[1] El resultado de una encuesta publicada en Julio de 1935 muestra que el 76,8% de las respuestas se muestran a favor de que el deber del estado sea hacerse cargo de que cada ciudadano que así lo desee tenga un puesto de trabajo; el 20,1% estaba en contra, y un 3,1% se abstuvo. <<
[2] En este país, el Estado está actualmente manufacturando muebles, moliendo harina, produciendo fertilizantes, construyendo viviendas, vendiendo productos de granja, lácteos, tejidos, productos enlatados y aparatos eléctricos; dirigiendo agencias de empleo y oficinas hipotecarias; financiando exportaciones e importaciones; financiando la agricultura. También controla la expedición de seguridades, comunicaciones por cable y radio, las tasas de descuento, la producción petrolífera, de energía, la competitividad comercial, la producción y venta de alcohol y el uso de canales y vías de ferrocarril. <<
[3] Hay un precedente en la historia romana, en el caso de que la historia sea cierta hasta en sus más mínimos detalles. Parece ser que el ejército vendió el gobierno imperial a Didius Julianos por el equivalente a cinco millones de dólares. El dinero se ha utilizado a menudo para engrasar las ruedas de un golpe de estado, pero no hay más ejemplos, que yo sepa. El día que escribo esto, los periódicos dicen que el Presidente está a punto de bloquear los fondos de ayuda a Louisiana, para llegar a un acuerdo con el senador Long. No he visto ningún comentario, sin embargo, que demuestre este tipo de procedimiento. <<
[4] Un amigo que se dedica al teatro me cuenta que desde el punto de vista de la recaudación, Washington es ahora mismo la mejor ciudad para el teatro, los conciertos y el entretenimiento en general de todo Estados Unidos, mucho mejor incluso que Nueva York. <<
[5] El uso del fondo de auxilio, a saber, cuatro billones de dólares, puesto a disposición del Presidente, para ser distribuido, es un rasgo de la siguiente campaña de 1936 que interesará muchísimo al estudiante de la civilización. <<
[6] No debe olvidarse que hay un movimiento de mareas y olas en estos temas, y el de las olas es de escasa importancia, relativamente. Por ejemplo, la invalidación de la Corte Suprema de la Ley de Recuperación Nacional no cuenta para nada a la hora de determinar el estado actual del gobierno. La cuestión real no es cuánto se ha reducido el gobierno personal en relación con la situación antes de tal decisión, sino lo que ha crecido con respecto a 1932, y a años anteriores. <<
[7] Tal y como por ejemplo la desestimación oficial de la National Recovery Act. <<
[8] Este libro es un tipo de esquema o resumen de algunas conferencias para estudiantes de historia americana y política —la mayor parte licenciados— y por tanto presupone un ligero conocimiento del tema. Las escasas referencias que he dado, sin embargo, servirán al lector para documentarse y profundizar en el tema de manera satisfactoria. <<
[9] Una idea parcial e inadecuada de lo que equivale este volumen puede extraerse de la idea de que el ingreso estatal de impuestos asciende a un tercio del ingreso total de la nación. Esto conlleva todo tipo de impuestos, directos e indirectos, locales y federales. <<
[10] Paine era consciente de esto. Él dice «un bastardo francés, que llega con un ejército de mercenarios, se proclama rey de Inglaterra sin el consentimiento de los nativos, no deja de ser en términos claros algo insignificante y travieso». No insiste en el punto, sin embargo, ni en el punto de vista de dicho propósito, a pesar de que se esperara que lo hiciera. <<
[11] En Rights of Man, Paine es tan explícito en este punto como la Declaración; y a lo largo de sus panfletos afirma que todos los derechos civiles se basan en los derechos naturales y surgen de ellos. <<
[12] Por Gumplowicz, profesor en Graz, y tras él, Oppenheimer, profesor de ciencias políticas en Frankfort. Les he seguido a lo largo de esta sección. Los descubrimientos de estos Galileos son tan nocivos para el prestigio que el Estado ha desarrollado en su propio beneficio que la autoridad profesional en general sea cautelosa a la hora de acercarse a ellos, rehuyéndolos en la medida de lo posible; pero a largo plazo, esto es insignificante. Hay excepciones honrosas, como Vierkandt, Wilhelm Yundt y el venerado patriarca de estudios económicos alemanes, Adolf Wagner. <<
[13] El nuevo Estado de Manchoukuo nos aporta un ejemplo excelente de práctica primitiva, llevado a cabo por la técnica moderna, y otro surge a consecuencia de las operaciones del Estado Italiano en Etiopía. <<
[14] Las matemáticas de esta demostración son tremendamente interesantes. Aparecen resumidas en el tratado de Oppenheimer Der Staat (El Estado, capítulo I) y se desarrollan profusamente en su Theorie der Reinen un Politischen Oeknonomie (Teoría de una Economía política clara). <<
[15] Excepto, lógicamente, si se obtuviera prioridad sobre el terreno bajo su mandato, pero por motivos de ocupación no merecería la pena intentarlo con una tribu de cazadores. Bicknell, el historiador de Rhode Island, sugiere que los problemas con los tratados indios surgieron debido al hecho de que estos no entendieran el sistema estatal de posesión de tierra, pues nunca habían tenido nada por el estilo; estos consideraban que los blancos podían compartir el uso de la tierra. Es interesante señalar que las tribus pescadoras del noroeste formaran un estado. Su ocupación resultó ser útil y beneficiosa, y llevaron a cabo la conquista y la confiscación para introducirlo. <<
[16] Es extraño que se preste tan poca atención la inmunidad de ciertos pueblos pequeños y pobres entre tanto conflicto de intereses estatales. Durante la última parte de la guerra, por ejemplo, Suiza, que no tiene nada que merezca la pena robar, nunca fue ni asaltada ni molestada. <<
[17] El capítulo de Marx sobre la colonización es interesante en este punto, especialmente por su observación de que la explotación económica es impracticable hasta que se expropie la tierra. Aquí está totalmente de acuerdo con toda la línea de economistas fundamentales, desde Turgot, Franklin y John Taylor hasta Theodor Hertzka y Henry George. Marx, sin embargo, parece ser que no vio que esta observación le dejaba con un problema entre manos, pues no hace más que señalar el hecho. <<
[18] John Bright dijo que él sabía que el Parlamento Británico había hecho algunas cosas buenas, pero no porque fueran buenas. <<
[19] Reflexiones, 1. <<
[20] En este país la situación de bastantes empresas de valor social parece ser en este momento un indicio claro de este proceso. Las intervenciones positivas estatales han reducido hasta ahora el poder social tanto que sus solicitudes están de todas a punto de no ser viables. En Italia, el Estado ahora absorbe el 50% del ingreso nacional total. Italia parece estar representando su historia antigua en algo que es más que puro sentimiento, pues a finales del siglo II el poder social había sido transformado en estatal, así que nadie podía dirigir ningún negocio. No quedaba poder social suficiente que pagara las deudas del Estado. <<
