Cuando Nuestro enemigo, el Estado apareció en 1935, fue más bien su mérito literario, en lugar de su contrapartida filosófica, lo que atrajo tanta atención. Los tiempos todavía no se encontraban maduros para aceptar sus predicciones, y mucho menos para aceptar el argumento que se encontraba en la base de tales predicciones. La fe puesta en el individualismo fronterizo tradicional todavía no se había visto sacudido por el curso de los acontecimientos. Frente a esta fe, el argumento de que las mismas fuerzas económicas que en toda época y nación habían llevado al surgimiento del poder político a expensas del poder social se encontraban operando en el momento, avanzó más bien poco. Es decir, el sentimiento de que «eso no nos puede pasar a nosotros» representó un obstáculo tal que el libro no pudo sortear.
Para cuando la primera edición ya se había agotado, el desarrollo de los asuntos sociales otorgó al argumento del libro un amplio testimonio. En menos de una década, fue evidente para muchos americanos que su país no era inmune frente a la filosofía que había capturado el pensamiento europeo. Los tiempos acabaron por corroborar la tesis de Nock, y por medio de una propaganda que se propagó de forma irresistible y por medio del boca a boca, la demanda por el libro comenzó a manifestarse justo cuando ya no quedaba ninguno a la venta. Y las imprentas se habían dedicado a redactar temas de guerra.
En 1943 éste tenía una segunda edición en mente. Yo hablé con él en varias ocasiones sobre ello, urgiéndole a que desarrollara la parte económica del libro, al parecerme a mí que este tipo de ideas habían sido desarrolladas de forma inadecuada para el lector que poseía un conocimiento limitado sobre política económica. Él estuvo de acuerdo con el hecho de que la tarea habría de desarrollarse, pero en un libro aparte, o en la segunda parte de su libro, y sugirió que yo mismo lo escribiera. Nada surgió del tema debido a la guerra y él murió en el 19 de Agosto de 1945.
Este volumen representa una dúplica exacta de esa primera edición. Nock intentó realizar algunos cambios sutiles, principalmente, tal y como éste me confesó, en sustitución de las presentes ilustraciones por otras que podrían tener una carga menor para los lectores más jóvenes. Y en cuanto a la secuela que habría de subrayar los aspectos económicos, la tarea está aún por realizar. En cualquier caso, Nuestro enemigo, el Estado no necesita de apoyo adicional alguno.
FRANK CHODOROV
Nueva York, 28 de mayo de 1946