Para usté, niña Florcita;

viva flor de secadales…

Esta tonada le canten

en su alero mil zorzales.

El amor labró su gloria

y el cariño su provecho,

pero fue tras brava lucha

que, sola, libró su pecho.

Se vencieron altos males

y altas fuerzas se abatieron

con su mediación y gracia

para el triunfo de los buenos.

Tun… Tun… —A su puerta llaman.

—¿Quién es? —pregunta, y responden:

—¡Amor entre mil trabajos!…

—Entra, Amor… Mocito y hombre.

—Carga traigo de desvelos

y el amargor del olvido,

y mil penas enconadas…

—¡Entra, Amor, ya que has venido!

Tan sólita y vencedora,

sin ayuda y con atrasos…

—Amor me prestó en contiendas

¡lo muy fuerte de su brazo!

Copa de oro en que se bebe

agua azul de manantiales…

Esta tonada llanista

¡celebra sus novedades!…

(Tonada abajina cantada en honor, festejo y gloria de la niña Florcita).

¿Te acuerdas, ingrato amante,

de Florcita y sus primores?…

—No me acuerdo y no me acuerdo,

¿a qué me hablan con rencores?

—Ay, Mocito, el olvidado

de las andanzas pasadas.

¡Cuánto caudal se retiene

en tu cara trascordada!

La cuenta de tus trabajos

se reducen a la nada.

¡Son de Florcita, la niña

que llora por olvidada!

Tus empresas imposibles,

tus provechos y tus glorias

son ajenas… de Florcita,

que por tus olvidos, llora…

Escondido amor cerrero

gozaste sin merecer,

y hoy te manejan las glorias,

¡pero empresa ajena fue!

Si los mantos engañosos

por momentos te dejaran,

allá, a los pies de Florcita,

¡tan rendido te humillaras!…

No levanta mi guitarra

la razón a tu favor.

¿A qué cantarle a un ingrato

que tan fácil olvidó?…

(Cogollo con que se desfogó un celoso mendocino que, en vano, pretendió el amor de Florcita).