que todo el juego y especialmente los jugadores del piso de abajo están a su servicio. Con el desplazamiento de los equilibrios de poder se invierte la situación. Cada vez más todos los involucrados tienen la impresión de que los jugadores del piso superior están al servicio de los de abajo. Progresivamente los primeros se convierten en efecto, cada vez más abierta y claramente en funcionarios, portavoces y representantes de uno u otro grupo del plano inferior. Mientras que en el modelo 3a el juego del pequeño círculo de jugadores del plano superior constituye sin ambigüedades el centro de todo el juego de los dos planos y mientras que allí los jugadores del plano inferior aparecen a grandes rasgos como figuras marginales y comparsas, ahora, con el ascenso de la influencia de los grupos inferiores el juego se hace cada vez más complicado para todos los jugadores del piso de arriba. La estrategia de cada uno de ellos en relación con los grupos del piso de abajo a los que representa se convierte ahora en un aspecto de su juego tan importante como su estrategia en relación con los otros jugadores del piso de arriba. Allí cada jugador se ve cada vez más obligado a la reserva, ligado como está por el número de juegos interdependientes que debe jugar simultáneamente con jugadores cada vez menos desiguales desde el punto de vista social. La figuración global de estos juegos ensamblados unos con otros se va diferenciando y a menudo se hace inabarcable aún para el jugador más dotado, de tal manera que cada vez se hace más difícil decidir por sí mismo las próximas jugadas.

Los jugadores del piso superior, por ejemplo supongamos que se trate de oligarcas de partido, sólo pueden desempeñar sus posiciones de juego como miembros de grupos de juego más o menos organizados. Los grupos de jugadores de ambos planos pueden mantener un tipo de figuración entre sí que les permita mantener el equilibrio en los dos planos entre grupos interdependientes, pero rivales, de tal modo que la posición así adquirida les confiera mayores oportunidades de poder que a cualquiera otro individuo de la figuración. Pero bajo unas condiciones que tienden a una reducción de los diferenciales de poder, a una distribución más equilibrada, a una difusión más multilateral de las oportunidades de poder entre los jugadores y los grupos de jugadores, una figuración que confiera a un solo jugador o a un grupo muy pequeño de ellos oportunidades, extraordinariamente grandes de poder, esta estructura latente de poder resulta altamente inestable; en la mayoría de los casos aparece en tiempos de crisis y es muy difícil que se mantenga durante periodos más prolongados. Incluso un jugador provisto temporalmente de una gran fuerza de juego ha de tomar en cuenta la posición más fuerte de los jugadores del piso inferior que un jugador situado en una posición análogamente fuerte en las condiciones del modelo 3a. El esfuerzo constante que exige ahora de un jugador esa posición es mucho mayor que el de un jugador de similar emplazamiento en las condiciones del modelo 3a. Bajo las condiciones de este último modelo puede aparecer como si un jugador así emplazado y su grupo pudiesen controlar y dirigir por sí mismos todo el curso del juego. Cuando la distribución de los niveles de poder es menos desigual y más difusa se evidencia más lo poco que se puede controlar el curso del juego y dirigir desde la posición de un solo jugador o de un solo grupo de jugadores y lo mucho —justo al contrario— que el curso del juego, que es resultado del entramado de las jugadas de un número muy elevado de jugadores con diferenciales de poder reducidos y cada vez menores, estructura, por su parte, las jugadas de cada uno de los jugadores.

Las representaciones que se hacen los jugadores de su juego —sus «ideas», los medios conceptuales y lingüísticos con que tratan de elaborar y dominar sus experiencias de juego— se modifican consiguientemente. En lugar de referir la marcha del juego solo a jugadas individuales de individuos aislados crece lentamente entre ellos la tendencia a desarrollar conceptos más impersonales para el dominio mental de sus experiencias de juego, conceptos que responden mejor a la autonomía relativa del proceso de juego frente a las intenciones de los jugadores individuales. Pero esta elaboración de medios conceptuales comunicables que responden a la conciencia creciente que van teniendo los jugadores del carácter en principio no controlable por ellos de la marcha del juego es un proceso lento y dificultoso. Las metáforas que se utilizan oscilan siempre entre la idea de que la marcha del juego puede reducirse a las acciones de jugadores individuales y la idea de que tiene un carácter suprapersonal. Durante mucho tiempo es extraordinariamente difícil para los jugadores percibir con claridad que el hecho de que la marcha del juego no sea controlable por ellos, lo que fácilmente hace que este aparezca, como una especie de «superpersona», se deriva de su recíproca dependencia y vinculación en tanto que jugadores y de las tensiones y conflictos implícitos en este entramado.