De su mano los primores
no son para ser contados.
Ay… cuántas galas que lucen
esos dedos que robaron.
Al águila que empollaba
sus huevos con justo amor,
subió su mano atrevida
¡y ese tesoro le hurtó!
—Ha de robarle una oveja
a quien nadie se atrevió…
—Poco es robar una oveja,
¿por qué no le robó dos?
Desde lo mucho a la nada
bajó de la noche al día…
—¿Qué ha ocurrido? ¿Qué ha pasado?
La gente es que se decía.
En la alcoba de una niña,
por robar en noche clara,
lo apresó la que dormía
¡y no logró robar nada!
El ladrón que se enamora
merece pena de palos.
Mire quién viene a robar:
¡el de corazón robado!
Señor don ladrón —le digo—,
dejo abiertas mis ventanas
y abiertas dejo mis puertas;
¡de usted yo no temo nada!
Tercer Ladrón es su nombre,
se casó y es comerciante…
¿Cómo andarán las balanzas
de quien supo robar antes?
Porfiado en ganar batalla
con sus maestros en guerra,
no hay dos que hagan las que él hizo
¡alumbrándose a dos velas!
(Cogollo gaucho en honor y alabanza del Tercer Ladrón.)…
Las mismas de Quico y Caco,
los dos más grandes ladrones
que a don Facundo robaron
hasta los mesmos calzones.
Un anillo con diamantes
y otras joyas han robado
al Brigadier General…
—¡Quico y Caco que han pasado!
A Facundo y a don Félix
estando en unas carreras,
una ponchada de plata
robaron sin que los vieran.
—¿Cómo han entrado al lugar
del tesoro más guardado
y lo pudieron robar?
—¡Por la gatera han entrado!
—¿Y quién se robó la brasa
que en el brasero brillaba?
—No sigan tontas preguntas:
¡Quico y Caco que pasaban!
—¿Y quién se sobró el fueguito?
—Una, dos, tres y van cuatro;
quiénes otros han de ser
que no sean Quico y Caco…
Si ya no hay cifras que midan
de sus robos el caudal…
—Chito con esas palabras:
¡siempre hay algo que robar!
Sólo falta que a la luz
le sepan robar su brillo…
—Se calle quien eso dijo:
¡Tercer ladrón es venido!
(Tonada cordillerana, gloriando las mentas de los tres ladrones).