[21] Parece todo un descrédito que este siglo no haya aportado en América ninguna presentación de nivel intelectual del caso completo contra las expropiaciones progresivas del poder social por parte del Estado. Una presentación, dicho sea de paso, que lleve el sello de ser historia sensata y una filosofía sensata que la sustente. Una mera e interesada reventa de un «recalcitrante individualismo» y un discurso afectado, pero agónico sobre la constitución son tan engañosos, tan sin escrúpulos, que son despreciables. Como consecuencia, el colectivismo ha tomado lo mejor de él desde el punto de vista intelectual, y los resultados son evidentes. El colectivismo ha triunfado incluso al imponernos su glosario de definiciones arbitrarias; todos tildamos a nuestro sistema económico, por ejemplo, de «capitalista», cuando nunca ha habido un sistema, ni por asomo, que no lo sea. Por el contrario, cuando el colectivismo británico emprendió la tarea de tratar con Lecky, Bagehot, el Profesor Huxley y Herbert Spencer, cambió por su dinero. Cualquier paso que haya dado Bretaña hacia el colectivismo, o que pueda dar, por lo menos ha tenido la oportunidad de saber hacia dónde se dirigía, cosa que nosotros no. <<
[22] Ayer crucé un tramo corto de una nueva carretera construida por el poder estatal, por medio de unos tentáculos alfabéticos grotescos de nuestra burocracia. Costó 87.348,56 dólares. El poder social, representado por la figura del contratista en una puja competitiva, lo habría construido por 38.668,20 dólares, una gran diferencia, ¡del 100%! <<
[23] Todos los comentarios de prensa que he leído acerca de los recientes desastres marítimos que sucedieron en Ward Line me han llevado a esas propuestas, todos sin excepción. <<
[24] Nuestras recientes experiencias con la prohibición podrían considerarse que sugieren que esta creencia es fatua, pero aparentemente no lo han hecho. <<
[25] Este punto debatido por el filósofo español Ortega y Gasset, La revolución de las masas, capítulo XIII (traducción inglesa) en la que no tiene ningún escrúpulo a la hora de decir que la reducción rápida del poder social del Estado es «el mayor peligro que amenaza a la civilización hoy en día». El aporta además una buena idea de lo que se debe esperar cuando un tercero, dotado económicamente, toma las riendas del mecanismo del Estado, como fue el caso de la clase mercantil cuando lo tomó de la nobleza. Seguramente no habría mejor predicción de lo que está sucediendo en este país en este momento, que ésta: «El hombre de masas realmente cree que él es el Estado, y tenderá cada vez más a hacer funcionar su maquinaria bajo cualquier pretexto, para reprimir a una minoría creativa que molesta constantemente en todo, en política, en ideas, en industria». <<
[26] Oppenheimer, El Estado, capítulo 1. Los servicios son también, lógicamente, tema de intercambio económico. <<
[27] En América, donde no se podía explotar a los cazadores nativos, los beneficiarios de la Compañía Virginia, La Massachussetts, la de Indias Occidentales Holandesas, la Calverts, etc, siguieron el método tradicional de importar material humano explotable, bajo fianza, de Inglaterra y Europa, y además establecieron la economía de propiedad esclavista importándolos de África. La mejor exposición de esta fase de nuestra historia está en El Surgimiento de la civilización americana, de Beard, volumen I, páginas 103-109. Más adelante, importaron enormes masas de material explotable por medio de la inmigración; el Manual de Valentine en 1859 dice que durante el período de 1847-1858, 2.486.463 inmigrantes entraron por el puerto de Nueva York. Esta competición debilitó la economía esclavista en los distritos industriales del país, y lo sustituyó con una economía asalariada. Merece la pena señalar que el sentimiento público en esas zonas no consideró criticable la economía esclavista hasta que no pudo mantenerla. <<
[28] Supongamos, por ejemplo, que Norman Thomas y un Congreso colectivista sólido, con un Tribunal Supremo sólido, dejara en herencia un sistema poderoso de explotación, no hace falta mucha imaginación para predecir el resultado. <<
[29] En abril de 1933, el Estado Americano dedicó bonos de pequeño valor valorados en su totalidad en medio billón de dólares para atraer la inversión de la gente pobre. Prometía pagarlos, tanto el montante como los intereses, en oro del valor existente. En tres meses el Estado incumplió la promesa. Si lo hubiera hecho un individuo, como dice Freud, sería un deshonor de por vida, y quedaría como un villano. Hecho por una asociación de individuos, quedarían catalogados como banda de criminales profesionales. <<
[30] Entre estas instituciones se hallan: nuestro sistema de educación pública; autogobierno local según se estableció en su origen en el sistema de ciudad; nuestro método de transmitir tierra; casi todo nuestro sistema de igualdad; buena parte de nuestro código penal; y nuestro modo de administrar las propiedades. <<
[31] Por toda Europa, además, hasta finales del siglo XVIII, el Estado era bastante débil, incluso si tenemos en cuenta el desarrollo relativamente moderado del poder social, y la cantidad moderada de acumulación económica para cumplir sus objetivos predadores. El poder social en la Francia moderna podía pagar los impuestos anuales de Luis XIV sin sentirlo, y no querría otra cosa que cambiar el impuesto del Estado republicano bajo esas condiciones. <<
[32] Durante el reinado de Isabel, la disputa puritana, dirigido por Cartwright, equivalía a la teoría del presbiterianismo por mandato divino. El Sistema tomó la posición del Arzobispo Whitgift y Richard Hooker, así que los detalles de la política eclesiástica eran indiferentes, y por lo tanto, sujetos a regulación estatal. La doctrina de la Alta Iglesia del episcopado por mandato divino fue expuesta más adelante por el sucesor de Whitgift, Bancroft. Así, hasta 1604 los presbiterianos podían ser cuestionados en temas seculares, y después tanto en los seculares como en los eclesiásticos. <<
[33] Del mismo modo fueron los cambios caleidoscópicos que tuvieron lugar en Francia tras la revolución de 1789. Durante el Directorado, el Consulado, la Restauración, los dos Imperios, las tres Repúblicas y la Comuna, el Estado Francés mantuvo su carácter esencial intacto; conservó siempre la organización de los medios políticos. <<
[34] En 1629 la colonia de la Bahía de Massachusetts adoptó el modelo de la colonia de Plymouth de autonomía de la congregación, pero se demostró que su principio era peligrosamente inconsistente con el principio del Estado, lo que hizo que se echaran atrás; sin embargo, conservaron el nombre de «congregacionalismo». Este tipo de mascarada se reconoce fácilmente como uno de los expedientes más útiles del Estado moderno para mantener las apariencias. Los nombres de nuestros dos mayores partidos políticos aparecerán inmediatamente como un ejemplo claro. En dos años la colonia Bay había establecido una iglesia estatal, nominalmente congregacionalista, pero en realidad era una rama del servicio civil, como en Inglaterra. <<
