Tres palabras apuntalan

al espejo de los miedos:

Cuerpo sin Alma. Inmortal

porque no puede ser muerto.

Por una calle y por otra

atacan a sus murallas…

Él los contiene, diciendo:

—Tóquenme otra mediacaña.

El mozo más medianero

llega al pueblo por trabajo,

lo mandan contenga el hambre

de mil animales flacos.

Allí miró secadales

lindando con altos pastos

y habló a la niña princesa

para un quehacer a su brazo.

… No fue de bestia feroz

la ayuda más valorada…

A la hormiguita discreta

¡acrediten esta palma!

(Tonada abajina, compuesta por un cantor letrado para memoria de estas desazones).

El inmortal poderoso

fue vencido, cara a cara.

—¿Quién lo venció al inmortal?

-No sé ni cómo se llama.

Tan pobre fue el vencedor,

tan poderoso el vencido,

que es de perderse pensando

cómo fue, qué ha sucedido…

Una fuerza caudalosa

y otra de poca medida,

y a la fuerza de caudal

¡la venció la más rendida!

Ocho ayudas que vinieron

a favor del que venció;

pero ocho ayudas contaba

el inmortal que murió…

… Por agua penaba un pueblo,

y este mozo, por amor.

Venció, y el agua y cariño

¡por calles se derramó!

(«Compuesto» de un arribano que oyó las mentas del vencedor).