Un escalofrío me recorrió la espalda.

—Lucy, ¿qué pasa? —susurré.

Ella abrió la boca para contestarme. Pero la voz de tío Marv retumbó, interrumpiéndola.

—¡Eh, vosotros dos! —gritó el director del campamento—. ¡Harry! ¡Lucy! ¡No os escondáis en el bosque!

Los campistas se echaron a reír. Sentí que volvía a enrojecer. Soy un chico al que le cuesta poco ruborizarse. Lo odio, pero ¿qué puedo hacer?

Todos nos miraban mientras volvíamos a la hoguera. Alex y Elvis se daban palmadas mutuamente y se reían de nosotros.

Tío Marv se quedó mirándome mientras regresaba caminando con dificultad.

—Me alegro de que hayas hecho amigos tan pronto —añadió bruscamente. Y todos los campistas volvieron a reírse de Lucy y de mí.

Me sentía tan violento que hubiera deseado evaporarme.

Pero también estaba preocupado por Lucy.

¿Me había seguido hacia el bosque? ¿Por qué?

¿Por qué me había pedido que la ayudara?

Me senté entre Lucy y Elvis.

—Lucy, ¿qué ocurre? —susurré.

Ella se limitó a sacudir la cabeza. Sin mirarme.

—Ahora voy a explicar las dos historias de fantasmas —anunció tío Marv.

Me sorprendí al ver que algunos chicos se quedaban boquiabiertos. De pronto todos se callaron.

El fuego parecía crujir ahora con más fuerza. Entre las explosiones y los crujidos de las centelleantes llamas, se oía el murmullo del viento entre los pinos.

Sentí un escalofrío en la nuca.

«Sólo es un poco de aire frío», me dije a mí mismo.

¿Por qué de repente todos parecían tan solemnes? ¿Tan asustados?

—Las dos historias de fantasmas del campamento Spirit Moon han ido pasando de generación en generación —empezó a explicar tío Marv—. Son historias que se seguirán contando a lo largo de los años, perdurarán mientras se sigan explicando las oscuras leyendas.

A través del fuego vi a dos chicos que temblaban.

Todos miraban atentamente el fuego. Los rostros estaban inmóviles, rígidos, asustados.

«Sólo se trata de una historia de fantasmas —me dije a mí mismo—. ¿Por qué actúan de forma tan extraña?

»Seguro que todos conocen ya esa historia. Así que, ¿por qué parecen tan aterrorizados?».

Me reí disimuladamente.

«¿Cómo puede alguien asustarse por una estúpida historia de fantasmas?».

Me volví hacia Lucy.

—¿Qué les pasa a todos? —pregunté.

Me miró con los ojos casi cerrados.

—¿No te dan miedo los fantasmas? —susurró.

—¿Fantasmas? —volví a reírme disimuladamente—. Alex y yo no creemos en fantasmas —le aseguré—. Esas historias nunca nos asustan. ¡Nunca!

Lucy se inclinó hacia mí. Y me susurró:

—Quizá cambies de idea después de oír la de esta noche.