[35] Probablemente fue una premonición de esta situación, al igual que una enorme ventaja para la administración, lo que provocó que la Compañía Bay se mudara a Massachusetts, con la casa a cuestas, el año siguiente de la emisión de su acta constitutiva. <<
[36] Thomas Robinson Hazard, el cuáquero de Rhode Island, en su estupendo Jonnycake Papers, dice que la Gran Batalla de la Ciénaga de 1675 «fue instigada contra los propietarios legítimos de la tierra, solo por los puritanos recalcitrantes de Massachusetts, y sus aliados sabuesos, los presbiterianos de Connecticut; en los que, aunque la caridad es mi especialidad, nunca puedo pensar sin sentirme como todos los buenos habitantes de Rhode Island… y como se sentía la vieja Miss Hazard cuando agradeció a Dios en la reunión de oración de Connecticut que podría sentir rencor cuarenta años». Los colonos de Rhode Island negociaron con los indios los derechos del territorio, y se hicieron sus amigos. <<
[37] Parrington (Corrientes principales en el pensamiento americano, vol. I, p. 24) cita los pasos sucesivos para alcanzarlo: la ley de 1631, que restringía la franquicia a los miembros de la Iglesia; la de 1635, que obligaba a todas las personas a asistir a los oficios religiosos; y la de 1636, que establecía un monopolio virtual del Estado, pidiendo consentimiento tanto a las autoridades de la Iglesia como a las estatales para establecer una nueva iglesia. Roger Williams observó con agudeza que una institución estatal del Cristianismo organizado es «una invención política del hombre para mantener el estado civil». <<
[38] Bicknell dice que la formación de la patente de William «estaba basada en un sistema de posesión de tierra, trabajar la tierra, vender la tierra, sin un objetivo moral, social, civil, educativo o religioso en mente»; y el debate de la distribución de tierra en el lugar donde ahora está la ciudad de Providence, deja claro que «los primeros años de Providence son una pelea ávida por la tierra». Bicknell no va precisamente en contra de Williams, aunque su historia es declaradamente ex parte de la tesis que el verdadero exponente de la libertad civil en Rhode Island no fue Williams, sino Clarke. Esta disputa no nos sirve en lo que estamos, sin embargo, pues el sistema estatal de posesión de tierras prevaleció en el acuerdo de Clarke en Aquidneck como pasó con el acuerdo de Williams más allá de la bahía. <<
[39] La renta económica de la finca Trinity Church en la ciudad de Nueva York, por ejemplo, sería tan alta como ahora, incluso si los propietarios nunca hubieran trabajado en ella. Los terratenientes que mantienen una propiedad «para crecer» normalmente la dejan en barbecho, o la mejoran solo lo necesario para cubrir los impuestos; el tipo de edificio conocido como «contribución» es algo familiar. Hace veinticinco años un miembro de la Comisión de Impuestos de la Ciudad de Nueva York me contó que, a bote pronto, había casi tanta tierra disponible dentro de los límites de la ciudad como para alimentar a toda la población, teniendo en cuenta que toda era cultivable y se hacía profusamente. <<
[40] La tierra, usado en el campo de la economía, incluye todos los recursos naturales, tierra, aire, agua, luz del sol, madera y minerales in situ, etc. Un error a la hora de comprender el uso del término ha confundido mucho a algunos escritores, sobre todo al Conde Tolstoy. <<
[41] Por consiguiente no existe el «problema laboral», pues no puede haber una transgresión de los derechos ni laborales ni económicos hasta que todos los recursos naturales al alcance se hayan previsto. Lo que llamamos «el problema del desempleo» no es en sí un problema, sino una consecuencia directa del monopolio estatal creado. <<
[42] Por razones bastante obvias, no tienen lugar en los cursos convencionales que se imparten en nuestros colegios y universidades. <<
[43] La Escuela Francesa de fisiócratas, con Quesnay, du Pont de Nemours, Turgot, Gournayand le Trosne a la cabeza, —normalmente considerados como los fundadores de la ciencia de la economía política— esbozaron la idea de destruir este sistema confiscando la renta económica; y la idea la diseñó en detalle Henry George hace unos años en América. Ninguno de estos escritores, sin embargo, parecía darse cuenta del efecto que su plan produciría en el Estado mismo. El colectivismo, por otro lado, propone en gran medida reforzar y atrincherar al Estado confiscando el valor de uso y de renta del terreno, eliminando la propiedad privada. Si uno no se diera cuenta del carácter tan delicado de este tema, sería prácticamente increíble que hasta hace unos tres años, nadie se había atrevido a escribir una historia de la especulación del terreno en América. En 1932, la empresa Harpers publicó una obra excelente del profesor Sakolski, con el título barato y frívolo de La Gran Burbuja de la tierra americana. No creo que nadie pueda tener un mínimo de conocimiento de nuestra historia o del carácter de nuestra gente sin haber leído este libro. No pretende ser más que un acercamiento al tema, una manera de romper el hielo hasta el tratado exhaustivo que alguien, preferiblemente el profesor Sakolski mismo, debería abordar, pero para lo que es, es perfecto. Estoy haciendo un uso liberal de ello a lo largo de esta sección. <<
[44] El aprecio del valor de la insignia —valor o símbolo— ha sido algo recurrente. El surgimiento del Estado mercantil, sustituyendo al régimen de status por el de contrato, le abrió camino a gente de todo tipo y condición para ascender en el escalafón social y pertenecer a la clase explotadora; y los nuevos reclutas han mostrado normalmente un ansia por alcanzarla, incluso aunque el aumento de las valores de la renta lo hayan hecho cada vez más costoso. <<
[45] Si nuestro desarrollo geográfico había sido determinado de manera natural por la demanda de uso en vez de la especulación, nuestra frontera oeste no estaría cerca del Río Mississippi, Rhode Island es el miembro con mayor número de habitantes de la Unión, sin embargo uno puede conducir de un extremo a otro por sus carreteras, y apenas ver un rastro de vida humana. Todos los debates de «sobrepoblación» desde Malthus, se basan en la premisa de ocupación legal en vez de ocupación real, y por lo tanto no sirven. Los cálculos de Oppenheimer, hechos en 1912, a los que me refería, muestran que si se suprimiera la ocupación legal, cada familia de cinco miembros podría poseer por lo menos veinte acres de tierra, y aún así dejar unos dos tercios del planeta sin ocupar. La revisión de Henry George de la teoría de la población de Malthus es muy conocida, o, por lo menos, está al alcance. Merece la pena quizá mencionar que los valores de la renta exagerados son responsables de los problemas perennes del agricultor americano. Curiosamente, este dato aparece descrito en el informe del mapa agrícola, publicado por el Departamento de Agricultura hace unos cincuenta años. <<
