—¿Que se han ido? —Alex gritó con un tono estridente—. Pero, pero… ¿adónde han ido?

—¡No puede ser que no haya nadie más! El bosque…

Una amplia sonrisa apareció en el rostro lleno de pecas de Chris. Luego se echó a reír.

—Lo siento, muchachos. No aguanto más. —Nos rodeó los hombros con los brazos y nos acompañó al campamento—. No era más que una broma.

—¿Cómo? ¿Una broma? —pregunté. Estaba muy desconcertado.

—Es una broma que siempre hacemos en el campamento Spirit Moon —explicó Chris, que todavía seguía riendo—. Se la gastamos a todos los recién llegados. Cuando vienen campistas nuevos al campamento todo el mundo se esconde en el bosque. Luego un monitor les dice que se han ido. Que sólo están ellos.

—Ja, ja. Una broma muy graciosa —respondí en plan irónico.

—¿Siempre tratáis de asustar a los nuevos campistas? —preguntó Alex.

Chris asintió con la cabeza.

—Sí. Es una costumbre del campamento Spirit Moon. Aquí tenemos muchas tradiciones. Ya veréis. Esta noche, en el fuego de campamento…

De pronto apareció un hombre muy alto de pelo negro, también vestido de blanco, caminando torpemente por el césped hacia nosotros, y Chris interrumpió su discurso.

—¡Eh! —gritó el hombre con una voz profunda, que retumbaba.

—Es tío Marv —susurró Chris—. Él dirige el campamento.

—¡Eh! —repitió tío Marv mientras avanzaba hacia nosotros—. Harry, ¿cómo va eso? —Me dio una palmada en la mano que casi me estampa contra los árboles.

El hombre nos dedicó una sonrisa burlona a Alex y a mí.

Era enorme, me recordaba a un gran oso pardo que había en el zoo próximo a casa.

Tenía una larga cabellera negra y grasienta que le cubría desordenadamente parte del rostro. Los ojos azules y muy pequeños, como canicas, asomaban bajo unas cejas negras muy pobladas.

Los brazos que salían de la camiseta eran muy fuertes, semejantes a los de un luchador y el cuello, tan ancho como el tronco de un árbol.

Se inclinó un poco para estrechar la mano de Alex. Oí un crujido y vi que Alex se quejaba en silencio de dolor.

—Un buen apretón de manos, muy firme, hijo —le dijo tío Marv a Alex. Entonces se volvió hacia mí—. ¿Os ha gastado Chris nuestra pequeña broma de «Solos en el bosque», chicos? —Su voz retumbaba con tanta fuerza que deseé taparme los oídos.

«¿Será capaz este hombre de susurrar?», me pregunté.

—Sí, lo ha hecho —confesé—. Yo me creí de verdad que no había nadie por aquí.

Los pequeños ojos azules de tío Marv se iluminaron.

—Es una de nuestras tradiciones más antiguas —explicó con una sonrisa. ¡Y vaya sonrisa! ¡Me dio la sensación de que tenía al menos seis filas de dientes!

—Antes de acompañaros a vuestra cabaña os quiero enseñar el saludo del campamento Spirit Moon —anunció—. Chris y yo os lo demostraremos.

Se pusieron uno frente al otro.

—¡Eeeh, Spirits! —cantó a gritos tío Marv.

—¡Eeeh, Spirits! —contestó Chris.

Luego se saludaron el uno al otro con la mano izquierda, colocándola sobre su nariz y, luego, elevándola y haciéndola girar en el aire.

—Así es como nuestros campistas se saludan entre ellos —explicó tío Marv. Nos cogió a Alex y a mí y nos puso uno frente al otro—. Intentadlo.

No sé a vosotros, pero a mí este tipo de cosas me avergüenzan. No me gustan las bienvenidas ni los saludos graciosos. Hacen que me sienta como un idiota.

Pero acababa de llegar al campamento. Y no quería que aquel hombre creyera que soy un antipático. Así que me coloqué frente a mi hermano.

—¡Eeeh, Spirits! —grité. Saludé a Alex colocándome la mano en la nariz y haciendo un gesto rápido.

—¡Eeeh, Spirits! —Alex mostró mucho más entusiasmo que yo. A él le gustan este tipo de cosas. Me dirigió un enérgico saludo.

Tío Marv inclinó la cabeza hacia atrás y se rió en voz alta.

—¡Muy bien, chicos! Creo que los dos vais a ser buenos miembros del campamento Spirit Moon.

Le guiñó el ojo a Chris.

—Por supuesto el fuego de campamento de esta noche será la verdadera prueba.

Chris asintió con una sonrisa burlona.

—¿El fuego de campamento de esta noche? —pregunté—. ¿Una prueba?

