Dos potencias en combate;

dos y nada más que dos,

y entre las dos un criollito,

¡todo prudencia y valor!

En los desiertos amargos,

en la pena y el dolor…

Con el puñal de una espina,

con el lazo de un cordón,

él hizo sus maravillas,

¡fue la ayuda del Señor!

Le lucieron sus trabajos

porque en Jesús se afirmó.

Tras de una pasión y un sueño

se fue a los campos confusos

y allí lo retó a pelea

¡al Enemigo del Mundo!

Y venció, porque su pecho

dulce fe tomó por rumbo.

Lucharon altas porfías,

se batieron dos extremos

y venció la cruz cristiana

porque es amor medianero.

En tierras de amargos criollos

supo librarse el encuentro.

Una es la razón primera:

que el hijo quiera a sus padres.

Segunda es la ley que sigue:

¡que defienda estos caudales!

Y él los supo defender

con amor vivo que se arde.

Volvieron tiempos gustosos

a la casa de los duelos.

No hay amor, dicen, más dulce

que el que es amor de renuevo…

Pidamos para el mocito

también un nido de premio.

(Tomada de la sierra, cantada por un huaso gaucho, en honor y alabanza de esta guerra).