[46] Chinard, profesor de la Facultad de Literatura en la Universidad John Hopkins, ha publicado recientemente una traducción de un pequeño libro, poco más que un panfleto, escrito en 1686 por el refugiado hugonote Durand, donde describe Virginia según la información de sus colegas exiliados. Choca en el lector moderno leer que es muy favorable a Virginia, y uno se divierte al leer que los terratenientes que habían engatusado a Durand para conseguir un negocio, pensaban que no lo habían conseguido, y estaban muy disgustados. El libro es de lo más interesante, y merece la pena tenerlo. <<
[47] Fue la base de la observación de Chevalier de que los americanos tenían «la moral de un ejército desfilando», y de sus notables comentarios sobre la norma suprema de interés en América. <<
[48] Se puede encontrar un debate admirable de estas medidas y sus consecuencias, cf. Beard, op. cit., vol. I, pp 191-220. <<
[49] En principio, esto se había hecho antes; por ejemplo, algunas de las primeras concesiones reales de tierra le reservaron los derechos sobre los minerales y la madera a la Corona. El estado holandés se reservó el derecho a las pieles. Realmente, sin embargo, estas restricciones no fueron muchas, y no hubo una queja general, pues estos recursos apenas se habían explorado. <<
[50] Hubo pocas excepciones, no muchas; principalmente, en el caso de las propiedades de Wadsworth en el oeste de Nueva York, que se tenían como inversión y se alquilaban. En una de las operaciones del General Washington, al menos, queda evidente que tenía este método en mente. En 1773 publicó un anuncio en un periódico de Baltimore, donde decía que se había asegurado una concesión de veinte mil acres en los ríos Ohio y Kanawha, y se la ofreció a colonos en alquiler. <<
[51] Sakolski, op. cit. cap. I. <<
[52] Es raro que entre los nombres más ilustres de la época, casi los únicos que no tenían relación con el reparto del territorio o el trabajo de la tierra son dos de los grandes antagonistas, Thomas Jefferson y Alexander Hamilton. Jefferson detestaba beneficiarse de cualquier modo de la política; incluso nunca fue más allá de patentar sus propios inventos. A Hamilton no le importaba el dinero. Sus medidas enriquecieron a muchos, pero nunca les pidió nada a cambio. En general, parece que tenía pocos escrúpulos, sin embargo, entre esa ola de avaricia y bribonería que impulsó tanto, él caminaba muy dignamente. Incluso sus tarifas profesionales como abogado eran ridículas, y fue pobre toda su vida. <<
[53] Las exportaciones de materias primas se elaboraban en Inglaterra, y se reexportaban de nuevo a las colonias a precios elevados, convirtiendo de este modo a la política en un sistema efectivo sobre los colonos. <<
[54] Beard, op. cit., vol. I, p. 195, hace la observación típica de la época de que setenta y tres miembros del Parlamento que impusieron esta tarifa estaban interesados en las plantaciones de azúcar de las Indias Occidentales. <<
[55] Hay que señalar, sin embargo, que el libre comercio es impracticable durante tanto tiempo, pues la tierra está fuera de la libre competitividad con la industria en el mercado laboral. Debates de políticas rivales sobre el libre comercio y la protección dejan siempre esta limitación fuera de toda cuestión, y son por lo tanto insignificantes. Holanda e Inglaterra, considerados normalmente como los países del libre comercio, nunca lo fueron; solo tenían tanta libertad de comercio cuando lo precisaban en situaciones económicas especiales. Los comerciantes libres americanos del último siglo, como Sumner y Godkin, no lo eran en realidad; nunca pudieron ni quisieron plantearse la cuestión de por qué es bueno el libre comercio, las condiciones laborales en la Inglaterra del libre comercio no eran mejores que, por ejemplo, en la Alemania proteccionista, sino que eran de hecho peores. La respuesta es, por supuesto, que Inglaterra no tenía territorio sin ocupar para absorber trabajo desplazado o para mantener una competitividad continua en industria para el trabajo. <<
[56] La mayor cantidad de trabajo implicada en mantener en marcha la revolución no es exactamente algo corriente en la historia americana, pero ha empezado a ser comprendida bastante bien, y los distintos mitos en torno a ella han sido explotados por las investigaciones de historiadores desinteresados. <<
[57] la influencia de esta visión sobre el surgimiento del nacionalismo y el mantenimiento del espíritu nacional en el mundo moderno, ahora que el Estado mercantil ha sustituido al feudal, se percibe de inmediato. No creo que esto se haya debatido con profundidad, o que el sentimiento de patriotismo se haya examinado detenidamente en busca de este punto de vista, aunque se puede suponer que dicha tarea sería de lo más útil. <<
[58] Incluso ahora su cooperación no parece haber llegado muy lejos en los círculos profesionales ingleses y americanos. El último exponente inglés del Estado, el profesor Laski, señala las mismas diferencias entre el Estado y la burocracia que cualquiera buscaría si él hubiera estado escribiendo hace ciento cincuenta años. Parece considerar al Estado esencialmente una institución social, aunque sus comentarios sobre este punto no están nada claros. Puesto que sus conclusiones se aproximan al colectivismo, sin embargo la inferencia parece admisible. <<
[59] Como, por ejemplo, cuando cae un partido político y sube otro. <<
[60] De hecho, la única modificación que uno puede considerar necesaria es que la unidad menor debería reservarse el poder de los impuestos para sí misma exclusivamente. Las unidades mayores no deberían tener poder en dichos impuestos, directos o indirectos, pero deberían presentar sus requisitos a los municipios para fijar la cuota. Esto dejaría a las organizaciones de unidades mayores en su mínima expresión y lucharía con vigor para que no asumieran más funciones que las que se les asignaran, que bajo un régimen estrictamente gubernamental serían muy pocas para la unidad federal, realmente, demasiado escasas. Es interesante imaginar la supresión de cada actividad burocrática en Washington hoy tiene que ver con el mantenimiento y administración de los medios políticos, y ver lo poco que quedaría. Si ese Estado fuera sustituido por el gobierno, probablemente cada actividad federal se alojaría en el Edificio Oficial del Senado, posiblemente sobrándole mucho espacio. <<
[61] Harington publicó la Oceana en 1656. Los tratados políticos de Locke fueron publicados en 1690. La investigación de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones de Smith apareció en 1776. <<
[62] Esta teoría, con su resultado de que la democracia es primariamente económica más que política, es muy moderna. Los Fisiócratas en Francia, y Henry George en América, modificaron las propuestas prácticas de Harington al demostrar que se podían obtener los mismos resultados por medio del cómodo método de una confiscación local de la renta económica. <<