Tío Marv me dio una palmadita en la espalda.

—No te preocupes por eso, Harry.

Algo en el modo en que pronunció esa frase aumentó todavía más mi preocupación.

—Todos los recién llegados asisten a un fuego de campamento de bienvenida —explicó Chris—. Es la ocasión ideal para que conozcan las tradiciones del campamento Spirit Moon.

—No les digas nada más —le ordenó tío Marv a Chris bruscamente—. Queremos sorprenderles, ¿no?

—¿Sorprendernos? —dije atragantándome.

¿Por qué de repente tenía un mal presentimiento? ¿Por qué mi garganta volvía a secarse? ¿Por qué tenía la sensación de que se me salía el corazón del pecho?

—¿Se cantan canciones de acampada en el fuego de campamento de bienvenida? —preguntó Alex—. Me gusta mucho cantar. Voy a clases de canto y…

—No te preocupes. Cantarás mucho —le interrumpió tío Marv en voz baja, casi amenazante.

Detecté una mirada gélida en sus ojos diminutos, como el hielo. Y un escalofrío me recorrió la espalda.

«Intenta asustarnos —pensé—. Se trata de una broma. Se está burlando de nosotros. En este campamento tienen la costumbre de asustar a los nuevos miembros».

—Chicos, creo que el fuego de campamento de esta noche os gustará —dijo tío Marv—. ¡Si es que sobrevivís, claro!

Chris y él se rieron.

—Nos veremos luego —se despidió Chris. Nos dirigió un saludo de nariz a Alex y a mí y desapareció entre los árboles.

—Éstas serán vuestras literas —indicó tío Marv. Abrió la puerta de cristal de la pequeña cabaña blanca.

«¡Uau!, un poco más y arranca la puerta».

Alex y yo arrastramos nuestras bolsas y los sacos de dormir al interior de la cabaña. Había literas apoyadas contra tres de las paredes, una estrecha cómoda de madera y pequeños armarios para guardar cosas.

Las paredes eran blancas. Una lámpara que colgaba del techo desprendía una luz brillante. Los rayos anaranjados del sol del atardecer penetraban en la habitación a través de la pequeña ventana situada encima de una litera.

«No está mal», pensé.

—Esta litera está vacía —nos indicó tío Marv mientras señalaba hacia la cama frente a la ventana—. Decidid vosotros quién dormirá arriba y quién abajo.

—Yo tengo que dormir abajo —contestó Alex rápidamente—. Me muevo mucho durante la noche.

—Y canta mientras duerme —le expliqué a tío Marv—. Increíble, ¿verdad? ¡A Alex le gusta tanto cantar que no puede dejar de hacerlo ni siquiera mientras duerme!

—Entonces será mejor que te presentes a las pruebas para el festival de talentos —le dijo tío Marv. Y acto seguido repitió en voz baja—: Si es que sobrevives esta noche. —Se rió.

«¿Por qué insiste tanto?

»Nos toma el pelo —me recordé a mí mismo—. Sólo está bromeando».

—Los lavabos de los chicos están a la izquierda —explicó tío Marv—. Y los de las chicas a la derecha. Todos utilizamos el mismo lugar de reunión y comedor. Es ese gran edificio de piedra cercano al bosque.

—¿Deshacemos ahora las bolsas? —preguntó Alex.

Tío Marv se retiró la negra y grasienta cabellera del rostro.

—Sí. Usad los armarios que estén vacíos. Será mejor que os deis prisa, chicos. El resto de los campistas volverá pronto del bosque con la leña. Entonces haremos el fuego de acampada.

Se despidió con un «¡Eeeh, Spirits!» y un brusco saludo de nariz.

Luego se volvió, echó a andar con torpeza y cerró la puerta de cristal de un portazo.

—Un tipo divertido —murmuré.

—Da un poco de miedo —admitió Alex.

—Sólo bromea —le contesté—. En todos los campamentos de verano tratan de asustar a los nuevos. Me parece. —Arrastré mi bolsa de la ropa hasta la cama.

»No va en serio. No hay por qué asustarse, Alex —le aseguré a mi hermano—. En absoluto.

Dejé el saco de dormir en una esquina. Luego me dirigí a la cómoda para ver si había algún cajón vacío.

—¡Uau! —grité al pisar algo extraño.

Miré hacia bajo.

Había un charco azul.

Acababa de meter la zapatilla de deporte en un charco azul pegajoso.

—¡Ecs! —Traté de retirarla. Aquel líquido espeso se me había quedado pegado a la suela y a los bordes del zapato.

Eché un vistazo por la habitación.

Había más charcos azules, uno frente a cada una de las camas.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Qué es esta cosa? —grité.