—¡No! —grité.

El pánico se apoderó de mí. Sentía que todos los músculos de mi cuerpo se tensaban. Percibía el fuerte latido en mis sienes.

—Tengo que ocupar tu mente, Harry —repitió de nuevo Lucy acercándose a mí—. Por favor. Ayúdame, por favor.

—¡No! —repetí.

Estaba deseando dar la vuelta y echar a correr. Pero no podía moverme.

Tenía las piernas como de gelatina, todo mi cuerpo temblaba.

«Yo no creo en fantasmas».

Ese pensamiento cruzó mi mente… pero ya no era cierto.

Estaba de pie, en el límite del bosque, mirando a Lucy. Mirando el fantasma de Lucy.

La niebla nos rodeó.

De nuevo traté de echar a correr, pero no me respondían las piernas.

—¿Qué…, qué quieres hacer conmigo? —pregunté finalmente—. ¿Por qué tienes que ocupar mi mente?

—Ésa es mi única salida —contestó Lucy. Tenía la mirada fija en mí—. Es lo único que puedo hacer.

—¿Por qué no tratas simplemente de huir? —insistí.

Lucy suspiró.

—Si intento abandonar el campamento por mi cuenta, desapareceré. Si les abandono, me desvaneceré. Me convertiré en bruma, formaré parte de la niebla.

—N-no lo entiendo —tartamudeé.

Di un paso hacia atrás. La niebla parecía envolverme, fría y húmeda.

Lucy estaba a dos pasos delante de mí. Pero casi no la veía, aparecía y desaparecía entre la niebla.

—Necesito ayuda —me dijo muy suavemente. Tenía que esforzarme para oír lo que decía—. La única manera que existe de que un fantasma pueda escapar es ocupando la mente de una persona viva.

—Pero… ¡es imposible! —grité.

«Vaya tontería estoy diciendo —me regañé a mí mismo—. ¡También es imposible ver un fantasma! ¡Todo lo que me ocurre es imposible! Pero está ocurriendo».

—Necesito poseer la mente y el cuerpo de una persona viva —explicó Lucy—. Tengo que ocupar tu cuerpo, Harry. Te necesito para que me saques de aquí.

»¡No! —volví a gritar—. ¡No puedo! Quiero decir que… —El corazón me latía con tanta fuerza que casi no podía ni hablar.

—No voy a dejar que ocupes mi mente —conseguí pronunciar finalmente—. Si lo haces, ya no volveré a ser yo nunca más.

Empecé a apartarme un poco.

«Tengo que volver a la cabaña —decidí—. Tengo que ir a buscar a Alex y huir de este campamento. Lo antes posible».

—No te asustes —rogó Lucy.

Me siguió. La niebla nos rodeaba, como si nos envolviera en un círculo.

—No te asustes —repitió—. Tan pronto como estemos lejos de aquí, te dejaré. Abandonaré tu mente y tu cuerpo. Te lo prometo, Harry. En cuanto salgamos del campamento, me iré. Volverás a ser tú otra vez. Estarás bien.

Dejé de retroceder. Estaba temblando. Tenía todo el cuerpo mojado a causa de la humedad de la bruma.

—Harry, por favor —rogó Lucy—. Por favor. Te prometo que estarás bien. Te lo aseguro.

La miré a través de la niebla.

¿Debía aceptar?

¿Debía permitir que Lucy ocupara mi mente?

Si lo hacía, ¿me la devolvería?

¿Podía confiar en ella?