[63] Locke sostenía que en tiempo de guerra era competencia del estado reclutar las vidas y las libertades de sus súbditos, pero no sus propiedades. Es interesante resaltar la persistencia de esta idea en la práctica actual del Estado mercantil. En el último choque de intereses entre los estados mercantiles, hace veinte años, el Estado intervino por todas partes los derechos de la vida y la libertad, pero fue cauteloso con los derechos de la propiedad. Puesto que el principio de absolutismo se introdujo en nuestra constitución por la enmienda de los impuestos, se han hecho muchos intentos para reducir los derechos de la propiedad, en tiempos de guerra, a los mismos niveles de los de la vida y la libertad, pero sin éxito hasta ahora. <<
[64] Merece la pena revisar la literatura de finales del siglo XVII y principios del XVIII para ver cómo las palabras «democracia» y «demócrata» aparecen exclusivamente como términos de desprecio y reprimenda. Cumplieron su objetivo durante mucho tiempo tanto en Inglaterra como en América, al igual que los términos «bolchevismo» y «bolchevique» lo hacen ahora. Por lo tanto se tomaron para convertirse en lo que Bentham denominó «términos impostores», en nombre del orden político y económico existentes, como sinónimos de un republicanismo puramente nominal. Ahora se usan normalmente de este modo para describir al sistema político de los Estados Unidos, incluso por personal que debería conocerlo incluso mejor, curiosamente, por personas como Bertrand Russell y Laski, que sienten poca simpatía hacia el orden existente. A veces uno se pregunta cómo se lo tomarían nuestros antepasados revolucionarios si pudieran oír alguna acusación política trilera por haber fundado «la gran y gloriosa democracia del oeste». <<
[65] Esta curiosa distribución de atributos pertenece al General Henry Knox, secretario de Guerra de Washington, y un especulador activo de tierras. La usó en una carta a Washington, a raíz de la Rebelión de Shays en 1786, en la que suplicaba crear un ejército federal fuerte. En la literatura de la época, es interesante observar cómo se asocia normalmente una superioridad moral con la posesión de propiedades. <<
[66] Consideremos, por ejemplo, la situación actual. Nuestros recursos naturales, aunque muy agotados, son aún enormes; nuestra población es muy baja, entre veinte o veinticinco por milla cuadrada; y varios millones de esta población están «en el paro» actualmente, y probablemente sigan así porque nadie les quiere o puede «dar trabajo». El punto no es que los hombres generalmente se sometan a esta situación, o que la acepten como inevitable, sino que no ven nada irregular o anómalo en ello porque tienen la idea fija de que el trabajo es algo que se da. <<
[67] El parón actual de la producción, por ejemplo, se debe únicamente a la intervención estatal, y al temor de otra intervención futura. <<
[68] Parece ser mal entendido que el coste de la intervención estatal se debe pagar con la producción, siendo ésta la única fuente de pago. La intervención retrasa la producción; entonces el consiguiente rigor y molestia dan lugar a otra intervención, que a su vez retrasa aún más la producción; y este proceso continúa hasta que, como en Roma en el siglo III, la producción se para por completo, y se agota la fuente de pago. <<
[69] De hecho, las trece unidades simplemente continuaron el sistema existente durante el período colonial que otorgó al beneficiario un monopolio de los valores de renta al igual que el de los valores del uso. Ningún otro sistema se conoció en América, excepto en el efímero estado de Deseret, gobernado por los mormones. <<
[70] Un brillante resumen de la especulación de los terrenos tras la revolución aparece en cf. Sakolski, op. cit. cap. II. <<
[71] Sakolski señala, y con razón, que se impulsó la obsesión por trabajar la tierra por medio de la labor de las nuevas unidades, ya que ofrecían tierras para asentar sus deudas públicas, lo que dio lugar a tremendas deudas en forma de «garantías territoriales». La lista de nombres famosos implicados en este negocio incluye a Nilson C Nicholas, que más tarde llegó a ser gobernador de Virginia; «Harry Caballo Ligero» Lee, padre del gran comandante confederado, el general John Preston, de Smithfield; y George Taylor, cuñado del Juez Marshall Lee, Preston y Nicholas fueron juzgados tras ser denunciados por unos especuladores de Connecticut debido a una transacción considerada fraudulenta; Lee fue arrestado en Boston la víspera de embarcar hacia las Indias Occidentales. Habían transferido una extensión de tierra de unos 300.000 acres, a diez céntimos el acre, pero, cuando fue tasado, la extensión no tenía ni la mitad del tamaño. Fraudes de este tipo eran de lo más habitual. <<
[72] Las nuevas unidades políticas continuaron con la práctica colonial de restringir el sufragio a los contribuyentes y propietarios de terrenos, y sólo hombres de una riqueza considerable podían aspirar a cargos públicos. Por lo tanto, el ejercicio de la soberanía era cuestión de derecho económico, no de derecho natural. <<
[73] Este fue el levantamiento conocido como la Rebelión de Shays, que tuvo lugar en 1786. La división de acreedores en Massachusetts se hizo con el control de los medios políticos, y lo fortaleció tanto estableciendo una constitución creada para soportar la división agraria y de los deudores que tuvo lugar una insurrección armada seis años después, dirigida por Daniel Shays, para anular las cláusulas onerosas, y transferir el control de los medios políticos a este grupo. Este incidente nos aporta una visión aguda en miniatura de la naturaleza del Estado y la teleología. La rebelión tuvo un gran efecto a la hora de consolidar la división de acreedores y dar credibilidad a su contienda por establecer un estado nacional fuerte y coercitivo. Jefferson habló despectivamente de esta contienda, como «los clamores interesados y la sofistería de la especulación, rasurando y amontonando instituciones», y de la rebelión misma dijo que John Adams, cuyo marido tuvo tanto que ver con el boceto de la constitución de Massachusetts, «me gusta una pequeña rebelión de cuando en cuando… El espíritu de resistencia al gobierno es tan valioso que ojalá se mantenga siempre vivo. A menudo se hará en el momento equivocado, pero mejor eso que nada». En otro escrito a otro corresponsal en la misma época, le dijo seriamente, «ojalá Dios nos prohíba no tener una revolución durante veinte años». Dicho sea de paso acerca de esta naturaleza, en los escritos de Jefferson se muestra un gran interés por mostrar lo cerca que le había llevado su instinto de una comprensión clara del carácter estatal. <<
[74] El profesor Salkolski señala que después de que se sustituyeran los Artículos de la Confederación por la constitución, se multiplicaron los modelos de especulación de tierra con «una renovada e intensificada energía». Naturalmente, pues, como dice, el nuevo esquema de Estado nacional obtuvo un gran apoyo de esta clase de aventureros porque previeron que los valores de la renta «aumentarían de la mano de un gobierno federal eficiente». <<
