—Necesitamos chicos vivos —tronó la voz grave de tío Marv—. No podemos permitir que los chicos salgan de aquí vivos. A menos que se lleven a uno de nosotros con ellos.
—¡Nooo! —gritó Alex—. ¡No podréis poseer mi mente! ¡No lo haréis! ¡No voy a permitirlo!
El círculo de fantasmas se fue cerrando sobre nosotros, los campistas fantasmas se acercaban más y más.
Traté de refrenar el temblor de mis piernas y calmar los latidos de mi corazón.
—Alex, tampoco creemos en ellos —le susurré.
Me miró fijamente, momentáneamente confundido. Luego lo entendió.
Habíamos conseguido que el monstruo desapareciera no creyendo en él. Así que haríamos lo mismo con los campistas fantasmas.
—Cogedlos. Llevadlos de vuelta al campamento —ordenó tío Marv a los monitores.
—No creemos en vosotros. No creemos en vosotros —empezamos a corear Alex y yo.
»No creemos en vosotros. No creemos en vosotros.
Observé atentamente el círculo de rostros fantasmales, esperando a que desaparecieran.
Canté junto con mi hermano, cada vez más aprisa, más alto.
—No creemos en vosotros. No creemos en vosotros.
Cerré los ojos con fuerza.
Y al abrirlos…
Los fantasmas seguían allí.
—No puedes hacer que desaparezcamos, Harry —dijo Lucy que avanzó un paso en el círculo. Me miró con los ojos muy brillantes, plateados y fríos al reflejo de la luz de la luna—. Conseguiste que el monstruo desapareciera porque no era real, era uno de nuestros trucos de fantasmas —explicó—. Os hicimos verlo. ¡Pero nosotros sí somos reales! ¡Todos nosotros! Y no nos vamos a desvanecer como el humo.
—No sólo no vamos a desaparecer —añadió Elvis que avanzaba hacia mi hermano—, sino que vamos a acercarnos mucho.
—Ahora estoy penetrando en tu mente —me susurró Lucy—. Voy a escapar del campamento Spirit Moon dentro de tu cuerpo y de tu mente.
—¡Nooo! ¡No, por favor! —protesté.
Intenté retroceder. Pero el resto de los campistas fantasmas me tenía cercado.
—¡No puedes hacerlo! ¡No voy a permitirlo! —le grité a Lucy, paralizado por el miedo.
—¡Vete! —gritó Alex a Elvis.
La luna se escondió tras las nubes y dejó el bosque a oscuras. Ahora, todo lo que tenía a mi alrededor, aquellos ojos fantasmales, parecían brillar aún más.
Vi que Elvis cogía a mi hermano.
Lucy me tapó la visión al ponerse frente a mí. Entonces se elevó en el aire, por encima de mí.
—¡No! ¡Apártate! ¡Apártate! —grité.
Sentí un hormigueo en el cabello.
Una sensación de frío invadía mi cuerpo, se introducía profundamente en mí.
El helado fantasma de Lucy se deslizó hacia el interior de mi mente.
Se introducía en mi cuerpo, en lo más profundo, me poseía.
Y entonces supe que no podría escapar.