Intentaré ser rápido. Muchísimas gracias una vez más a:
Natalie Freer, que vive (y soporta) mis excentricidades creativas muy de cerca. Su paciencia y generosidad no conocen límites.
Mi hermano, Stephen Reilly: escritor atormentado, crítico constructivo y creativo, y buen amigo; y a su mujer, Rebecca Ryan, porque para mí los dos son un todo.
Mis maravillosos padres, Ray y Denise Reilly, por animarme a construir decorados en miniatura para mis figuritas de La guerra de las galaxias; mi creatividad nace directamente de ellos.
Mis buenos amigos John Schrooten, Niky Simón Kozlina, a todo el clan Kay (especialmente a Don, responsable de que redujera el tamaño de los felinos en El templo) y a Paul Whyte por acompañarme en el extraordinario viaje a Utah durante la investigación previa a este libro.
Quisiera hacer una mención especial a dos amigos estadounidenses: el capitán Paul M. Woods, del ejército de Estados Unidos, y el sargento de artillería del Cuerpo de Marines Kris Hankinson (ya retirado), quienes me ofrecieron con gran generosidad su tiempo y me ayudaron con los detalles militares del libro. Cualquier posible error presente en el libro es culpa mía, y ha sido cometido a pesar de sus objeciones.
Y, finalmente, gracias de nuevo a todos los que trabajan en Pan Macmillan. Ya es nuestro cuarto libro juntos y todavía seguimos con la ilusión del primer día. Gracias a Cate Paterson (legendaria editora), Jane Novak (legendaria publicista), Sarina Rowell (legendaria correctora) y Paul Kenny (legendario). Y, por supuesto, como siempre, a los comerciales de Pan por las incontables horas que pasan en la carretera entre librería y librería.
A todo aquel que conozca a un escritor, que jamás infravalore el poder que tienen sus ánimos y apoyo.
Bueno, y ahora ¡qué comience el espectáculo!