[75] Más de la mitad de los delegados de la convención constitucional de 1787 eran o bien inversores o bien especuladores de los fondos públicos. Probablemente el sesenta por ciento de los valores representados por estos valores eran ficticios, así se consideraron incluso por sus propietarios. <<
[76] Se puede observar que en este momento la palabra «nacional» era un término de calumnia, con las mismas implicaciones que la palabra «fascista» conlleva en ciertos derroteros hoy en día. No hay nada más interesante que la historia de la política y de su relación con el equilibrio oscilante del beneficio económico —excepto, quizá, la historia de los movimientos de partido que representan, visto desde el mismo punto de vista—. <<
[77] El motivo obvio de eso, como se demostró, fue que los intereses agrupados en la primera división tenían la ventaja de ser relativamente compactos y movibles. Los de la segunda división, al ser principalmente agrícolas, eran flojos y desgarbados, la comunicación lenta y la movilización difícil. <<
[78] Bastantes autoridades se han dado cuenta recientemente, y se exhiben en su totalidad en la obra monumental de Beard Interpretación Económica de la Constitución de los Estados Unidos. <<
[79] Beard, op. cit., p. 337. <<
[80] Las medidas principales en relación con la distribución de los medios políticos fueron las redactadas por Hamilton en términos de financiación y aceptación, para crear una tarifa protectora y un banco nacional. Esto les dio prácticamente un uso exclusivo de los medios políticos a las clases agrupadas en la primera división, y lo único que quedó libre para el resto fueron las patentes y derechos de autor. Beard debate estas medidas con su lucidez y profundidad características (op. cit., capítulo VIII). Merece la pena también leer algunas observaciones en mi Jefferson, capítulo V. <<
[81] La autoridad del Tribunal Supremo no fue aceptada por Jackson, y denegada por Lincoln, convirtiendo así el modo de Estado por un tiempo de una oligarquía en una autocracia. Es interesante fijarse que dicha contingencia fue prevista por los creadores de la constitución, en particular por Hamilton. Eran muy conscientes de lo fácilmente que, en cualquier período de crisis, un modo cuasirepublicano de Estado se convierte en una tiranía ejecutiva. Cosa rara, Jefferson una vez pensó en anular las leyes de Extranjería y Sedición por parte del poder ejecutivo, pero no lo hizo. Lincoln desechó la opinión del Juez Supremo Taney de que la suspensión del habeas corpus era inconstitucional, y por consiguiente el modo de Estado, hasta 1865, era un despotismo monocrático militar. De hecho, desde la fecha de la proclamación del bloqueo, Lincoln gobernó de manera inconstitucional. La doctrina de «poderes reservados» fue un engaño, una ley posterior al hecho, para justificar sus actos, pero en lo que se refiere a la intención de la constitución, fue una mera invención. De hecho, un caso muy bueno para respaldar los actos de Lincoln tuvo como consecuencia un cambio permanente y radical en todo el sistema de «interpretación» constitucional, que desde esta época «las interpretaciones» no han sido interpretaciones de la constitución, sino simplemente de política pública, o, según lo define nuestro más agudo y profundo crítico social, «el Tribunal Supremo sigue los giros de las elecciones». Un constitucionalista estricto podría añadir que la constitución murió en 1861, y uno tendría que devanarse los sesos para rebatírselo. <<
[82] Marshall fue elegido por John Adams al final del mandato presidencial, cuando los intereses agrupados en la primera división estaban cada vez más nerviosos de que la oposición se pusiera en su contra entre los intereses explotados. Una carta escrita por Oliver Wolcott a Fisher Ames nos da una buena idea de qué posición ocupaba la doctrina de soberanía popular; es tremendamente llamativa su referencia a las medidas militares. Dice, «los hombres firmes del Congreso intentarán ampliar el departamento judicial, y espero que sus medidas sean muy firmes. Es imposible en este país delegar en un ejército el motor del gobierno; y no hay modo de combatir a la oposición estatal si no es por medio de una organización eficiente y amplia de jueces, magistrados y otros oficiales civiles». Siguió la elección de Marshall, y también la creación de veintitrés juzgados federales nuevos. Las decisiones principales de Marshall se dieron en los casos de Marbury, de Fletcher, de McCulloch, del Colegio Dartmouth y de los Cohen. No se comprende quizá que como resultado a los esfuerzos de Marshall, el cuerpo supremo se convirtió no solo en el cuerpo legal a la hora de interpretar las leyes más elevado, sino también a la hora de elaborarlas; los precedentes fijados por sus decisiones tienen la fuerza de ley constitucional. Desde 1800, por consiguiente, ¡el modo actual de Estado en América es normalmente una oligarquía pequeña e irresponsable! Jefferson, considerando justamente a Marshall como «un juez supremo hábil que refina la ley en su mente por medio de su propio razonamiento», profetizó en 1821 que «nuestro gobierno está tomando un rumbo firme para mostrar por dónde se llegará a la destrucción, es decir; primero, la consolidación, luego la corrupción, consecuencia necesaria. El motor de la consolidación será el sistema judicial federal; las otras dos ramas los “instrumentos” corruptores y corruptos». Otro comentario profético al efecto de la centralización fue que «cuando debemos esperar que Washington nos diga cuando sembrar y cuando cosechar, pronto querremos pan». Un sondeo de nuestras circunstancias políticas actuales considera estas profecías superfluas. <<
[83] Lo había observado en el Estado británico años antes, y hablaba de él con viveza. «La oficina era demasiado pequeña para que todos se acurrucaran, el concurso es eterno para ver quién queda fuera. Con este propósito se dividen en dos partidos, los Ins y los Outs». Desconcierta a los estudiantes por qué no pudo ver que lo mismo iba a suceder en el estado americano como consecuencia de las mismas causas que ocurrieron en el estado británico. Sin embargo, aparentemente, no lo vio, a pesar del instinto profundo que le hacía sospechar de los partidos y siempre le mantuvo libre de las coaliciones entre partidos. Como le escribió a Hopkinson en 1789, «Nunca sometí todo el sistema de mis opiniones al credo de ningún partido de hombres de cualquier religión, filosofía, política o cualquier cosa donde yo pudiera opinar por mí mismo. Aficionarse a eso es la última degradación moral. Si no pudiera ir al cielo si no fuera afiliado a un partido, no iría». <<
[84] Jefferson p. 274.El grupo económico agrícola-artesano-acreedor que eligió a Jefferson tomó el nombre de Partido Republicano (con posterioridad el Democrático) y la oposición se concedió el antiguo título preconstitucional de federalista. <<
[85] Un ejemplo que merece la pena aportar por ser totalmente evidente se puede observar en el comportamiento de los senadores democráticos en relación con la tarifa del azúcar en la segunda administración de Cleveland. Desde dicho incidente, uno de los periódicos de Washington ha utilizado el nombre de «sorgo de senador» en sus viñetas humorísticas, para designar al típico empleado sobornable. <<
[86] Jefferson fue el primero en darse cuenta de que su compra del territorio de Louisiana era anticonstitucional; pero agregó millones de acres a las fuentes agrícolas, y una inmensa cantidad de futuros votos —fuerza para un control agrícola de los medios políticos, en contraposición a los intereses financieros y comerciales representados por el partido federalista—. Jefferson se justificó sólo basándose en la política pública, anticipándose a la de Lincoln en 1861, para enfrentarse al Congreso y al país con un hecho consumado similar esta vez, sin embargo, ejecutado en nombre de los intereses financieros y comerciales contra los agrícolas. <<
[87] Henry George hizo algún comentario muy sagaz sobre la casi increíble degradación que observó en el personal del servicio estatal. Es quizá muy llamativo en la Presidencia y el Senado, aunque sucede en las mismas condiciones por todas partes. En lo que se refiere a la Casa de Representantes y los cuerpos legislativos estatales, hay que verlos para creerlo. <<
[88] De todos los términos impostores de nuestro glosario político, estos son quizás los más insolentes, y su uso quizá el más infame. Ya hemos visto que aquí no ha existido nada que se pareciera en lo más mínimo a la democracia, ni nada que se parezca a libre competición, pues la existencia de la libre competición es obviamente incompatible con cualquier ejercicio de medios políticos, incluso los más débiles. Por el mismo motivo, ninguna política de individualismo firme tampoco ha existido; todo lo que ha hecho dicho individualismo para extinguirse es sacarle ventaja económica al Estado. Si el lector tiene curiosidad por saber más de esto, déjele consultar el número de empresas americanas que han triunfado sin la ayuda de los medios políticos, o el número de fortunas acumuladas sin dicha ayuda. Laissez-faire se ha convertido en sinónimo de puro oprobio; los que lo usan no saben lo que es, o lo corrompen. En cuanto a las maravillas sin igual de nuestra civilización, baste decir que las estadísticas de nuestras compañías de seguros ahora nos muestran que cuatro quintas partes de nuestra gente que han llegado a los 65 se mantienen gracias a la ayuda de familiares u otra forma de caridad. <<
[89] Hace no mucho tiempo, el Profesor Laski comentó el predominio de este agotamiento en nuestra población estudiantil. Han contribuido a ello varias causas, pero se explica principalmente, creo, por la invariable uniformidad de nuestra experiencia. Las pretensiones del Estado han sido tan extravagantes, la disparidad entre ellas y su conducta tan manifiesta, que no se podría esperar otra cosa. Probablemente la protesta contra nuestro imperialismo en el Pacífico y en el Caribe, tras la Guerra Española, marcó el último gran esfuerzo de una decencia impotente y moribunda. Las comparaciones de Laski con asociaciones estudiantiles en Inglaterra y Europa pierden vigor cuando se recuerda que los mecanismos de un término fijo y una ejecutivo irresponsable vuelven al estado americano peculiarmente insensible a la protesta e inaccesible a una censura efectiva. Como Jefferson dijo, que una fuente de impugnación «no es ni siquiera un espantapájaros». <<
[90] Un ejemplo de esta construcción masiva, a principios del siglo XVI, es que una quinta parte del territorio de Francia pertenecía a la Iglesia; estaba en manos principalmente de las instituciones monásticas. <<
[91] Se puede observar, sin embargo, que el simple uso y costumbre obstaculizan nuestro punto de vista la manera brutal en que se construyó la estructura original del estado americano, con sus sistema de jurisdicciones superpuestas y funciones duplicadas. En la actualidad, un ciudadano vive bajo media docena o más de jurisdicciones distintas que se solapan, el estado federal, el condado, el municipio, el vecindario, es distrito escolar, el distrito electoral y el federal. Casi todos éstos tienen poder para imponer impuestos de manera directa o indirecta, o ambas, y, como todos sabemos, el único límite de su poder es lo que se obtiene de él, y así llegamos al principio formulado con bastante ingenuidad por el último senador de Utah, y al que a veces se refieren irónicamente como «la ley de gobierno de Smoot» (el principio, según lo expuso, que el coste de un gobierno tiende a crecer año tras año, independientemente de qué partido ocupe el poder). Sería interesante conocer la distribución exacta de la carga de empleados y siervos políticos mendicantes —pues no se debe olvidar que los «desempleados» que reciben un subsidio son ahora un cuerpo permanente de clientes— ciudadanos que perciben ingresos. Teniendo en cuenta los impuestos indirectos, las donaciones y los impuestos directos, no sería disparatado decir que cada dos ciudadanos se llevaban un tercio. <<
[92] Por ejemplo, los procesos básicos de intercambio son necesarios, apolíticos, y de lo más simple del mundo. El yankee rústico más humilde que trueca huevos por panceta en la tienda local, o un día de trabajo en las tierras del vecino por patatas, lo comprende y lo maneja con eficiencia. Su fórmula es: productos o servicios a cambio de otros productos u otros servicios. No hay, ni ha habido, ni habrá, una simple transacción en ningún lugar en el ámbito del «negocio» —da igual su magnitud o complejidad aparente— que no se pueda reducir a esta fórmula. Para facilitar el intercambio, sin embargo, se introdujo el dinero; y el dinero es una complicación, y también las pruebas de deuda, como los cheques, las letras bancarias, los billetes, las facturas, las fianzas, los certificados de bolsa, que se introdujeron por el mismo motivo. Se descubrió que estas complicaciones se podían explotar; y el consiguiente número y alcance de intervenciones estatales para «regular» y «supervisar» su explotación parecen infinitos. <<
[93] Es una de las cosas más extraordinarias del mundo, que los intereses que aborrecen y temen al colectivismo son los que han metido más prisa al Estado para avanzar directamente hacia dicho colectivismo. ¿Quiénes le instaron para que formara la Comisión de Comercio Federal, para que expandiera el Departamento de Comercio, para que formara la Comisión de Comercio Interestatal y la Comisión Agrícola Federal, para que aprobara las leyes antifiduciarias, para que construyera autopistas, para que cavara canales, para que ofreciera servicios aéreos, para que subvencionara el transporte? Si estos pasos no tienden hacia el colectivismo, ¿hacia dónde se dirigen? Además, cuando los intereses que impulsaron al Estado para hacerlo se horrorizan por la aparición del comunismo y la amenaza de los Rojos, ¿de qué valen sus protestas? <<
[94] El texto de la ley bancaria propuesta por el Senado, publicada el 1 de julio, 1935, ¡casi llenó cuatro páginas del Wall Street Journal! Realmente ahora —ahora realmente— ¿se puede concebir algo más absurdo? <<
[95] Como aquí, en 1932, en Italia, Alemania, Rusia y últimamente en Francia tras la caída del Directorio, en Roma tras el fallecimiento de Pertinax, y así sucesivamente. <<
[96] La ignorancia no conoce límites; sin embargo, cuando uno oye que nuestras compañías ferroviarias reciben el nombre de especímenes de un individualismo rígido, uno se tiene que plantear si el que habla está en su sano juicio, o si lo está su integridad. Nuestras compañías transcontinentales, en concreto, apenas pueden recibir el nombre de compañía ferroviaria, pues el transporte es una excusa para su objetivo real, que es el de la especulación sobre los terrenos y la búsqueda de subsidio. Recuerdo ver la frase hace pocos años —no pongo la mano en el fuego, pero no debe estar lejos de la realidad— de que cuando escribía, el valor de la divisa de los medios políticos otorgada a la Compañía del Pacífico Norte permitiría construir cuatro líneas transcontinentales, y además, construir una flota de barcos y mantener su servicio por todo el mundo. Si esto representa un individualismo rígido, dejad que los lexicógrafos futuros se hagan cargo de ello. <<
[97] Un granjero, hablando con propiedad, es un propietario que dirige sus movimientos, en primer lugar, hacia la formación de una familia, una unidad independiente, en la medida de lo posible, económicamente autónoma. Todo lo que produce por encima de este requisito lo invierte en cultivos comerciales. Hay un segundo tipo de agricultor, que no es granjero, sino un productor, tanto como el que hace tejidos de lana o algodón o zapatos de piel. Planta sólo un tipo de cultivo —seda, maíz, trigo, algodón, o lo que sea— que es con fines comerciales exclusivamente; y si baja el mercado de este producto por debajo del coste de producción, tiene la misma mala suerte que el fabricante de coches o el zapatero o el que hace pantalones que produce más de lo que puede vender. Su familia no es independiente; compra todo lo que necesita en su casa; sus hijos no pueden vivir de algodón, leche o maíz, al igual que los hijos del zapatero no pueden vivir de zapatos. Hay aún un tercer tipo, que usa la agricultura como un tipo de suplemento para pagar impuestos y especular en valores agrícolas. Son estas dos últimas clases las que piden la intervención y a menudo de malos modos; pero no es la agricultura la que los lleva a eso. <<
[98] Parece haberse alcanzado el verdadero límite de particularidad en este tipo de intervención coercitiva, de acuerdo a los informes de la prensa, en el estado de Wisconsin. El 31 de mayo, el informe es que el gobernador La Follete firmó un proyecto de ley donde estableció que en todos los restaurantes públicos se sirvieran dos tercios de una onza de queso hecho en y dos tercios de una onza de mantequilla, ambos hechos en Wisconsin, con cada comida que costara más de veinticuatro centavos. Para encasillarlo como particularidad habría que remontarse a alguna de las Leyes de Comercio Británico del siglo XVIII, y sería difícil encontrar un caso similar, incluso ahí. Si esto es aceptable bajo la frase «el curso debido de la ley» —si los restaurantes pagan por este suministro o le pasan al consumidor el coste— uno no puede ver nada que evite que la legislatura de Nueva York, digamos, le pida a cada ciudadano que compre dos sombreros hechos por Knox y dos trajes hechos por Finchley al año. <<
[99] Si admitimos que el cordero de la fábula no tenía otra opción que el lobo, uno puede sin embargo ver que al lobo le dejaba sin respiración. <<
[100] Eso se comprende bien ahora que nadie va al juzgado en busca de justicia; van por interés o venganza. Es interesante observar que algunos filósofos de la ley ahora dicen que la ley no tiene relación con la justicia, y que no tiene por qué tenerla. Desde su punto de vista, la ley representa solo un registro progresivo de los modos en los que la experiencia nos lleva a creer que la sociedad puede funcionar. Se puede dudar durante mucho tiempo si aceptar esta noción de ley, pero hay que valorar su cándida afirmación de lo que no es. <<
[101] Este resentimiento es muy llamativo. A pesar de nuestro fallo en el experimento ambicioso de la intervención estatal, me atrevo a decir que habría aún mucho resentimiento contra el comentario desafortunado del Profesor Sumner de que cuando la gente hablaba con los ojos llenos de lágrimas sobre «el pobre borracho tumbado en la cloaca», nunca se les ocurrió que quizá la cloaca era su sitio; o contra la declaración del obispo de Peterborough de que prefería ver a Inglaterra libre a verla sobria. Sin embargo, ambos comentarios simplemente confirman la gran verdad que nos muestra la experiencia a diario, que los intentos de interferir en el orden natural de las cosas están predestinados, de un modo u otro, a salir mal. <<
[102] Los horrores de la vida industrial de Inglaterra en el último siglo son un buen ejemplo para los adictos de la intervención positiva. El trabajo infantil y femenino en los molinos y minas; Coketown y Bounderby; salarios ridículos; exceso brutal de trabajo; penosas condiciones laborales; barcos como ataúdes capitaneados por rufianes —todos estos son desahuciados por los reformistas y publicistas de manera poco clara y se ven inmersos en un régimen de individualismo rígido, de competencia descontrolada y laissez-faire—. Esto es claramente absurdo, pues nunca ha existido un régimen semejante en Inglaterra. Se debían a la intervención primaria del Estado donde la población de Inglaterra se vio expropiada de la tierra; debido a que el Estado sustituyó la oferta laboral del campo por la industria. Ni el sistema de fábricas ni la «revolución industrial» tuvieron nada que ver con la creación de esas hordas de criaturas miserables. Cuando entró en vigor el sistema de fábricas, esas hordas ya estaban ahí, expropiadas, y entraron en los molinos en busca de lo que les dieran Grandgrind y Plugson de Undershort, porque no tenían más opción que mendigar, robar o morirse de hambre. Su miseria y degradación no residían en la puerta del individualismo; sino en las mismas puertas del Estado. La economía de Adam Smith no es la economía del individualismo; es la economía de los terratenientes y molineros. Nuestros fanáticos de la intervención positiva harían bien en leer la historia de las Leyes Parcelarias y el trabajo de los Hammonds, y ver qué pueden aprender de ellos. <<
[103] Cuando sir Robert Peel propuso organizar la policía de Londres, los ingleses dijeron abiertamente que media docena de degollados en Whitechapel al año era un precio bajo con tal de mantener un instrumento de tiranía en potencia fuera de las manos del estado. Todos empezamos a darnos cuenta ahora que hay mucho que decir sobre el tema. <<